En el distrito indio de Kandhamal se produjo en 2008 la peor persecución contra los cristianos de la historia moderna del país. Esta ola de violencia dejó 100 muertos, 300 iglesias destruidas y 6.000 hogares quemados o completamente destrozados.
Los responsables, radicales hinduistas, justificaron esta persecución alegando que se había asesinado a un líder hinduista local y culpaban falsamente a los cristianos del suceso. De hecho, siete cristianos fueron falsamente acusados y pasaron once años en la cárcel hasta que recientemente han sido puestos en libertad tras demostrarse su inocencia.
Una de las víctimas de aquella persecución fue la hermana Meena Barwa, que fue violada y obligada a desfilar semidesnuda por las calles. Tras pasar un largo periodo traumatizada y varios procesos judiciales esta religiosa decidió mirar al futuro, se inscribió en Derecho y ahora ayudar a los marginados de la sociedad.
"Soñaba a menudo con la violación"
La hermana Barwa ha relatado a Ayuda a la Iglesia Necesitada cómo vivió esos años y su vida presente. “El trauma fue casi insoportable”, cuenta la hermana. Ella se vio obligada a mudarse varias veces por su seguridad a lugares donde no conocía la lengua e incluso disfrazándose. Estuvo muchos años separada de su familia, tratando de huir de su trauma y de la persecución. “Las noches eran especialmente duras, soñaba a menudo con la violación"-.
Además, relata la hermana Meena que cuando ella regresaba a su estado para los procesos judiciales, se sentía peor, recordaba los traumas del pasado, era ofendida y humillada. Esto le causó mucho dolor, lo cual hizo que perdiese su confianza en el sistema jurídico de la India.
“Pero eso no me deprimió, al contrario, decidí actuar en nombre de la gente que sufría conmigo, buscando justicia para ellos. En 2009, me matriculé anónimamente en una universidad de las afueras de Orissa. En 2015 empecé a cursar un máster de Derecho de tres años de duración mientras continuaba desempeñando mis deberes como religiosa”.
Las cosas han cambiado en su vida en la última década. La hermana Meena ya puede asegurar que lleva una vida normal y que todo lo que sufrió le hizo más fuerte. Ella asegura que las personas que ha conocido le han ayudado a olvidar su dolor y las considera bendiciones de Dios. “Han sido ángeles enviados para guiarme, para que no me hundiera en la miseria. Encontré una forma de dar esperanza a mi pueblo. Me he vuelto más humilde, más paciente y más humana”.
"Al perdonar me he liberado de mi trauma"
Ella reza todos los días el Padre Nuestro y asegura que esta oración no tiene sentido si no perdona. “¿Cómo voy a rezar el Padre Nuestro si no perdono? Al perdonar a mis agresores me he liberado de mi trauma, del miedo, de la vergüenza, la humillación y la rabia”. Considera que la causa de su felicidad es haber perdonado a sus agresores y su mayor deseo es que se conviertan en buenas personas.
Sin embargo, la hermana siempre recuerda a su pueblo, “la actitud de la comunidad cristiana sobre lo que sucedió en Kandhamal en 2008 no es negativa. Están esperanzados y ahora tienen una fe más profunda. La tragedia los ha hecho más fuertes.
Me vienen a la mente las palabras de San Pablo: ‘¿Quién nos separará del amor de Cristo?’ La gente de Kandhamal es la prueba viviente de que nadie puede hacerlo”.