Precisamente Putin dijo a los rusos que “la gran fiesta de la Pascua inspira en los corazones de millones de fieles los sentimientos más sinceros y bondadosos, los anima a realizar buenas obras”.
Además, llamó a reconocer la gran labor de la Iglesia Ortodoxa y, en particular, del patriarca Kiril en la defensa de la concordia nacional, los valores familiares y la solución de los problemas sociales.
Como es tradición, el presidente y el patriarca ortodoxo se intercambiaron regalos, que en el caso de Putin se trató de un ejemplar único de huevo de Pascua hecho por artesanos de Cheliabinsk.
En la Vigilia Pascual no podía faltar el conocido como Fuego Santo de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén donde una delegación viajó de Moscú a Tierra Santa para recogerlo y llevarlo a la catedral moscovita.
Según informa Asianews, para el traslado, se dispuso un chárter especial, al cual le darán la bienvenida, en el aeropuerto de Vnukovo, centenares de fieles, particularmente devotos de esta tradición ortodoxa.
El fuego pascual fue llevado a todas las iglesias de Moscú y de la provincia, para luego ser mostrado para la devoción en casi 100 ciudades de Rusia y en otras comunidades ortodoxas del mundo, como, por ejemplo en Nueva York.
Otra tradición pascual típicamente rusa es la preparación del kulich, una especie de pan dulce que se hace bendecir en la iglesia, y que este año es preparado con antelación; la jornada dedicada a la preparación de este dulce sería el Sábado santo, pero este año el 7 de abril coincide con la fiesta de la Anunciación, la cual, en la liturgia oriental, no puede ser omitida, ni siquiera durante las celebraciones de la Semana Santa.
Otro pastel pascual ruso es aquél conocido como Paskha, un pastel de ricota, de forma piramidal, elaborado con pasas de uva y almendras: este año, los ciudadanos de Rostov, sobre el río Don, han decidido batir todos los récords, enviando a Moscú una Paskha que pesa más de una tonelada, llamada Zar-Paskha, y que será mostrada a los fieles en la catedral de Cristo Salvador durante toda la jornada de Pascua.
El patriarca Kirill ha presidido todas las ceremonias de la Semana Santa en la catedral de Cristo Salvador. En la liturgia del Jueves Santo, realizó el rito del Lavatorio de pies a doce obispos, representantes de los doce apóstoles ante los cuales Cristo se inclinó para la purificación de la última Cena. En la ocasión, el patriarca recordó que la comunión eucarística, inaugurada por Cristo durante la santa cena, “es esa fuerza espiritual que, por la gracia divina, se infunde en los hombres para hacerles realizar grandes empresas, para afrontar las persecuciones y vencer la degradación del pecado, para vivir verdaderamente como cristianos, a pesar de todas las dificultades de las circunstancias históricas en las cuales somos llamados a vivir”.
Para muchos fieles ortodoxos, el Triduo Pascual es la ocasión para volver a acercarse a la comunión sacramental, que no es frecuente en la práctica oriental, en parte por la obligación del ayuno y debido a la necesidad de confesarse durante la celebración misma: en Pascua, esas obligaciones se suspenden, permitiendo una participación masiva en los dones de la gracia.
Según las palabras de Kirill, “la comunión no debe convertirse en costumbre, o en una práctica meramente tradicional. Cada uno de nosotros debe prepararse para acercarse a este gran misterio del cuerpo y la sangre de Cristo... a la liturgia no venimos sólo para hacer una pausa frente a las imágenes y rezar una oración, sino que nos acercamos a los sacramentos con una justa preparación y participación, entonces, nuestra vida cambia, y así, la fuerza del Espíritu Santo obrará en nosotros con regularidad”.