Las Obras Misionales Pontificias (OMP, www.omp.es) llevan más de 50 años sosteniendo el mayor seminario de África. Se trata del Seminario San Pedro y San Pablo de Ibadán, Nigeria (www.ssppseminaryibadan.org). Un centro que cuenta con nada menos que 461 seminaristas.

Este seminario, que abrió sus puertas en 1908, acoge jóvenes que se preparan al sacerdocio de nada menos que 15 diócesis de Nigeria, entre ellas la capital Lagos. Lo que comenzó como un seminario misionero, hoy es un seminario totalmente nigeriano.

Todos sus superiores y profesores son africanos y, desde 1969, el rector ha sido siempre un antiguo alumno del seminario. Esto último asegura que la principal prioridad sean las necesidades formativas y del día a día de cada uno de los chicos que se forman para el sacerdocio.




Cuando se trata del sostenimiento de las vocaciones a un seminario en países de misión no se puede hablar de proyectos puntuales. Se trata de apoyar a una persona, con sus sueños y aspiraciones. Un joven africano que dedicará 8 años a formarse para toda una vida de servicio a Dios y a los demás. La Obra Pontificia de San Pedro Apóstol – una de las cuatro Obras Misionales – no falta año tras año a su cita, con estos jóvenes de Ibadán.



Este año se han enviado 181.540 dólares para su manutención y sus estudios, además de otros 27.000 dólares para la construcción de un bloque del mismo seminario. Más de 200.000 euros, al cambio. En 1970, por remontarnos 50 años atrás, fueron 57.000 dólares los enviados. Y así, año tras año.

El origen de estos envíos anuales han sido:

las becas misioneras – que tantos católicos financian –
-la aportación de la jornada de Vocaciones Nativas – este año se celebra el domingo 22 de abril
– y los donativos, legados y herencias de cientos de fieles durante todo el año.

Una generosidad que se transforma en sacerdotes, porque cada año son 50 los jóvenes que se ordenan en Ibadán.



Casi uno de cada 10 euros que la Obra de San Pedro Apóstol destina a vocaciones en países de misión proviene de España.

El futuro de la Iglesia depende de “la llamada del jefe más influyente del mundo”, como dice el lema de este año, pero también del apoyo material que se dé a quienes responden a esa llamada.

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