Helda Khalid tenía 6 años cuando Qaraqosh fue invadida por el Daesh. A pesar de su corta edad, tiene un recuerdo muy vivo del 6 de agosto de 2014: “Las alarmas sonaban en nuestras calles y tuvimos que escapar de un auténtico infierno de violencia y terrorismo. Yo me fui llorando, sin ninguna esperanza de volver alguna vez a mi hogar y mi escuela; sin ninguna esperanza de volver a ver a mis amigos”.
 
La huida fue en mitad de la noche y en masa hacia Erbil, capital del Kurdistán iraquí. Muchos de los cristianos exiliados pensaron que se trataba de un asunto aislado y que, en cuestión de días, el ejército actuaría para permitirles volver a sus pueblos y ciudades. Sin embargo, lo que parecía algo puntual se convirtió en una situación a largo plazo.
 
Durante trese años, la pequeña y su familia vivieron como desplazados, apoyados en todo momento por la Iglesia, que hizo posible la construcción de una escuela provisional para niños y niñas como Helda: “Yo estaba triste, pues lo que yo quería era regresar a mi antigua escuela, pero logré hacer nuevos amigos”.
 
La familia de esta joven iraquí vivió cómodamente en Qaraqosh antes de la invasión. Para ellos fue un duro golpe tener que recibir ayuda para sobrevivir. La propia Helda explica cómo se sintieron al perder su condición de ciudadanos: “Nos sentimos humillados por recibir ayuda humanitaria, pues nunca hubiéramos imaginado que llegaría el día en que nos convirtiéramos en mendigos, en gente oprimida sin poder ni fuerza”.
 
Esta terrible situación hizo que muchas familias emigraran a otros países con el fin de asegurar su futuro, alejados de la guerra. Debido a la inestable situación y al riesgo de un nuevo conflicto, hoy día muchos cristianos del norte de Irak se siguen planteando esta posibilidad.
 
Helda tiene ahora 10 años, lo que sus ojos han visto es motivo suficiente para entender que su madurez es propia de una mujer adulta: “Francamente, no me siento segura de verdad en relación con mi futuro aquí, en Iraq. Me gustaría emigrar al extranjero con mi familia si tuviéramos que seguir padeciendo la guerra y la persecución”. Es por esto que se pregunta “¿Cuánto tiempo tendremos que esperar para sentirnos a salvo?”.
 

Esta joven de Qaraqosh está preocupada por su futuro, sabe que la situación en su amado país aún está por determinar. Aunque todo es incierto, esto no le impide soñar y pensar qué podrá ser de mayor: “Yo tengo un hermoso sueño para mi vida. Mis aficiones son la pintura, la música y la actuación, pero mi ambición es llegar a ser dentista con la ayuda de Dios, para servir a mi comunidad y a mi país, dondequiera que acabe viviendo”.


 
Aún con la constante situación de incertidumbre, tanto ella como su familia tienen una cosa clara, su fe en Jesucristo: “Siempre que acudíamos a Él en la oración y desde la fe, sentíamos una alegría y una confianza infinitas. Mi familia, mis amigos y mis parientes nunca creímos que Dios estuviera lejos de nosotros”.
 
Al igual que la joven Mariam, también de Qaraqosh, las palabras de Helda reviven el mensaje que Jesucristo proclamó para toda la humanidad: “Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
 
De igual manera, esta joven iraquí tiene un mensaje para Occidente, con el fin de que “hagan todo lo posible a la hora de apoyar a los cristianos en Iraq, pues están a punto de extinguirse. Ayúdennos. Tengan compasión y serán recompensados por Él, que está en los cielos”.
 
Apoyados con la campaña Ayúdales a volver de la mano de Ayuda a la Iglesia Necesitada, más de 30.000 cristianos han vuelto a sus pueblos y ciudades de la Llanura de Nínive, con el sueño de vivir de nuevo en sus hogares reconstruidos.