En Níger, exactamente en la diócesis de Maradi, “menos del uno por ciento de los 15 millones de habitantes son cristianos”, explica monseñor Ambroise Ouédraogo en una conversación mantenida con Ayuda a la Iglesia Necesitada. Este religioso de 70 años es el primer y hasta ahora único obispo de la diócesis de Maradi, una de las dos que existen en Níger, un país de África Occidental que no tiene salida al mar.

Los aproximadamente entre 5.000 y 6.000 católicos de su diócesis han convivido durante años, en gran parte en seguridad, con la mayoría de la población musulmana, según explica el obispo. “Esta situación cambió sin embargo en el año 2015, cuando se publicaron en la revista satírica francesa Charlie Hebdo caricaturas críticas con el Islam, que desencadenaron una ola de violencia”. En todo el país se produjeron numerosos disturbios, en los que al menos diez cristianos fueron asesinados durante unas pocas horas. Más de 70 iglesias y otras instituciones cristianas fueron destruidas. Alrededor del 80 por ciento de las iglesias cristianas del país se vieron afectadas, especialmente en las regiones de Niamey y Zinder.

“Los cristianos tenían mucho miedo de los islamistas radicales. Como se vienen produciendo, con irregular periodicidad, incidentes contra los cristianos, sigue dándose ese temor”, dice Monseñor Ouédraogo. Hace tan solo dos semanas, grupos radicales que protestaban contra la detención de un imán incendiaron la iglesia protestante de Maradi, que se encuentra en el territorio de su diócesis. El imán fue arrestado por hablar en sus sermones contra un proyecto de ley que prevé un mayor control de las fuentes de financiación en la construcción y el funcionamiento de lugares de culto privados. A pesar de manifestaciones en su contra, el proyecto de ley fue aprobado por el Parlamento el lunes 17 de junio.   

La hermana Marie Catherine Kingbo vive con su comunidad de la Fraternidad de los Siervos de Cristo a ocho kilómetros de Maradi, donde se ha producido el último ataque. En una conversación mantenida con ACN, dice: “Esperábamos ataques, pero no creíamos que un proyecto de ley los fuera a desencadenar”. El Níger que conoció hace 15 años, cuando llegó al país, no se parece en nada al actual. Según dice, entonces no había prácticamente tensiones interreligiosas. “Ahora, oigo decir incluso a musulmanes que hay demasiadas mezquitas y escuelas del Corán, pero no suficientes pozos y clínicas”, comenta Catherine. Su comunidad y las estudiantes a las que enseña están bajo protección policial permanente por temor a los ataques islamistas. “El mal desatado en Libia, Siria y otros países del norte de África y de Oriente Próximo también se está extendiendo rápidamente aquí”, comenta.

Pero no solo el mal se propaga, sino también la bondad; de eso está convencida sor Catalina. Su congregación religiosa está llevando a cabo muchas actividades en beneficio de la sociedad. Las religiosas apoyan a mujeres necesitadas; además, también organizan un encuentro anual entre cristianos y musulmanes. En 2006, 28 personas participaron en la primera de estas conferencias interreligiosas. En 2018 ya eran 350, y las relaciones con los imanes y vecinos locales son buenas, explica sor Catalina. Por esto, no entra en consideración que limite su trabajo por miedo al extremismo: “No nos iremos. Ellos pueden tener armas, pero nosotros tenemos a Jesús”.

Del mismo modo piensa también Mons. Ouédraogo. Tampoco él ha cuestionado nunca la cooperación y el diálogo con los musulmanes. “Muchos musulmanes consideran que la situación actual es profundamente vergonzosa y muestran solidaridad con los cristianos”, subraya el obispo. “Entre el 95 y el 98 por ciento de los alumnos de nuestros centros son musulmanes y Cáritas también tiene proyectos en regiones en las que viven casi exclusivamente musulmanes. Nosotros no hacemos ninguna discriminación. Y así seguirá siendo”.