En la casa de Tejgaon, en Dacca, la capital de Bangla Desh, trabajan 6 Misioneras de la Caridad, la congregación de la Madre Teresa de Calcuta. La casa acoge temporalmente a hombres y mujeres enfermos que viven en barracas. En Dacca hay 8 hermanas, 99 en todo Bangla Desh. Reciben a los pobres de cualquier religión: musulmanes, hindúes, budistas, cristianos... La rama femenina cuenta con 12 instalaciones en el país; al masculina, con una.
 
Sor M. Ávila Therese, superiora de la casa, explicó a AsiaNews cuál es su tarea, en el mismo día en que recibían una visita privada del Papa Francisco en Dacca.


Acogen a 12 niños discapacitados y pobres de la calle, “a menudo huérfanos o abandonados por las familias que no quieren ocuparse más de ellos”. Las hermanas se preocupan de todas sus necesidades, desde el lavado a la comida, en los momentos de juego. En la habitación reservada para ellos, se ven juguetes esparcidos por todos lados, caballitos de madera, marcadores. Todo lo que sirve para tener una infancia serena, lejos de los peligros de la calle.

Otros niños juegan alrededor de la estructura: “Son los que vienen aquí cada día para estudiar con un maestro. O aquellos que todos los sábados viene para recibir un plato de comida gratis. En total unos 200-300 niños”.

Las hermanas reciben también a hombres y mujeres que viven en la calle, por lo general pobres y enfermos. Aquí reciben un tratamiento sanitario y curaciones amorosas. “Una vez curado se van, dejando el lugar para otros nuevos necesitados. No tenemos mucho espacio en la estructura, por esto están sólo de paso”. En este momento hay 28 hombres y 49 mujeres.

   El Papa bendijo en la casa de las Misioneras de la Caridad de Dacca un retrato de Teresa de Calcuta


El servicio para los necesitados prescinde de toda pertenencia religiosa o de fe. “Hay huéspedes de toda religión. La mayor parte es musulmana, pero también hay budistas, hindúes y cristianos. Nosotras aceptamos a todo pobre. Y no nos interesa convertirlos, queremos sólo servirlos. Respetamos toda religión y creemos que cada uno deba tener la libertad de profesar la propia”.

El trabajo de las misioneras se desarrolla en modo gratuito, “no aceptamos dinero y no recibimos un sueldo por los que hacemos”.

La contribución de las hermanas “es reconocido por todos y jamás hemos recibido amenazas (de los fundamentalistas islámicos) o temido por nuestras vidas. Las personas nos respetan, nos consideran uno de ellos”.


No obstante el trabajo cotidiano, “los momentos de oración no faltan nunca: cuatro durante la mañana antes del almuerzo y otros tres en la tarde y durante la noche”. La visita del Papa, que hoy estuvo aquí en forma privada y se recogió en oración en la vecina iglesia del Santo Rosario, “es una bendición. Él bendijo a nuestros niños”.