Un joven estudiante cristiano fue torturado a muerte por la policía de Punjab en el pueblo de Jabhran, cerca de la ciudad de Sheikhupra, en Pakistán.
Arslan Masih, de 15 años, fue asesinado frente a sus compañeros de noveno curso el 9 de octubre, en horario de clase.
Por lo que declara la madre de la víctima, el joven había sufrido presiones por parte de los compañeros de clase para que se convirtiese al islam. Arslan lo rechazó, declarando que habría permanecido cristiano, según recoge la agencia AsiaNews.
Después llegaron conflictos y violencia en la que participaron los compañeros y agentes de policía contra el chico.
Después de la brutal tortura que le causó la muerte, los oficiales llevaron a Arslan a una clínica cercana, donde un médico constató el deceso. La policía a continuación abandonó el cuerpo frente a la escuela, para luego escapar.
Algunos residentes restituyeron el cuerpo a la familia, que ahora protesta junto a la comunidad cristiana y pide justicia.
Samsom Salamat, presidente del movimiento interreligioso Rwadari Tehreek, refiere a AsiaNews: “No es la primera ejecución extrajudicial conducida por la policía de Punjab; hay diversos incidentes cada año”. Es necesario que los culpables sean perseguidos en base a la ley, pero “esto no es posible si la comunidad continúa aceptando indemnizaciones económicas y cheques en cambio de focalizarse en pedir justicia”.
Mechelle Chaudhry, presidente de la Cecil & Iris Chaudhry Foundation, condena el homicidio, grave porque realizado por “los responsables de la protección de la vida de los ciudadanos” y continúa: “Lamentablemente cuando se trata de minorías religiosas cualquier personas es libre de comportarse como acusador, juez y ejecutor. No podemos permitir que esto continúe, la impunidad por las violencias contra las minorías religiosas en Pakistán debe terminar. Pedimos al jefe de los ministros de Punjab debe iniciar una investigación imparcial: los culpables deben ser llevados delante de la justicia”.
Ata-ur-Rehman Saman, coordinador de la Comisión Justicia y Paz (NCJP) de la Conferencia episcopal paquistaní afirma que “los estudiantes cristianos se enfrentan con una situación hostil en los institutos de instrucción. En las áreas rurales no pueden beber de los mismos recipientes usados por los musulmanes. Obligar a los estudiantes a abrazar el Islam no es una tendencia nueva en Punjab”.
Saman cuenta el caso de un estudiante de la novena clase que en Khanewal fue amenazado por un compañero que lo tiró al suelo apretándolo por la garganta y gritándole que recitase el “Kalma” “declaración con la cual uno se vuelve musulmán). La familia se transfirió luego a Lahore.
“Esta tendencia sigue creciendo y sin control y no es castigada”, agregó Saman. “El negar estos hechos y las políticas de cobertura empeoran la situación. Si el plan nacional de acción fuese aplicado en su verdadero espíritu, las cosas podrían ser diversas”.