El cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, se encuentra de visita en Japón y una de sus paradas ha sido Hiroshima, ciudad arrasada por una de las dos bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos al final de la II Guerra Mundial.

“Hiroshima es el lugar en el que Cristo ha renovado su sacrificio en el siglo veinte”, dijo el purpurado en su discurso del miércoles 20 de septiembre a los sacerdotes, religiosos, religiosas, fieles, consagrados y laicos de la Archidiócesis de Hiroshima.

Para la Iglesia Católica, Hiroshima también “significa ciudad de paz, en la que Dios no ha olvidado al hombre, no se ha escondido sino que vive allí”. Con estas palabras, el cardenal Fernando Filoni, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, quiso hablar de la vocación espiritual universalmente reconocida a la ciudad japonesa donde el 6 de agosto de 1945 se produjo la primera masacre atómica de la historia humana. 


Tal y como recoge la agencia Fides, “aquí – agregó el prefecto de Propaganda Fide - “Cristo crucificado continúa, desde lo alto de este nuevo Gólgota, amonestando a todas las gentes”, incluidos los que en nombre de las religiones “fomentan el odio, las divisiones y las guerras”.


Así quedó la ciudad japonesa de Hiroshima tras la explosión de la bomba atómica

Este recuerdo de la presencia de Cristo que actúa en el mundo dio pie al cardenal para sugerir a los católicos de la Archidiócesis los caminos a seguir para realizar “un impulso misionero renovado como pide el Papa Francisco en la Evangelii gaudium”.


La Archidiócesis de Hiroshima se extiende por un territorio que alberga a 7 millones de habitantes, pero en la que los bautizados católicos son apenas unos 20.000. “¿Aquí se conoce a Cristo? ¿Tiene un lugar? ¿Puede ofrecer su salvación? ¿Se anuncia aquí el reino de Dios? Estas son las preguntas a las que tenemos que responder”, afirmó Filoni.

“Al admirar la obra misionera del pasado, no podemos quedarnos como simples administradores de esos resultados. Si no hay motivación para la vida misionera, también habrá falta de generosidad y celo apostólico; se perderá el gozo de la evangelización”.

"De la gloria, de la gracia y de la verdad traídas por Cristo  -continuó el prefecto del Dicasterio Misionero - el pueblo de Japón no puede ser excluido, Dios no se ha detenido a las puertas de este país que aunque noble y culto, espera el Reino de Dios: Aquí están los ciegos, los sordos, los enfermos, los pobres, los que no tienen esperanza, o sufren por la división de sus familias o los drogadictos, o aquellos que piensan que el suicidio es la única manera de acabar con la desolación y la desesperación, decidles que para ellos hay una buena noticia”.