Cáritas Española ha contribuido ya con unos primeros 100.000 euros para esta iniciativa, que aportará alimentos y artículos de primera necesidad para esta primera fase de ayuda.
Cáritas Bangladesh, que coordina la caridad de los católicos de este país, intenta ayudar a los rohingya, pero sus recursos son siempre escasos. En este país de 150 millones de habitantes, los católicos son apenas unos 350.000, organizados en unas cien parroquias, con aproximadamente 370 sacerdotes, mil religiosas y 40 escuelas secundarias. El 90% de la población de Bangladesh es musulmana, con un 9% de hindúes (sobre todo en la frontera con la India) y un 0,6% de budistas (sobre todo en la frontera con Myanmar).
El pasado 25 de agosto el Gobierno de Myanmar, en respuesta a varios ataques coordinados contra puestos de policía cometidos por el autodenominado Arakan Rohingya Salvation Army (Arsa), entró en varias aldeas del Estado de Rakhine con población musulmana de etnia rohingya, lo que desató un éxodo masivo hacia el vecino Bangladesh.
Según los testimonios aportados por los rohingya, el Ejército birmano y grupos de civiles habían atacado e incendiado sus casas, además de causar víctimas entre la población civil. Cáritas Española señala que dada la restricción total de acceso a la zona impuesta por las autoridades birmanas, no existen fuentes fidedignas que permitan confirmar la veracidad y el alcance de los hechos.
Tras ese estallido de violencia, se estima que más de 300.000 personas han podido llegar a Bangladesh cruzando la frontera, tanto por tierra como por mar, que se están distribuyendo en numerosos refugios improvisados, patios escolares o al aire libre.
Si se tiene en cuenta que en torno a 200.000 rohingya ya estaban en el país tras las oleadas similares registradas entre 2012 y 2016, la cifra total podría superar el medio millón de personas, de los que sólo 33.500 residen en campos de refugiados debidamente organizados.
Bangladesh es uno de los países más densamente poblados del mundo, con entre 150 y 160 millones de habitantes, y esta crisis ha superado su capacidad de respuesta de emergencia, que resulta difícil de gestionar a medio y largo plazo difícil sin el compromiso de la ayuda internacional.
Tras la valoración inicial de necesidades y en coordinación con Grupo Sectorial (Clúster) de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas, Cáritas Bangladesh ha activado un plan de respuesta rápida de emergencia, que tendrá una duración de un mes y cubrirá la provisión de alimentos, artículos de primera necesidad y dinero en efectivo a unas 14.130 familias (unas 70.000 personas). El paquete de alimentos se compone de arroz, legumbres, aceite, sal, azúcar y agua. La entrega de dinero en efectivo permitirá a los desplazados destinar este efectivo a la adquisición de otros bienes de primera necesidad.
En 1982, Myanmar aprobó una ley según la cual las minorías étnicas debían demostrar que vivían en el país antes de 1823 para obtener la nacionalidad. La ley reconoce ocho razas y 130 grupos minoritarios, pero niega efectivamente la ciudadanía a aproximadamente 1 millón de musulmanes de etnia rohingya.
De acuerdo al gobierno de Myanmar, los rohingya son una etnia bengalí y debería ser el Estado de Bangladesh quien reconociese su cuidadanía. Sin embargo, los rohingya llevan cientos de años asentados en un territorio que actualmente es el estado de Rakhine, en Myanmar, y no se consideran bengalíes.
El derecho a la nacionalidad está recogido en el artículo 20 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Al no tener nacionalidad reconocida por ningún Estado, los rohingya son apátridas. Dentro de Myanmar sufren una larga lista de restricciones legales: su tarjeta de identificación es temporal, carecen de derecho a la propiedad, están obligados a solicitar un permiso para contraer matrimonio, el número de hijos que pueden tener está limitado y no tienen derecho a la educación en ningún grado.
Al verse privados de documentación o de la posibilidad de solicitarla alguna vez, su condición de apátridas los hace altamente vulnerables a la hora de migrar o desplazarse de forma segura, convirtiéndose en objetivo fácil para los traficantes de personas.
Tailandia y Bangladesh, los países vecinos a Myanmar, no son firmantes de la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, por lo que los rohingya tampoco pueden solicitar asilo de manera formal en su territorio. Además, conforme a las leyes de ambos Estados, la población de etnia rohingya está en riesgo de ser declarados inmigrantes ilegales en cualquier momento y con sus derechos de acceso a protección internacional seriamente limitados dada su condición de apátridas.
En 2015, a la luz del descubrimiento de tumbas colectivas en Tailandia y Malasia y la llamada “crisis de los botes”, cuando cientos de personas quedaron desamparadas en el mar, el cardenal de Rangún, la capital de Myanmar, Charles Bo, llamaba públicamente a la solidaridad y a la dignificación de todas las personas: “Rohingyas o bengalíes, nosotros como ciudadanos de Myanmar tenemos la obligación moral de proteger y promover la dignidad de todas las personas. Los nombres no pueden diluir la humanidad. Una comunidad no puede ser demonizada y denegados sus derechos básicos de ciudadanía, nombre y comunidad.”
A raíz de aquella crisis, Cáritas Española comenzó a colaborar con Cáritas Tailandia en los programas de asistencia de los rohingya que arribaron al sur del país. En un apoyo que dura ya dos años, Cáritas ha facilitado a estas comunidades de refugiados traductores, apoyo psicológico, artículos de primera necesidad, y actividades educativas y de terapia ocupacional.