En 1984, el misionero italiano Sebastiano D’Ambra, con un grupo de amigos cristianos y musulmanes, puso en marcha el Movimiento de Diálogo Silsiláh (www.silsilahdialogue.com), en Zamboanga, una ciudad filipina de 850.000 habitantes en Filipinas, de los que el 70% son católicos y el 25% musulmanes. Silsiláh, en árabe, significa "cadena" o "enlace" y se refiere a la conexión del hombre místico con Dios. 

Zamboanga es un lugar culturalmente peculiar: en la región, algo más de un millón de personas, incluyendo musulmanes, hablan 'chavacano', el único idioma creole (o criollo) de origen español en Asia. Por ejemplo, la jura de bandera filipina en chavacano se escribe así: "Yo un Filipino. Yo ta prometé mi lealtad na bandera de Filipinas y el país que ese ta representá con honor, justicia y libertad que ya pone na movemiento el un nación para Dios, para'l pueblo, para naturaleza, y para Patria". Es un lugar de diversidad cultural y étnica. Desde allí se ha extendido Silsiláh.

Durante todos estos años, el padre D'Ambra y el movimiento Silsiláh han acumulado experiencias de diálogo y han sido así un antídoto contra el integrismo y la violencia. A su paso por Roma, este misionero del PIME lo ha explicado en una entrevista para la agencia AsiaNews. 




Tras 500 años de historia, los cristianos filipinos deben entender que la fe no vive sólo de un legado y de la tradición. Quien hace sonar el despertador es el padre Sebastiano D’Ambra, 75 años, con 51 de sacerdocio a sus espaldas, quien desde hace 40 años está en Mindanao (Filipinas), y en estos días está de paso por Roma. 

Ha dedicado su vida a una 'misión imposible', al menos para algunos: hacer que musulmanes y católicos se encuentren, redescubriendo el nexo que los conduce al  único Dios

El Papa Francisco la define como la “cultura del encuentro”. “En las Filipinas, nosotros hablamos más bien de una cultura del diálogo, porque lamentablemente la palabra “encuentro” (“encounter”) representa los encuentros armados entre los grupos rebeldes musulmanes y los militares”, exp'lica él. 


- Me acuerdo de un docente que me preguntó: “Tienes sólo una vida, ¿cómo piensas gastarla?” Son palabras que quedaron grabadas en mi memoria. Me acuerdo del debate en torno al Concilio Vaticano II. Nuestro compromiso, de jóvenes estudiantes, en la evolución del diálogo interreligioso. Fue un factor importante que empujó a muchos de nosotros a partir, a ir en busca del mundo. Me acuerdo de la llegada a Filipinas y de los prejuicios entre las distintas partes de la sociedad, incluso en relación a nosotros. De allí nació mi voluntad de mediar siempre. Incluso en medio de los atentados. Incluso sufriendo los exilios en Italia.


- Es el movimiento para el diálogo inter-religioso más conocido en las Filipinas. Su corazón está representado por el Harmony Village en Zamboanga. Este movimiento apunta al diálogo, partiendo de la espiritualidad, regido por tres pilares: Dios, los otros y la creación. Para superar las barreras proponemos experimentos de convivencia entre cristianos y musulmanes. Para comenzar, un fin de semana al mes, hasta que surjan amistades. En el último tiempo estamos organizando encuentros entre catequistas católicos y docentes de las madrasas, para reflexionar sobre la importancia de trasmitir el mensaje de la paz a los jóvenes.


- El diálogo es un desafío continuo, a pesar de los obstáculos viejos y nuevos. Cuando llegué, conocí el Moro National Liberation Front en Zamboanga City, con su legado de matanzas y 10.000 casas quemadas. Luego vino Abu Sayaf, en Mindanao. Ahora debemos vérnoslas con las revueltas en Marawi, donde, por cierto, con el cese del fuego no se ha resuelto el problema. Los factores en juego son muchos: la ideología del Estado Islámico financiada por mucho dinero, que atrae a los jóvenes; la actitud del gobierno,  que no sabe cómo afrontar la emergencia y, sobre todo, el miedo ilógico que conduce a los prejuicios y a la violencia.


- Soy siciliano, hijo de la guerra. Viví el antes y el después del Vaticano II. El diálogo era visto casi como algo negativo. Muchos misioneros de la historia han sido héroes. Sentía que debía explorar nuevas vías en la misión.  Así, cuando llegué a aquel pueblo musulmán perdido, me ensimismé y me volví parte de ellos. Me gané su respeto. Alcé la voz para protestar por los abusos de los militares contra los pobres y las mujeres. Una actitud que me dio fuerza fue que luego fui llamado para hacer de mediador de los rebeldes. Trataron de corromperme con propuestas indecentes. Incluso trataron de liquidarme. Me decía a mí mismo: “Si los rebeldes arriesgan su vida por una ideología, ¿por qué entonces no puedo arriesgar la mía por una misión de amor?


- Terminé teniendo que regresar a Italia. En los años 19811982 estudié en el Instituto Pontificio de estudios árabes e islámicos de Roma. Allí elaboré la idea del camino espiritual común entre cristianos y musulmanes, que representó la base de lo que luego sería Silsilah.



- Al volver a las Filipinas, ya no estaba solo. La idea de Silsilah se había transformado en una realidad: estaba creciendo una comunidad de hombres y mujeres que querían vivir en paz.  Por eso el movimiento Abu Sayaff [terroristas islámicos salafistas, nota de ReL] quería que cerráramos las puertas. Hubo una escalada de presiones que culminaron en el asesinato del padre Salvatore [Salvatore Carzedda, misionero italiano del PIME, como el entrevistado, asesinado en 1992 en Zamboanga; nota de ReL]. Sobre su ataúd le hicimos entrega de una especie de “certificado” de pertenencia a Silsilah. Y en esa ocasión surgió una sola voz: “Padayon” (“Sigamos adelante”). 

»Pero por segunda vez tuve que volver a Italia, entre 1992 y 1995. En esos años, en Catania, justamente donde acabamos de celebrar hace pocos días el 25to aniversario de la muerte del padre Salvatore, emprendí el camino de espiritualidad que había conocido en las Filipinas: “Religiones en diálogo”. Así como en las Filipinas Silsilah ha generado el grupo “Emmaus dialogue community”, cuyo presidente actual es Aminda Esano, una laica consagrada con una fuerza que arrastra, también está naciendo un grupo similar de musulmanes que se llama “Muslimah”. Podemos decir que estamos en una fase de consolidación de nuestra experiencia, pero también que estamos llamados a hacer más.


- A menudo se habla de diálogo, pero no está la convicción profunda de que éste pueda darse. Hay expresiones de los musulmanes en relación a los cristianos, y viceversa, que conforman un background cultural que parece insorteable. Yo mismo me he encontrado llevando etiquetas y prejuicios adosados. Lo importante es no desanimarse. Nunca. Ni siquiera cuando hoy en la escuela oímos a un muchacho musulmán decirle a la maestra: “¿Sabes que nosotros podemos matar a los cristianos?” Y ha de subrayarse que esto lo ha escuchado en su familia.


- El cristianismo filipino, después de 500 años de historia (que se cumplen en 2021) debiera entender que una devoción que no llega a una profundidad, termina volviéndolo a uno más vulnerable. Frente al radicalismo islámico, es necesario equiparse.  Una fe diluida no es suficiente. Los católicos todavía deben despertarse en relación a esto. Debieran hacer un examen de conciencia para comprender que la fe no vive de la herencia y por tradición.  El islam, en cambio, debiera reflexionar sobre cuál es la contribución que de verdad quiere traer al mundo. ¿Acaso el wahabismo? ¿El conflicto entre sunitas y chiitas que atraviesa todas las latitudes y longitudes?