Cuando faltan 9 días para la llegada del Papa Francisco a la República Democrática del Congo (llega el 31 de enero), los rebeldes Mai-Mai que causan violencia e inestabilidad en la región de Kivu del Norte han atacado a un grupo de seminaristas de los misioneros combonianos, alcanzando a uno de ellos con un disparo en una pierna.
El superior provincial de los combonianos, el padre Léonard Ndjadi Ndjate, ha difundido que a las 7 de la mañana del domingo (hora local), los rebeldes tirotearon su vehículo que volvía del campo y que transportaba a cuatro postulantes combonianos junto a su formador, el hermano Jacques Eluma.
Dispararon sin más miramientos contra el vehículo, hiriendo al hermano Héritier Mambaya, de 22 años, que está su tercer año de formación como postulante. Ha sido ingresado en el hospital de Matanda en la ciudad de Butembo, para extraerle la bala. El provincial no ha desvelado más detalles sobre su estado y ha pedido “la intercesión de San Daniel Comboni”, fundador de esta congregación de misioneros especialmente volcada en África.
El padre Ndjate ha denunciado “con la mayor firmeza este ataque bárbaro y criminal contra inocentes. Deploramos la incapacidad de las fuerzas del orden para proteger a las poblaciones del Este. Pedimos orar por la paz en esta región y en toda África. Que Dios conceda a nuestros jóvenes una pronta recuperación y la salud necesaria”.
La República del Congo acusa a la vecina Ruanda de financiar a los grupos que mantienen la violencia y falta de control estatal en su región de Kivu Norte. El mismo Papa Francisco, en su entrevista con la revista misionera Mundo Negro, explicó que no visitaba esa zona del país por razones de seguridad.
"No voy porque tenga miedo, a mí no me va a pasar nada, pero con un ambiente así y viendo lo que están haciendo, tiran una bomba en el estadio y matan a muchísimas personas. Hay que cuidar a la gente", comentó en la revista de los combonianos.
Las provincias de Kivu, en la frontera de Ruanda, llevan 20 años de inestabilidad y violencia.
Cómo es una nueva misión en República Democrática del Congo
Hay una web que va contando acciones de los combonianos en Congo en español (aquí). El pasado mes de octubre de 2022 los misioneros combonianos anunciaban que abrían una nueva misión en la remota Buta, en el norte del país, en la provincia del Bajo Uele, a 200 kilómetros de República Centroafricana.
Los misioneros recuerdan que es un país rico en diamantes, oro y otros recursos, donde casi nadie se interesa por el desarrollo del país. “Si no fuera por el Evangelio y los pobres, nos quedaríamos con gusto en casa”, explicaba en una nota el sacerdote misionero Franco Laudani, italiano de 80 años, que ha llegado allí acompañado del padre Roberto Ardini, de 79 años.
El padre Léonard Ndjadi Ndjate, superior de los combonianos en Congo, con los veteranos sacerdotes misioneros italianos Ardini y Laudani.
“Estamos llenos de confianza. Se trata de una verdadera zona misionera, al estilo de San Daniel Comboni: entre los más pobres y abandonados. Pero parecen tan generosos y felices de recibirnos”.
Recorrer 400 kilómetros desde Kisangani les ha costado 3 días, siempre rezando a "la Beata Anwarite, Patrona de nuestra parroquia, San Daniel Comboni, el rosario en silencio porque no teníamos el valor o la fuerza para decirlo en voz alta. Y luego, ver el sufrimiento de estas personas, jóvenes en moto que llevan una carga de 300/400 kg, tanto que por detrás, antes de llegar a ellos, crees que tienes un coche delante y en cambio es una moto cargada como una furgoneta”.
Buta cuenta con unos 500.000 habitantes, con muchos edificios bien conservados de la época colonial. Sólo hay cuatro parroquias y en toda la diócesis nueve sacerdotes locales y dos parroquias encomendadas a religiosos, incluidos los combonianos.
“Soy el único 'viejo blanco' y sin duda, el único anciano como sacerdote. En la ciudad, el nivel económico me parece medio, pero más allá del Rubí, es decir, en nuestra parroquia, la pobreza es absoluta. Esto nos ayudará a ser ‘familia’ sin secretos ni discriminaciones. A doscientos metros de la capilla tenemos nuestra residencia, una pequeña casa con cuatro habitaciones vacías pero limpias, rodeada por una valla de cañas de bambú. No hay electricidad, ni en nuestra casa ni en la ciudad, ni agua, fuera hay una ducha (cubo) y un retrete. Sólo hay tres bancos en la iglesia, la iglesia es oscura, la gente se sienta en tablones de madera y utilizan una pequeña batería con algunas lámparas para iluminar. Más adelante, veremos cómo organizar las cosas principales”, adelantaba en octubre el misionero italiano.