La Iglesia Católica es una de las instituciones más fiables y que mejor funcionan en el continente africano. Su labor a pie de campo le ofrece una visión y unas fuentes únicas, lo que le ha permitido hacer una radiografía de lo que está ocurriendo en el Congo, donde desde hace seis meses hay un conflicto que se ha convertido en una guerra civil oculta.
La nunciatura apostólica en la República Democrática del Congo ha presentado un informe en el que denuncia que la violencia en el país causó la muerte de 3.383 personas desde octubre de 2016. El documento presenta un “resumen de los daños sufridos por las instituciones eclesiásticas” en base a informes seguros “a partir del 13 de octubre de 2016, fecha del primer ataque contra una parroquia”, indicó la nunciatura.
Según ese documento que recoge AICA, varias estructuras eclesiásticas fueron dañadas o cerradas, en particular 60 parroquias, 34 centros religiosos, 31 centros de salud católicos, 141 escuela católicas, 5 seminarios y un obispado.
Indica, además, que 20 aldeas fueron “completamente destruidas”, entre ellas “10 por las Fardc (Fuerzas Armadas), cuatro por milicianos y seis por autores desconocidos”. Da cuenta también del hallazgo de 30 fosas comunes.
Desde septiembre de 2016, la región de Kasai está conmocionada por la rebelión de Kamwina Nsapu, jefe tradicional muerto en agosto pasado durante una operación militar tras haberse rebelado contra el poder central.
La violencia que implica a milicianos, el ejército y la policía causó el desplazamiento de 1,3 millones de personas. La ONU acusó a los rebeldes Kamwina Nsapu de reclutar niños soldados y haber cometido atrocidades, y denuncia el uso desproporcionado de la fuerza por parte del ejército.