En 2018, el mercedario español Alberto Vera Aréjula, hoy de 65 años, fue designado obispo de Nacala, en Mozambique, una gran diócesis costera, de 2,7 millones de habitantes, de los que un 40% son católicos. Cuenta con un importante puerto exportador. Antes, desde 2015, fue obispo auxiliar en Xai-Xai.
Lleva muchos años en Mozambique, ha visto renacer muchas obras de la Iglesia en ese país que durante 20 años sufrió un régimen comunista que expulsó a los misioneros y destruyó muchas de sus obras. Pero ahora asiste con inquietud al aumento de la violencia armada.
Dice que no sabe quién "maneja los hilos" pero sí de dónde salen los jóvenes armados y violentos: de la pobreza, ignorancia y desesperación.
"Muchos de los jóvenes, que están ahí en la guerra con los terroristas, han sido de alguna forma comprados por dinero. No es fundamentalismo. Yo creo que fundamentalismo hay en cuatro o seis dirigentes que son los que están organizando esta guerra, son aquellos que no tienen rostro. El resto son jóvenes sin futuro; y mientras no solucionemos esta situación, dando un poco de esperanza a la juventud, es difícil que se solucione también la situación de terrorismo y de guerra", advierte.
Los terroristas que mataron a una misionera
El pasado 7 de septiembre, unos terroristas atacaron la misión de Chipene y mataron a la religiosa comboniana María de Coppi. El obispo ha explicado a la agencia misionera OMPress cómo lo vivió, "con una tensión muy grande, casi en directo".
"La noche del día seis al siete de este mes de septiembre la pasé en vela. Estaba en conexión telefónica con los misioneros, con los dos padres italianos -Lorenzo y Loris- y me informaba de cómo habían entrado los terroristas, y que estaban quemando las casas de las hermanas, la de los padres… Y a las 2 de la mañana se cortó la comunicación. A partir de ese momento una angustia… pasé la noche rezando todo el tiempo, esperando que no muriese nadie. A las 9:00 recibí la comunicación de los dos padres italianos que decían que estaban vivos y que la hermana María había sido asesinada de un disparo en la cabeza", recuerda.
"Esta zona está en el norte de la diócesis, en el distrito de Memba, que tiene unos 4.000 km2. Allí tenemos dos misiones, Cabá Memba y Chipene. Los ataques crearon una situación de miedo tan grande que la población comenzó a huir", añade el obispo.
"Esperábamos lo peor porque en esos días la mayoría de la población salió de Chipene. Nosotros hablamos sobre qué hacer. A las jóvenes del hogar -unas cuarenta- las mandaron para casa, para que buscaran un lugar en las familias; y pensaban salir a la mañana siguiente. Se quedaron doce jovencitas en el hogar de niñas con tres hermanas".
Ahora, explica, "parece que algo se ha calmado, no ha habido ningún acto terrorista y el ejército ha logrado controlar esta zona, y ahora los terroristas están utilizando una táctica más de guerrilla".
Una misión reconstruida con esfuerzo
En el momento del ataque había en la misión una religiosa española y dos italianas. La misión antiguamente incluía un centro de salud y una escuela primaria, pero en 1975 el Estado comunista lo confiscó. Luego, en la guerra civil, eso quedó destruido. En la actualidad la misión incluye una iglesia grande, de 70 años, una casa cercana para los sacerdotes, una casa para las religiosas, un hogar para chicas que estudian allí y un hogar para muchachos que se inauguró hace dos años.
"Esa es la estructura de casi todas las misiones-parroquias que hay en mi diócesis, por lo menos doce tienen esa misma estructura. En algunas, el gobierno todavía sigue con la escuela; en esta, en el centro de salud sigue también el gobierno y la escuela quedó destruida y han construido otra en otro sitio".
Los terroristas entraron en la casa de las religiosas mientras la hermana María de Coppi estaba hablando por teléfono con su sobrina, que es otra religiosa comboniana que vive en la curia de la congregación comboniana en Italia. Así, las combonianas de Italia se enteraron al momento. También estaba en la casa la hermana Ángeles, comboniana española de 82 años, y vio a la hermana María ya en el suelo: le habían disparado desde la ventana.
"Creo que el terrorista al ver a la hermana que estaba hablando por teléfono pensó que estaba avisando a la policía o al ejército. Se llevaron a la hermana Ángeles y quemaron la casa. Iba alguien con una especie de sulfateadora, echando un líquido inflamable que sería gasolina o algo así, y le pegaban fuego. Y de ahí llevaron a esta hermana Ángeles a la iglesia, y comenzaron a quemar los ornamentos, lo que hay en la sacristía, los bancos…"
La española y las chicas se escondieron en el bosque
El obispo da más detalles de esa noche de miedo y violencia. "Como era de noche, a la hermana la dejaron sentada a la puerta de la iglesia y ella aprovechó para ir hasta el lar. Allí estaba otra hermana con doce jovencitas que no habían podido irse con sus familias porque vivían muy lejos, y esperaban sacarlas al día siguiente. Y les avisó “hay hombres armados” y salieron a la foresta, caminaron y ahí se quedaron hasta el amanecer. Y la hermana Ángeles también aprovechó y se quedó por ahí en un lugar oscuro, también fuera de la misión, a esperar a ver qué pasaba".
"Los terroristas también quemaron la casa de los padres. Pero no sabemos por qué motivo las dos habitaciones donde ellos estaban durmiendo -se quedaron en la habitación, no salieron en toda la noche-, las respetaron. Comenzaron a quemar la casa, entraron en todos los cuartos, rompieron las puertas… excepto en los dos cuartos donde viven los padres. Estuvieron con la casa ardiendo y respirando humo… Al final, la hermana Ángeles regresó cuando vio todo en silencio al amanecer y fue a buscar a los padres. Ella dice que pensaba que estarían muertos, y sin embargo llegó y estaban vivos, gracias a Dios", añade.
Si el pueblo se va, los misioneros también se van
El obispo dice que no tiene miedo, pero sí "precaución y prudencia".
"El criterio que yo digo es –lo hemos hablado en una reunión con todos los misioneros-: cuando el pueblo se va, los misioneros se van, no podemos quedarnos a cuidar paredes. Se ha creado un miedo muy grande en el pueblo, y en toda la zona de la costa la gente se ha ido. Nosotros mismos los hemos recibido en Nacala", explica.
Es difícil calcular el número de desplazados. "El gobierno dice 10.000, aunque yo pienso que por lo menos 50.000 personas han salido de Chipene, de Cabá, de Memba; y han ido hacia el este, en dirección a Lúa y Namapa, y otros han venido hacia Nacala Bella y Nacala Porto, que es donde yo resido. Ahora que se está calmando la situación, parece que nuevamente el pueblo está retornando a sus casas. Están a unos 200 km, pero el camino es de tierra, así que se tarda en camión más o menos de 5 a 7 horas.
El obispo Alberto Vera señala que la zona de la que vienen los terroristas y donde actúan está localizada en las misiones del norte en la costa, la misión de Memba y de Chipene.
"La mayoría de los terroristas jóvenes -no los que organizan esta guerra cruel, los cabezas, que no sabemos quiénes son- que han estado luchando en Cabo Delgado, son en su mayoría de estos distritos de mi diócesis. Incluso de la misma ciudad de Nacala también, porque ahora la policía está deteniendo a muchos jóvenes que sospechan que también han estado con los terroristas", detalla.
Un país lleno de jóvenes que no tienen qué hacer
Mozambique es uno de los países con más población joven del mundo, pero cuando los chavales acaban la escuela primaria no tienen casi ninguna salida, ni de estudios ni de trabajo.
"La población mozambiqueña, más del 50%, tiene menos de 16 años. Los niños y las niñas con 12-13 años se quedaban en la calle y sin saber qué hacer, y esto aumentó el nivel de violencia y delincuencia", apunta.
"En el sur de Mozambique, donde está la capital, el gobierno ha ido cambiando mucho esa situación en estos veinte años. Allí hay escuelas para todo el mundo. Pero al nombrarme obispo de Nacala, más al norte, lo que he descubierto es una pobreza extrema, absoluta. Casi la mayoría de las personas viven del campo, o de la pesca. El 50% de niños no van a la escuela", denuncia.
"Estoy promoviendo de todas formas, con musulmanes y católicos, el que los niños vayan a la escuela, que aprendan a leer y a escribir. Tengo muchísimas personas, un porcentaje muy alto de mujeres -casi el 70%- que son analfabetas; y entre los hombres más del 50%. Y los musulmanes, por sus costumbres, a las niñas cuando tienen diez u once años las sacan de la escuela. No se valora para nada la educación. Creo que este es el problema, una causa fundamental de lo que está pasando en Cabo Delgado", apunta.
Liberar de esclavitudes
Los mercedarios siempre han combatido las esclavitudes. Así, él denuncia que "las personas que más esclavizadas están son las mujeres por tradiciones, que vienen muchas de ellas desde hace 1.200 años, cuando llegó el mundo islámico a la zona de la costa de Mozambique".
Hay otras cosas que esclavizan a los jóvenes: "la falta de educación, la falta de progreso… En esta zona hay oro en casi todos los ríos y los jóvenes, a los doce años, prefieren ir a sacar unos cuantos gramos de oro en un río que seguir en la escuela. Claro, eso a la larga no les da ninguna oportunidad de futuro".
Después de la violencia, a muchas religiosas misioneras en la zona "les ha entrado un poco el miedo". Por eso, el obispo pide oración "para que nos dejemos llevar por el Espíritu Santo, por la fuerza de Dios, y que sepamos servir a este pueblo que está muy necesitado de todo".