Corea del Norte lidera todos las clasificaciones mundiales de persecución a los cristianos. Y así año tras año en los que el régimen estalinista liderado ahora por el excéntrico Kim Jong Un persigue todo vestigio cristiano. Tanto es así, que en realidad se desconoce el número de creyentes que pueda haber en el interior de sus fronteras.
Sin embargo, pese al hermetismo del régimen, los norcoreanos que logran huir del país cuentan los horrores que se viven en el país y los campos de concentración que existen y en los que internan a los cristianos.
“He escuchado historias tan insoportables que se me saltaban las lágrimas de sufrimiento y vergüenza”. Así se manifestaba recientemente en una vigilia organizada por Ayuda a la Iglesia Necesitada en Francia, el sacerdote Philippe Blot, de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.
De esta manera, este misionero francés se lanzó a compaginar su labor con los jóvenes de la diócesis de Gwachon, en Corea del Sur, con la de rescatar a refugiados de Corea del Norte que huyen de la persecución y del hambre.
Según recoge Alfa y Omega, este religioso viaja dos veces al año a China para ayudar a estos norcoreanos que han logrado sobrepasar la frontera para que puedan pasar a países como Laos, Camboya o Corea del Sur.
El padre Blot sabe que se juega la vida ayudando a estos refugiados. Por ejemplo, el pasado año un pastor evangélico que trabaja con estos norcoreanos fue asesinado en China. Pero el sufrimiento de estas personas puede más que el miedo.
“La mayoría de ellos lleva encima cuchillas de afeitar para suicidarse si son atrapados. Cada vez que voy a China no encuentro a cerca de un 10% de los norcoreanos que conocía allí (de viajes anteriores): han sido asesinados o se han suicidado”, relataba el misionero francés.
Durante los últimos siete años el padre Blot ha ido creando toda una red con “traficantes de confianza, gente que cobra pero que son de fiar”. En cada visita pone en contacto con ellos a cerca de una veintena de refugiados. Durante 10 o 15 días, estos ‘guías’ los acompañan desde el noreste del país hasta la frontera sur, y de ahí a su país de destino. Entre su sueldo y el dinero necesario para pagar a la gente que los acoge por el camino y para sobornar a policías y guardias fronterizos, el coste por refugiado es de entre 4.000 y 5.000 euros. El padre Blot recauda todo ese dinero entre amigos y conocidos.
Si quiere ayudar a los cristianos perseguidos puede hacerlo a través de Ayuda a la Iglesia Necesitada pinchando AQUÍ