El pasado sábado, con el Papa en plena visita a Lituania, la Santa Sede anunciaba un Acuerdo Provisional con China centrado en el nombramiento de obispos. Además, el Vaticano readmitía a siete obispos ilegítimos que no estaban en comunión con Roma. La noticia, de gran trascendencia tras el fin de las relaciones diplomáticas entre los dos estados en 1951, desató por un lado reacciones entusiastas que calificaron de "histórico" el acuerdo, y por otro las críticas por la supuesta cesión ante el régimen chino.
El sacerdote italiano Bernardo Cervellera ha querido analizar el acuerdo para mostrar tanto las luces como las sombras del acuerdo. Y en su opinión, hay ambas cosas. Su voz es una de las más autorizadas pues no hay muchos que tengan un conocimiento más directo de lo que sucede en China.
Cervellera es periodista, sacerdote y misionero, director de la agencia AsiaNews y antiguo director de Agencia Fides. Cervellera ha vivido en Pekín, donde fue profesor de Historia de la Civilización Occidental en la Universidad de Beida. Ha escrito dos libros sobre el país: "Misión China, viaje en el imperio entre el mercado y la represión" (de 2006) y "El reverso de la medalla: la China y las Olimpiadas", de 2008.
Este el análisis que hace en AsiaNews:
El acuerdo China-Vaticano: algún paso positivo, pero sin olvidar a los mártires
Días después de lo que con tanto énfasis muchos han definido como un “histórico acuerdo”, el firmado entre China y la Santa Sede sobre el nombramiento de los obispos, tratemos de comprender y evaluar su importancia. El sobrio anuncio de la Sala de Prensa vaticana -mientras todos los periodistas estaban comprometidos en otras partes, en el viaje a Lituania del Papa Francisco- fue recibido con un encendido optimismo y un oscuro pesimismo.
Entre los optimistas, el adjetivo “histórico” fue usado hasta el hartazgo, olvidando que el acuerdo fue definido como “provisional” y sujeto a “evaluaciones periódicas” y que el mismo director de la Sala de Prensa habló de “inicio” de “un proceso” y no de su “fin”.
Para los pesimistas, este es “el inicio" de una entrega total de la Iglesia china en manos del Estado, el cual, como ya sucedió, hará lo que quiera (esto es: un instrumento del Partido), y señalan con el dedo el silencio ante los sufrimientos que los católicos oficiales y no oficiales sufren desde hace setenta años.
Ya otras veces hemos dicho que en AsiaNews no somos ni optimistas ni pesimistas, sino realistas. Y tal realismo nos permite ver lo positivo y lo negativo en este frágil y “provisional” acuerdo.
El Papa en el nombramiento de los obispos
Hay de hecho una novedad: de algún modo -que ignoramos, porque el texto no fue hecho público ni lo será-, la Santa Sede estará implicada en los nombramientos de los obispos. Esto, al menos en el papel, significa el final de la Iglesia “independiente” tan anunciada todos estos años y el reconocimiento de que también un obispo chino necesita el vínculo con el Papa para poder ejercer su ministerio. Según el acuerdo, no será ya posible nombrar y consagrar a un obispo sin el mandato papal, aunque el gobierno o la asociación patriótica o el consejo de los obispos podrán proponer sus candidatos. Y esta es la parte optimista.
Pero también está el lado pesimista: ¿qué sucederá si el candidato propuesto por China no es aceptado por el Papa? Hasta ahora se habló de un poder de veto temporal del pontífice: el Papa debía motivar su rechazo en el plazo de tres meses, pero si el gobierno consideraba inconsistentes las motivaciones papales, continuaría con el nombramiento y la ordenación de su candidato. Al no conocerse el texto del acuerdo, no sabemos si esta cláusula se ha mantenido, si realmente el pontífice tendrá la última palabra sobre los nombramientos y las ordenaciones o si, en cambio, su autoridad será solo formal.
Un canonista amigo mío está “seguro” de que el Papa tendrá un poder permanente sobre la elección última de los candidatos “porque la Iglesia no puede actuar de otro modo”. En todo caso, este es uno de los puntos que -faltando el texto del acuerdo- habrá que verificar en los próximos meses con posibles nombramientos y ordenaciones que esperan desde hace años.
El levantamiento de las excomuniones
Otro elemento positivo es el levantamiento de la excomunión de siete obispos ordenados sin mandato papal desde 2000 hasta 2012. Es un hecho positivo porque, al menos en principio, ayudará a los católicos chinos a vivir más la unidad. Estos obispos excomulgados eran utilizados por la Asociación Patriótica para dividir a la Iglesia, haciendo asistir a católicos, obligados por la policía, a las ceremonias de ordenaciones episcopales.
Liu Xinhong es uno de los prelados excomulgados y cuya excomunión ha sido levantada por la Santa Sede
También hay que decir que varios de ellos han realizado un camino de arrepentimiento y desde hace años piden la reconciliación con Roma. El levantamiento de las excomuniones no forma parte del “paquete del acuerdo”, sino que es un gesto de la Iglesia, si bien -quizás con astucia política un poco ingenua- la reconciliación se anunció el mismo día de la noticia sobre el acuerdo.
Pero entre los fieles chinos -parte de ese “santo pueblo fiel de Dios” que el Papa nos pide escuchar- se siente humillación y tristeza porque algunos de estos obispos reconciliados son conocidos por tener amantes e hijos y ser “colaboracionistas”. Muchos otros se preguntan si los obispos reconciliados pedirán perdón al pueblo al que han escandalizado con su modo de obrar en forma “independiente”. Precisamente el cardenal Pietro Parolin, en su comentario sobre el acuerdo, pidió “gestos concretos que ayuden a superar las incomprensiones del pasado, también del pasado reciente”.
Acuerdo “pastoral” y “no político”
Otro elemento totalmente positivo del acuerdo es su carácter “pastoral” y “no político”. En efecto, el acuerdo fue firmado sin que China exigiese como condición previa la ruptura de las relaciones diplomáticas con Taiwán. Durante décadas, e incluso en los últimos años de diálogo en tiempos del Papa Francisco, el estribillo de China era que si el Vaticano quería mejorar las relaciones con Pekín, ante todo tenía que interrumpir las relaciones diplomáticas con Taiwán y no entrometerse en los asuntos internos de China. Con el acuerdo “pastoral” estas dos condiciones se evitan: el Vaticano interviene en el nombramiento de los obispos y no hay ninguna ruptura con Taiwán, para gran alegría tanto del ministerio de Exteriores de la isla como del embajador en la Santa Sede.
La persecución no mencionada
Pero hay otro elemento que es totalmente negativo: ni en la noticia del acuerdo ni en sus explicaciones existe la más mínima mención a la persecución que los católicos y todos los cristianos están soportando en estos tiempos. Como ha recogido esta agencia tantas veces, en nombre de la “sinización” en China son quemadas y destruidas cruces, demolidas iglesias, se arresta a los fieles y a los jóvenes menores de 18 años les está prohibida la participación en las funciones religiosas y en la educación religiosa. Además hay obispos y sacerdotes desaparecidos a manos de la Policía; obispos en arresto domiciliario; obispos no oficiales considerados como criminales; controles de todo tipo en la vida de las comunidades. A todo esto se añade la persecución a la que son sometidas las demás comunidades religiosas (budistas, taoístas, musulmanas…) que ponen de manifiesto la visión negativa que tiene China sobre las religiones y su proyecto de asimilarlas o destruirlas.
El régimen ha aumentado la presión y persecución contra los cristianos en China
Esto hace mirar al acuerdo provisional como un resultado extraño, un poco inesperado, provisional, pero sin futuro, porque deja una sombra de sospecha sobre el interlocutor con el que decidió dialogar la Santa Sede. De hecho, desde China llegan comentarios que expresan su alegría por el acuerdo, pero también tristeza, porque los chinos no confían en sus autoridades políticas.
A este propósito, hace algunos meses el Papa Francisco dijo en una entrevista que “el diálogo es un riesgo, pero prefiero el riesgo en vez de la derrota segura de no dialogar”. Por tanto, es mejor dialogar con un interlocutor en el que no confías, que permanecer sin moverse. Desde este punto de vista, el acuerdo, si bien provisional, representa sin duda una nueva página.
Los mártires lituanos y los mártires chinos
Queda el hecho del silencio sobre las persecuciones. En todos estos años la Santa Sede calló sobre cualquier acto de persecución: asesinato de sacerdotes, iglesias destruidas, obispos arrestados… Esto dio a muchos la impresión de que el diálogo era más “político” que “pastoral”. Justamente el domingo, el Papa Francisco, en Vilna, recordando a las víctimas del genocidio nazi y comunista, rezó una oración en la cual pide al Señor para que no seamos “sordos al grito de todos aquellos que hoy continúan elevando sus voces al cielo”. Y es justamente eso lo que los católicos chinos nos piden.
Me he preguntado cómo es que la Santa Sede quiso comunicar la firma del acuerdo justo en el momento en el que el Papa Francisco, en Vilna, recordaba el gran testimonio de los católicos lituanos bajo el comunismo, su resistencia y fe bajo las torturas, su condición de semilla para una sociedad más libre y más acogedora. También entonces los católicos discutían y se dividían entre la denuncia y la resistencia y la Ostpolitik vaticana. Si se mira al acuerdo sólo como una cosa negativa, entonces la memoria de los mártires lituanos podría dar pie a una interpretación de los “dos pesos y dos medidas” con las que actúa a menudo la diplomacia, y el homenaje a los mártires en Vilna sería una tomadura de pelo a los sufrimientos de los cristianos chinos.
Pero si en el acuerdo, aunque provisional, se ve un poco de positividad, entonces las celebraciones lituanas son un signo de esperanza: el comunismo, “el delirio de omnipotencia de aquellos que pretendían controlar todo”, no venció. Y lo mismo se podría esperar para China.