El grupo islámico Jamat-ul-Ahrar es una facción del Tehreek-i-Taliban Pakistan. Es responsable del atentado perpetrado en la Asamblea de Punjab, cuyo saldo se eleva ya a 14 víctimas. Iglesias, lugares de culto sijs e hindúes no son blanco de los talibanes “siempre y cuando no brinden su apoyo a las instituciones”.
El grupo islámico. Jamat-ul-Ahrar, vinculado a los talibanes, responsable del atentado ocurrido frente a la Punjab Assembly de Lahore, ha lanzado una advertencia: las iglesias católicas y los lugares de culto de las minorías religiosas de Pakistán no serán atacados, siempre y cuando mantengan distancia de las instituciones de gobierno.
En conversaciones con AsiaNews, Saeeda Deep, islámica y responsable del Institute of Peace and Secular Studies, expresa su preocupación por la seguridad de los lugares sagrados de las minorías, porque “las iglesias y edificios de este tipo son blancos fáciles, a diferencia de los edificios del gobierno, que están bajo una estricta vigilancia. Además, los terroristas saben que al atacar a las minorías, obtienen el favor de su público. Ellos están adiestrados para matar, sólo les basta una excusa para ello”.
En un video difundido por la facción Jamaat-ul-Ahrar, que ha reivindicado el ataque llevado a cabo mientras se desarrollaba una protesta de farmacéuticos, los militantes afirman: “Iglesias, templos [hindúes], gurdwara [sijs] y todos los lugares de culto no islámicos no forman parte de nuestros objetivos, a menos que, o en tanto estos lugares no sean usados contra nosotros por parte de los enemigos”.
La referencia es al ejército pakistaní y al gobierno, a quienes culpan de la operación llevada a cabo en el 2007, que condujo al asesinato de Abdul Rashid Ghazi, un líder fundamentalista de la Lal Masjid (Mezquita roja), que fue asediada durante días por el ejército. Por eso, en el video se explica que las políticas del grupo toman su nombre de la “operación Ghazi”. Todos aquellos que vayan contra el “profeta”, aseguran, “y las personas involucradas en crímenes de blasfemia contra el profeta son nuestros blancos”. En este caso se está señalando a los ahmadíes, una minoría musulmana considerada herética.
A propósito de las declaraciones del grupo. Monseñor Joseph Coutts, arzobispo de Karachi, afirma que “es difícil comprender a los talibanes. Todo depende del modo en que piensan, de cómo interpretan la noción de enemigo y de cómo conectan las circunstancias entre sí. Ellos han escapado como una serpiente en un vaso de vidrio”. “Podrían llegar a hacer cualquier cosa –agrega- a un funcionario del ejército que visite una iglesia, o a un policía que preste servicios de custodia en una misa dominical. Se trata de un tipo de guerrilla distinto. Por eso, tenemos que aprender a protegernos”.
Saeeda Deep sostiene que “hasta los tribunales tienen miedo de emitir sentencias contra los talibanes o contra aquellos que siguen su ideología. El ahorcamiento de Mumtaz Qadri, asesino y reo confeso del ex gobernador de Punjab Salman Taseer, fue una auténtica rareza. Incluso el hecho mismo de producir pruebas contra los terroristas implica [recibir] amenazas de muerte”.
El sacerdote. Emmanuel Yousaf Mani, director de la Comisión nacional Justicia y Paz de la Conferencia episcopal pakistaní, afirma que no quiere “generar un clima de histeria”. Sin embargo, admite que los comentarios del grupo talibán publicados en las redes sociales “podrían influencia a muchos lectores”. La situación es todavía más delicada si se considera que la facción Jamaat-ul-Ahrar es la responsable del atentado de Pascua, perpetrado en un parque de Lahore, que el año pasado provocó la muerte de 70 personas, en su mayoría, cristianos. “Sólo podemos hablar de paz –concluye el sacerdote-, y pedir a este tipo de grupos que abandonen en terrorismo. No pedimos un tipo de seguridad excepcional, sino que recordamos que es tarea del gobierno proteger a todos los ciudadanos, prescindiendo del credo que profesen”.