Joseph Dinh Duc Dao es el obispo de Xuân Lôc, una diócesis vietnamita de unos 3 millones de habitantes, de los que un tercio son católicos, entre ellos muchos que llegaron huyendo de Vietnam del Norte después de 1954. Entre los refugiados y relocalizados estaba la familia de quien hoy es obispo. Su seminario tiene 450 seminaristas (de once diócesis distintas). Pastorea 250 parroquias, 500 sacerdotes y unas 2.200 religiosas. Y estamos hablando de un país oficialmente comunista surgido de una sangrienta guerra civil.
Duc Dao estudió en Roma en el Instituto para la Propagación de la Fe, se doctoró en Teología moral en la universidad redentorista Alfonsianum y también en Misionología en la Universidad Gregoriana. Entrevistado en la agencia AsiaNews habla del vigor de su diócesis y afirma: "¡Es más difícil ser obispos o sacerdotes en Europa que en Vietnam! Allí, si somos atacados, la comunidad nos defiende".
- En el contexto de su obispado, el seminario se impone en modo concreto...
- Nuestro seminario es el que tiene el mayor número de seminaristas en todo Vietnam. Tenemos 454 seminaristas de 11 diócesis, la mitad de los cuales provienen de Xuân Lôc. En total en el país tenemos unos 2.000 seminaristas en 8 seminarios mayores. Nuestra diócesis fue fundada en 1965 por la arquidiócesis de Saigón. Sobre 3,5 millones de personas, hay más de 1 millón de católicos, un tercio de la población. Somos más que en Saigón, donde hay unos 700.000 católicos. Nuestra diócesis recibió a muchos fieles migrantes: en 1954, los que provenían del Norte; los del centro en 1972; por último, después de 1975, cuantos llegaron de todas las partes del país, a causa de la fertilidad de nuestro territorio. Los católicos locales se integraron con los migrantes. Hemos construido una tradición religiosa común. Yo soy del norte...
- ¿Cómo se manifiesta hoy esta diferencia entre el Norte y el Sur de Vietnam?
- Podemos decir que las personas en el Norte y en el Centro son más “combativas” que las del Sur. Es así porque tuvimos que luchar para preservar nuestras vidas, nuestras identidades. Tanto en la vida cotidiana como en la vida de la Iglesia, la gente del Sur vivió mucho tiempo con más libertad. Las vocaciones que tenemos aquí provienen a menudo de familias del Norte.
- ¿Cuáles son sus relaciones con las autoridades?
- Durante la guerra, la Iglesia trató de servir a las personas, manteniendo un equilibrio. Desde 1975, trató de ser aceptada, de entrar en la sociedad gobernada por los comunistas. Hoy, al menos en apariencia, somos aceptados. Tratamos de vivir juntos, de servir la sociedad con espíritu misionero. Hoy los católicos son considerados un grupo como los otros. Nuestros lazos con Roma no son vistos como una traición, un peligro político. Vivimos una evolución cada vez más favorable a la evangelización. Pero debemos siempre ser cautos en la acción… Sea en un régimen comunista o capitalista, estamos llamados a ser testigos fieles de Jesucristo. La mentalidad de la Iglesia no es la beligerancia. Debemos simplemente anunciar el Evangelio de Cristo, fuente de alegría y reconciliación. En general, la Iglesia de Vietnam es percibida como un factor de reconciliación, sobre todo a causa de nuestra presencia entre los más débiles.
- ¿La Iglesia católica en Vietnam ya no es vista como parte de una potencia extranjera?
- Esa equivocación, que por mucho tiempo se identificara a los católicos con la ocupación de las potencias occidentales, hizo difícil la evangelización. Es verdad que la mentalidad confuciana del sistema imperial podría equiparar la conversión al cristianismo con la traición. Francia usó esta identidad, muy estrecha, complicando la situación, mientras defendía a los perseguidos. Además, nuestra mentalidad tiende a considerar todas las religiones al mismo modo. Pero para nosotros Jesús es un absoluto: debemos elegirlo.
- ¿Cómo se imagina el futuro de su diócesis?
- Nuestra diócesis se está urbanizando cada vez más. Pero la vitalidad de la fe sigue ahí. Aquí en Europa, la fe son ideas. Allá en Vietnam la fe es vida. Es seguro que el viento de la secularización, que trae consigo la seducción de la riqueza, sopla en todo el mundo. Pero, en Europa, la secularización, si mira a la adquisición de riqueza, no está ni contra Dios ni contra la Iglesia. En un cierto sentido, la Iglesia es perseguida tanto en Europa como en Vietnam. ¡Es más difícil ser obispo o sacerdote en Europa que en Vietnam! En Vietnam, si somos atacados, la comunidad nos defiende. La Iglesia es como una familia de Dios. Este concepto de familia determina las relaciones entre las personas para toda la vida.
- ¿Cómo ve el futuro de las vocaciones?
- Tenemos todavía muchas vocaciones, pero notamos una cierta disminución, a causa de una vida material más fácil, de la seducción provocada por las riquezas disponibles. Pero son siempre las parroquias y las familias las que sostienen a las vocaciones. En nuestra cultura, la religión es una herencia de la persona, de la familia.
- Usted que es el rector del nuevo Instituto Católico de Vietnam. ¿Qué se espera?
- El Instituto Católico es una realidad nueva, que tiene sólo 3 años. Hemos empezado con unos 50 estudiantes, que hoy son ya 120. Es un verdadero desafío para nosotros: se trata de encontrar y formar docentes, crear una biblioteca...Es una verdadera necesidad expresar la madurez de la Iglesia. Ciertamente, la devoción es muy fuerte en nuestra Iglesia, pero también debemos reflexionar sobre esta vitalidad de la fe, profundizarla, expresar también la fe como una idea. ¡Pero no como en Europa! Después de las guerras, del comunismo, llegó el momento de desarrollar aquello que hemos desarrollado antes. Porque todos los países están expuestos a todas las corrientes de las ideas: debemos alentar a nuestros sacerdotes, a nuestros fieles a pensar más. La tradición por sí sola no es suficiente. Debemos entrar en diálogo con los movimientos culturales, con las instituciones culturales contemporáneas, dedicarnos a la investigación o a la búsqueda. Los actores de la pastoral no tienen tiempo para esto. La vida cambió, del mismo modo también nuestra “fe pastoral” debe cambiar, tenemos que poder preguntarnos: ¿por qué somos católicos?