Desde Lodung’okue, en el norte de Kenia, el misionero Luis Carlos Fernández envía a Obras Misionales Pontificias (OMP) un vídeo, en plena crisis de la langosta, la horda de insectos de destrozan sembrados y pueden condenar al hambre poblaciones enteras.
Hace varias semanas pasó la primera oleada por la zona de la tribu de los Samburu. La nube de langostas se quedó sólo un par de días, pareció haber causado poco daño, pero en realidad dejaron sus huevos y ahora que nace la nueva generación de langostas amenaza al alimento de la población. Hay que exterminar a las langostas mientras aún están en tierra y no han desarrollado las alas, pero se necesitan herramientas y productos adecuados de fumigación.
Los samburu, pastores, no entienden bien el peligro
» Estoy en Kenia, en el condado Samburu”, explica el misionero en el vídeo. “Tenemos una situación de invasión de langostas. En este momento ellas se van arrastrando, todavía no pueden volar. Hace unos 15-20 días, cuando pasaron las langostas volando, dejaron sus huevos, se convirtieron en larvas, y ahora estas van avanzando de oriente a occidente.
» Es una situación difícil para la gente, aunque todavía no alcanzan a percatarse de las consecuencias de la presencia de estos animales. Los samburu son gente pastora, ellos no son agricultores, y por eso no alcanzan a percibir el peligro que estos animales tienen para la subsistencia de sus animales y para su propia subsistencia.
» En este momento la plaga de las langostas está cubriendo como parches -no es toda la zona, son como parches-, en una zona muy extensa. Me dijeron que en Tum, donde nosotros también tenemos una misión, allá también están las langostas, a 200km de aquí, de Lodung’okue. Espero que podamos superar esta crisis de las langostas”.
Seis años con una tribu seminómada
Luis Carlos Fernández es misionero en Kenia desde 1982, y ha pasado los últimos 6 años con la tribu de los samburu. Cercana a los masai, esta tribu semi nómada vive exclusivamente del ganado, y se alimenta de leche, sangre y carne.
Miembro de los Misioneros de Yarumal, de tradición javeriana, este misionero colombiano está en una tierra semi desértica aislada donde, en algunas comunidades, no hay presencia del Estado (ni siquiera una radio). Sin embargo, la Iglesia ha estado presente en la zona desde 1903.
Los misioneros acompañan a la gente en todas las circunstancias. Obras Misionales Pontificias, la institución de la Santa Sede que cuida de estos territorios de misión, apoya cada año a Maralal, la diócesis en la que está Lodung’okue. En concreto en 2019, se enviaron para sostener la misión allí 74.000 dólares de las colectas del Domund y de Infancia Misionera.