Burkina Faso es un país africano que justo lindando con el Sahel da inicio al África subsahariana. Durante los últimos meses este estado en el que el 35% de la población es católica está saliendo en los medios por el asesinato de misioneros, entre ellos dos españoles, y de cristianos de este país por parte de grupos yihadistas.
Pese a la persecución, que está obligando a extremar las precauciones a sacerdotes y religiosas, la Iglesia no ha renunciado a evangelizar. Y así lo muestra Augustine Bassole, que en estos momentos se encuentra estudiando en Roma gracias a una beca de CARF (Centro Académico Romano Fundación) realizando estudios de comunicación en la Universidad de la Santa Cruz consciente de que la evangelización en su país llegará también en buena parte gracias a los medios de comunicación en la Iglesia.
La importancia de la comunicación
Ordenado sacerdote en 2008, Augustine fue nombrado en 2013 por su obispo director diocesano de Medios de Comunicación, director de la Radio Notre Dame de la Reconciliation de Koudougou y coordinador de las otras dos radios católicas de la diócesis. En lugares como África la radio es un elemento fundamental para las diócesis, pues no siempre es fácil el acceso a todas las comunidades o la disponibilidad de los religiosos para llegar a ellas.
Durante los últimos meses se están multiplicando los ataques contra los cristianos en Burkina Faso
“Todo el país necesita profesionales de la comunicación para mantener estas estructuras de diálogo con el mundo y proponer el Evangelio a Burkina y al mundo con los medios de nuestro tiempo y para tejer relaciones en general con otros medios”, afirma el padre Bassole.
Por ello, asegura que siempre que puede repite que “al apoyar mis estudios en esta área de la Comunicación, mis benefactores, sin los cuales yo no podría estar en Roma formándome, están haciendo una gran labor de caridad hacia una Iglesia hermana cuyos miembros siempre los recordarán y rezará por ellos todo el tiempo”.
Una vocación surgida desde la infancia
Augustine nació en una familia profundamente católica, donde su padre era catequista, una figura que en África va más allá de lo que se puede entender en Occidente. Tras recibir una formación teológica, estos catequistas “animan a toda la comunidad del pueblo, entrena a los catequistas que hacen la catequesis, entrena a las parejas para el matrimonio, celebra ritos fúnebres, preside las celebraciones en ausencia del sacerdote”.
La presencia de los Padres Blancos, misioneros que pasaban por su pueblo de vez en cuando, le llamaba poderosamente la atención por lo que desde niño ya quería ser sacerdote.
“Fue entonces cuando empecé a comprender que también era posible que yo me convirtiera en sacerdote, porque a los Padres Blancos ya les habían sucedido un cierto número de sacerdotes negros como yo”, recuerda este religioso.
Este deseo se lo comunicó a su párroco, que le inscribió en la lista. Cuenta Augustine que “todavía recuerdo, cuando tenía seis o siete años, que tenía que pedalear en mi bicicleta para ir a Réo (ciudad principal de la parroquia) a través de Koudougou, 60 km para acudir a todos los encuentros de los vocandi. Inimaginable hoy en este mundo moderno donde el niño es más que un rey. Pero nunca me arrepiento de esos momentos”.
Con las cosas tan claras ingresó primero en el seminario mejor y desde 2003 el mayor hasta que finalmente fue ordenado sacerdote en 2008, empezando así un ardua y peligrosa misión en su país, pero la cual la afrontó con la valentía de saber que únicamente cumple la voluntad de Dios.