Luca Bolelli es un sacerdote misionero italiano del Pontificio Instituto de las Misioneras Extranjeras que sirve en Camboya, país asiático de cultura budista donde los cristianos, tanto católicos como protestantes, son realmente pocos y donde en muchas poblaciones no se conoce nada de Jesucristo.
Bolelli escribe en la agencia AsiaNews que está "tratando de vivir el camino ecuménico que esperamos nos llevará de nuevo a la unidad de la Iglesia visible" y ha prestado atención al viaje del Papa Francisco a Suecia. Eso le ha animado a escribir sobre sus experiencias con misioneros protestantes de distintos tipos: algunos corteses y amigables, y otros "paracaidistas" ajenos al país y su sensibilidad y que practican el simple proselitismo.
por Luca Bolelli
Aquí en Camboya, los católicos, que antes de la guerra representaban a la mayoría de los cristianos, en pocos años, sin embargo, con la llegada de numerosas comunidades protestantes (primero de América y ahora especialmente de Corea) se han vuelto menos visibles.
Hoy normalmente un camboyano tiene el primer contacto con el cristianismo a través de estos grupos. En general, se nos percibe como una sola religión, con el mormonismo (que están creciendo en Camboya) incluido.
[Nota de ReL: ni católicos ni protestantes consideran al mormonismo una rama cristiana, porque no son realmente monoteístas y añaden a la Biblia un libro que consideran de rango superior, el Libro de Mormón, y la autoridad de su fundador, Joseph Smith].
La gente sencilla no hace mucha diferencia, un poco como en Italia, mutatis mutandis, habitualmente no hacen distinciones entre las diferentes denominaciones de musulmanes y mucho menos entre los budistas. Si bien esto puede promover un cierto ecumenismo, también significa que se mezclan manzanas con naranjas, e incluso aquí, los "fundamentalistas" se convierten en la más famosa imagen del cristianismo, imagen de la que a menudo es necesario diferenciase dando explicaciones que no siempre son comprensibles.
Casi al inicio de mi servicio como párroco de la comunidad de Kdol Leu, tuve un impacto un poco brusco con esta realidad. En ese momento, por todos lados se veían carteles colgando, de color amarillo fluorescente, con inscripciones en camboyano del tipo "Jesús es tu salvador", "Jesús te salva del pecado". Estaban hechos de estaño, preferentemente clavados en los árboles.
Pero no sólo esto, desde jeeps con megáfonos se lanzaban mensajes del mismo tipo y, de pueblo en pueblo, se proyectaban películas sobre la vida de Jesús.
Recuerdo que una mañana, mientras yo estaba en la calle, vi entrar a uno de esos vehículos en el edificio de la escuela primaria. La escuela había sido construida por la comunidad cristiana hacía más de veinte años, y nuestro pueblo, de hecho, era católico. Cuando vi el coche, corrí muy rápido para ver lo que harían. Al llegar, observé que estaban saliendo de la escuela llevando unos carteles con la Historia de la Salvación y folletos reproducidos con las mismas imágenes.
Me presenté y pregunté qué estaban haciendo, me dijeron que estaban ayudando a los niños pobres mediante la distribución de cuadernos. De hecho, habían distribuido un cuaderno para cada uno, pero con el bloc de notas también fueron repartidos los folletos y en el ínterin se mostraban los carteles, contando en pocos minutos, cómo llegamos desde la creación hasta la redención, y en el futuro se esperaba el Juicio.
Este tipo de evangelismo en lugares públicos está estrictamente prohibido por el gobierno, y cada iglesia debe firmar una declaración de asentimiento.
Cuando señalé esto, me dijeron que estaban simplemente anunciando el Evangelio. El debate continuó en esta línea, hasta que me di cuenta de que no íbamos a llegar muy lejos y traté de concluir fraternalmente la discusión, y de no hacer demasiado escándalo ante el director (musulmán) y los profesores (cristianos y budistas) que acudieron a la escena.
Conducía el coche un distinguido señor coreano. Más tarde supe que ellos eran los que ponen los carteles amarillos. Carteles que luego a menudo fueron el blanco de las hondas de los niños, o que fueron eliminados por los adultos (¡incluyéndome a mí! No soporto ver el nombre de Jesús empleado de esa manera).
Esta forma de hacer, no es difícil de entender, es muy irritante para otros grupos religiosos, budistas, en particular (que son el 90%, y es la religión del Estado) que se sienten atacados por los cristianos.
Otra confirmación de esta sensación la tuve hace unas semanas cuando, yendo a visitar una pagoda, me detuve para hablar con un monje budista, que me repitió, muy calmo, que no es correcto hacer propaganda de la religión propia obligando a los demás (como los cristianos, que a menudo somos acusados de comprar conversiones, a tal punto que una vez me preguntaron: "¿cuánto me das si me convierto en cristiano?"), y mucho menos hablar mal de otras propuestas religiosas (cosa de la cual también somos más o menos veladamente acusados).
Sin embargo, también hay experiencias positivas. Como el encuentro que organizamos hace algún tiempo con el pastor protestante (camboyano) de la "Iglesia de Stung Trong" (iglesia independiente, sostenida por amigos australianos), que es la ciudad donde tenemos nuestro Centro de Estudiantes.
Un encuentro que, por ciertos aspectos, resulta tragicómico. Me había visto con el pastor para organizar una visita para el conocimiento y la fraternidad que nos ayudara a reconocer que, a pesar de la historia y las diferencias, tenemos una sola fe.
La tarde del encuentro, llego a su iglesia junto a los miembros del consejo pastoral, y ¿qué encuentro en la mesa del pastor? Un juego de fotocopias con el título "¡Todos los errores de los católicos!".
En ese momento el pastor estaba hablando por teléfono, y me dio la oportunidad de echar un vistazo a los papeles. Eran impresiones frescas, sin señales de haber sido leídas, y esto suavizó un poco mi rabia mezclada con amargura. Y cuando el pastor finalmente vino a mi encuentro, resalté que esas hojas no eran exactamente la mejor manera de comenzar un encuentro ecuménico. Él respondió diciendo que aún no las había leído y que si quería podía tomarlas. ¡Bromeé diciéndole que mis errores los conocía muy bien!
El siguiente encuentro fue mejor: leer, orar y comentar juntos el pasaje de Efesios 4: "Un solo Señor, una sola fe".
Pero incluso allí, hubo un pequeño momento trágico para mí, cómico en sí mismo: cuando el pastor introdujo el pasaje, sus fieles protestantes, cada uno con su propia Biblia, rápidamente encontraron el pasaje; mis miembros católicos del consejo pastoral, que sostenían una biblia que acababa de distribuirles antes de la reunión (había puesto un señalador en el lugar correcto, esperando ingenuamente que fuera suficiente...), en cambio, no sabían qué camino tomar. Uno incluso preguntó en voz alta: "¿Antiguo o Nuevo Testamento?". Y, ante mis ojos abiertos de par en par, llegó incluso a justificarse explicando que "existe el Nuevo y el Antiguo Testamento". Otro me preguntó siempre con voz muy clara: "¿En qué página, padre?". ¡Amén!
Sin embargo, la reunión ha dado sus frutos, porque se ha creado una simpatía entre nuestras comunidades, que continua durando.
El pastor me dijo una vez que de los católicos envidian nuestra capacidad de permanecer juntos (su comunidad ha tenido en los últimos años dos pequeños cismas), le he confesado una santa envidia por su celo evangélico (una vez que me ha conmovido diciéndome que está contento porque en el distrito, gracias a sus esfuerzos de ir de pueblo en pueblo, todo el mundo era capaz de hablar de Jesús).
Téngase en cuenta que este pastor es un budista que se convirtió al cristianismo y que pocos años luego de haber recibido el bautismo siendo ya adulto, decidió venir a Stung Trong sabiendo que allí aún no había ninguna comunidad cristiana. De hecho, desde hace muchos años ya estábamos "nosotros", pero con la sola presencia de algunos estudiantes que vivían juntos.
Sin embargo, la reunión más lograda fue con Tim y Bárbara. La pareja de Estados Unidos llegó a Camboya hace unos seis años, a causa de un dinámico misionero bautista ítalo-americano que ha trabajado varios años para la evangelización de los Cham (gran grupo étnico de la religión musulmana). Después de intentar sin éxito entrar en un pueblo Cham, Tim y Bárbara se asentaron entre los Khmer cerca de Stung Trong.
Nos encontramos y yo los invité a hablar en un encuentro con jóvenes de nuestro Centro de Estudiantes. Ellos asistieron a la cena y la oración de la tarde que tenemos siempre, al final ellos contaron su vida y por qué vinieron a Camboya. Nuestros jóvenes estuvieron muy atentos e hicieron varias preguntas.
El ambiente era muy fraterno, y no se ha revelado ningún antagonismo, de hecho. Nos quedamos con las ganas de seguir este tipo de reuniones, aunque sólo fuéramos nosotros tres, leyendo el Evangelio juntos. Experiencia que había tenido en mi segundo año de estudios del idioma, cuando vivía en Prey Veng con el presbítero Alberto Caccaro y mensualmente participaba en un momento ecuménico organizado por un señor inglés.
Por último, el viernes asistiré a un seminario organizado por la Sociedad Bíblica sobre "Traducción de las Escrituras y el Idioma Khemer." En los diversos contactos que tuve con la Sociedad Bíblica he experimentado un sano aire de unidad. El responsable asiático, el pastor Arun, camboyano, fue una de los animadores de la nueva traducción ecuménica en la cual ha hecho una contribución considerable el misionero católico del MEP, el padre Ponchaud.