La Iglesia celebra todos los años a mediados de enero la Jornada de la Infancia Misionera, un día dedicado especialmente a sensibilizar a los niños para que ellos sean también misioneros con otros niños, y en el que se realiza una colecta para ayudar a las necesidades que tienen los más pequeños en los territorios de misión. Para una experiencia directa de esta ayuda hemos entrevistado al P. Mario León, sacerdote Oblato de María Inmaculada, que actualmente es el responsable de la Prefectura del Sahara Occidental. Tiene 45 años, y entre sus recuerdos sobre la Infancia Misionera nos comparte que “la conocí en mi parroquia de toda la vida, San Leandro, en Madrid, en el barrio de Aluche. Allí salía con todos los demás niños a cantar villancicos y a poner estrellas por todo el barrio, felicitando la Navidad… Así aprendemos los niños”.
Con el tiempo se hizo sacerdote Oblato porque vio en ellos “hombres felices haciendo su trabajo, y hacían felices a otros”, y porque sintió, claro, que Dios le llamaba. Justamente, los Oblatos de María Inmaculada son los responsables de la Prefectura del Sahara Occidental, desde que se creó en 1954. Allí, con la ayuda de lo que se recolecta en la jornada de la Infancia Misionera, los oblatos ayudan a familias pobres con muchos niños, o con niños con discapacidad, colaboran con un centro de discapacitados y, últimamente, los niños de madres migrantes en grave necesidad. Una ayuda que se dedica a pañales, comida, leche materna, becas de estudio, material escolar, médicos…
- ¿En qué consiste el papel de la Iglesia en un territorio poblado por musulmanes?
- La Iglesia tiene siempre la misma labor en todo el mundo. Cierto, en cada territorio, con sus peculiaridades, se resaltan algunos aspectos, otros quedan menos “visibles”, pero siempre están ahí. Lo primero, claro, cuidamos al pequeño rebaño que el Señor nos ha concedido: unos pocos cristianos miembros de las Naciones Unidas en la ciudad de El Aaiún, al norte. Y un grupo cambiante, pero creciente, de migrantes subsaharianos (Guinea, Camerún, Senegal y Costa de Marfil). Con estos últimos empiezan a surgir catequesis, catecumenados, confesiones, acompañamientos... Es una gracia de Dios para nosotros. Les acompañamos porque son los pobres de entre los pobres. Pero una buena parte de nuestra vida está consagrada al encuentro con los musulmanes, nuestros vecinos y nuestros amigos.
» Un icono inspirador para nosotros es el de Santa María en el misterio de la Visitación. Cada encuentro es dirigido por el Espíritu Santo. En cada encuentro está presente Jesús, aun cuando no se le nombre. Creamos “plataformas” de amistad, de cariño, de respeto, de conocimiento y confianza mutuas. Por supuesto, mucho tiempo y energía están consagradas a la acción caritativa con los más pobres (algunos cristianos, pero sobre todo musulmanes). Y claro, como toda la Iglesia alabamos al Señor Jesús con nuestra oración y con nuestra vida. Nuestra iglesia es pequeña, así que aquí todo es pequeño, pero muy significativo.
P. Mario León con un grupo de saharauis
- ¿Se dan conversiones?
- Es una muy buena pregunta. La conversión es un don de Dios. Si la pregunta es si hay musulmanes que se hacen cristianos... no sé, en Marruecos hay, más en el norte, y más en el ámbito de las iglesias evangélicas. Sólo Dios sabe lo que sucede en el corazón de las personas. Yo no he bautizado a nadie, si esa es la pregunta. Ahora, es el Espíritu el autor y el protagonista de toda misión y de toda conversión. El primero que debe convertirse es el mismo misionero, cuando llega y se abre a este nuevo mundo. Y creo que, humildemente, en mí sí se ha dado una conversión. Hoy amo a este pueblo con menos prejuicios, con menos “egocentrismo” de mi parte. Creo que también se han dado pequeñas conversiones en mucha gente que nos rodea. Creo que muchos musulmanes que nos conocen tienen ahora una visión bien distinta de los cristianos, de la Iglesia y, por qué no, de Jesús y de Dios. Más allá de esto, Jesucristo es el Señor y el Dueño de la Historia. Es mi fe y mi convicción. Yo vivo con alegría estos tiempos. Dios dirá y nos indicará cuáles son sus designios para con este pueblo y para con nosotros.
- ¿Cómo ayudan ustedes a los inmigrantes, los “pobres entre los pobres”?
- Sí, los pobres de entre los pobres. La verdad, es que es un fenómeno relativamente reciente en nuestra Prefectura. Hace unos años abrimos los ojos y descubrimos miles de migrantes en El Aaiún y en Dajla. Suelo explicar que nosotros somos “la cola” del embalse que forma la gran “presa” que es el Mediterráneo. Digamos que “la ola” del embalse ya “ha llegado” hasta nosotros. Son más visibles en Dajla. Aquí pueden encontrar algo de trabajo, hacer algo de dinero para luego poder seguir su ruta. Gracias a Infancia Misionera, gracias a las distintas Caritas (Alemania, España, Rabat...), gracias a grupos y procuras de nuestra congregación, a la Fundación Roviralta... podemos realizar distintas labores de ayuda a migrantes.
» En El Aaiún lo dirige directamente una asociación local (Saqia AlHamra) gracias a un proyecto de Caritas Rabat y Caritas España. Nosotros, como iglesia local, les acompañamos y asistimos con material, verificamos la acción, etc... En Dajla iniciamos este mes de febrero otro proyecto financiado por Caritas Rabat y Alemania para atender las necesidades de los migrantes de Dajla. Ambos proyectos están centrados sobre todo en la cuestión sanitaria y médica, pero también se entregan mantas, colchonetas para dormir, algo de ropa, comida... Se presta atención a los bebes y a las madres de dan a luz en el territorio. Necesitan leche materna de la farmacia porque las madres necesitan salir a trabajar. Llevamos ya varios años trabajando en este sentido, y este año se va a intensificar.
- Ya que hablamos de la jornada de la Infancia Misionera, una pregunta obligada: ¿realizan ustedes alguna actividad pastoral centrada en los niños, aunque sean musulmanes?
- Sí, claro. Entre los migrantes, como decía, hay madres que dan a luz. Ellas querrían haber dado a luz en España, claro, pero la terrible realidad es que se encuentran en Marruecos, con un bebe, muchas veces solas, sin familia cercana, sin cobertura médica o sanitaria... hay que ponerse en su piel para sentir lo que es eso. Aquí mucha gente colabora. Nosotros somos una pieza más del gran engranaje que supone ayudar a estos pobres. Hemos dedicado parte del dinero de Infancia Misionera a este fin: leche materna, mantas, medicinas, pañales, análisis y médicos...
» Otro aspecto de nuestro trabajo es la ayuda a familias pobres con muchos hijos. Ayudamos con gastos escolares, matrículas, material escolar, etc.… La idea es que los niños sigan en la escuela y no la abandonen prematuramente. Es una condición ‘sine qua non’ para que puedan, en un futuro, romper ese círculo de la pobreza. Aquí también se va parte del dinero.
» Otro campo de trabajo son los niños discapacitados. En El Aaiún damos algunas ayudas, aunque la acción más importante está en Dajla. Allí colaboramos muy estrechamente con una asociación local (Asociación Dajla de Discapacitados) creada por un amigo nuestro, Mohamed Fadel Semlali, más conocido en Dajla como Buh. Su historia personal es muy inspiradora. A los cuatro años se le detectó la polio y -previo permiso paterno- fue acogido por los hermanos de San Juan de Dios. Hoy, fruto del profundo agradecimiento por todo lo recibido, quiere ofrecer a los niños y niñas discapacitados de Dajla la misma suerte y posibilidades. “Gratis habéis recibido, dad gratis”, nos dice Jesús. Y eso hace él. Nosotros, los misioneros oblatos, vivimos en El Aaiún, a 538 km de Dajla. Así que él, Buh, tiene las llaves de la casa e iglesia de Dajla. Si pasa algo, él nos avisa. Podríamos decir que es nuestro “sacristán musulmán”. Un amigo y hasta un hermano. Que yo sepa, siempre ha estado cerca de la Iglesia, aun cuando por causas de la guerra Marruecos-Polisario (1979-1991) era muy difícil viajar hasta Dajla y la iglesia de allí estuvo prácticamente “cerrada”. Es un hermano, una amistad heredada de mis predecesores oblatos. Y un regalo de Dios.
» De forma paralela, cuando él decide crear la asociación para ayudar a las personas discapacitadas y luego un centro de terapia, la Iglesia siempre ha estado a su lado. Acompañando lo primero como testigo, a veces asesorando, otras buscando fuentes de financiación, trayendo -o acogiendo- voluntarios profesionales que venían para colaborar en el centro como profesionales, atendiendo a los niños o formando a las terapeutas...
Testimonio de Mahamed Fadel, director del centro de ayuda a discapacitados al que apoya la Prefectura del Sahara Occidental gracias a Infancia Misionera
- ¿Cuál es la labor que realiza este centro para discapacitados que apoya la Infancia Misionera?
- El primer objetivo por el que se creó la asociación era hacer un estudio de la realidad y situación de las personas discapacitadas de la ciudad y región de Dajla. El segundo, claro, ofrecer terapia y rehabilitación a los niños y niñas con dificultades de allí. Primero se centraron el plano motor, y pronto se vio necesario ampliar a la parte “cognitiva”. Ambos aspectos son ahora atendidos, y tengo que decir que, a pesar del lugar, de la dificultad inherente de tener un centro aquí, trabajan con mucha profesionalidad. Por aquí han pasado muchos profesionales y todos “alaban” la labor que hace. Permítame que mencione aquí a Lorena Enebral Pérez, fallecida el 11 de Septiembre de 2017 en Afganistán, asesinada por el acompañante de uno de sus pacientes. Ella estuvo aquí varios meses para formar a las terapeutas. Su huella es imborrable.
» Además, a través del centro se desarrollan campañas varias de ayuda a niños y adultos. Por ejemplo, Ruta de la Luz/Cione. Vienen cada año, revisan niños y adultas para ofrecerles gafas graduadas y audífonos. Una amiga de la Congregación, médico pediatra jubilada, viene cada año también un mes o más para atender a niños, niñas, y madres gratuitamente. Es una labor encomiable. Y otras muchas acciones que benefician a toda la ciudad.
- ¿Y cómo les ha apoyado Infancia Misionera?
- Infancia Misionera ha apoyado a la Prefectura desde hace mucho tiempo. Cada año la Prefectura solicita el subsidio ordinario. Normalmente recibimos 8.000 dólares que gastamos en las distintas necesidades. Normalmente las antes indicadas, aunque lógicamente, cada año es diferente. Pero son las antes mencionadas: familias pobres marroquíes con muchos niños, o con niños con discapacidad, el centro de discapacitados y, últimamente, los niños de madres migrantes en grave necesidad. Hemos comprado pañales, comida, leche materna. Hemos pagado “becas de estudio”, comprado material escolar. Hemos pagado tratamiento médico y terapéutico a niños con discapacidad...
» En relación con el centro de discapacitados, la ayuda ha sido anual. Quizás lo más importante ha sido que Infancia Misionera ha cofinanciado la formación en kinesioterapia en la escuela ESPA de Rabat de una de las terapeutas. Esto ha sido y es fundamental para garantizar la profesionalidad del centro y no depender más de voluntarios extranjeros que venían una semana una vez al año. Otras ayudas, han sido cubrir los gastos de alojamiento de cooperantes o voluntarios profesionales llegados para trabajar en el centro (cada año prácticamente dos o tres “visitas”), los gastos de estancia de la médico pediatra, compra de medicamentos, ayudas directas a modo de donativo, pagar el salario de una de las terapeutas...
» Sí quiero explicar que la ayuda financiera estaba siempre orientada a mejorar el tratamiento del centro. Y aun cuando se ofreciera dinero como donativo de forma directa, ésta no ha representa más que un 10% del presupuesto global del centro. El centro es hoy por hoy autosuficiente.
- Padre, para concluir, después de este trabajo inmenso y como usted me cuenta que en estos años no ha bautizado a ningún musulmán, ¿qué sabor le queda como misionero?
- Yo soy feliz en mi trabajo, muy feliz. Tengo mis defectos, mis limitaciones, pero en todo momento me he sentido y me siento misionero, discípulo de Cristo. A veces, el problema está en no comprender bien qué es la Evangelización, que no se resume en bautizar, y créame, no lo minusvaloro. Pero la obra de la Evangelización es obra del Espíritu Santo y de toda la Iglesia. Yo, nosotros, no somos más que unos cooperadores del Espíritu. Una parte pequeña dentro de la gran obra que realiza el Señor a través de la Iglesia. Ésta, la Iglesia, nos ha encomendado esta parcela suya y me siento feliz con ella. Lo que pase en un futuro, sólo Dios lo sabe. Nosotros nos encomendamos a lo que Dios nos ha ofrecido hoy y aquí. Él siempre nos sorprende. Este año, quizás tengamos el primer bautismo en mucho tiempo, con un joven de Costa de Marfil. De hecho, he aprovechado este viaje para comprar catecismos y guías pedagógicas para el catecumenado de adultos.
Este artículo está adaptado del que fue publicado en Religión en Libertad el 29 de enero de 2019