El Líbano conmemora este 4 de agosto el segundo aniversario de la explosión del puerto de Beirut, que dejó más de 200 muertos y más de 6.000 heridos. En un testimonio reciente, recogido por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), se puede comprobar cómo es hoy la dramática situación económica, política y social del país, en el que vive un tercio de cristianos, de los que el 25% son católicos.
Georgette vive en un modesto apartamento en Achrafieh, un distrito pobre de Beirut habitado principalmente por cristianos. Aunque el puerto está a 20 minutos caminando, esta distancia no fue suficiente para protegerla del impacto de la explosión que sacudió la capital el cuatro de agosto de 2020.
"Volando por la habitación"
"Normalmente, a esa hora, hubiera estado echándome la siesta, pero hablaba por teléfono cuando escuché la primera explosión, que fue lo suficientemente fuerte como para mover algunos objetos", recuerda Georgette. Luego, vino la segunda deflagración, que rompió los vidrios de las ventanas de su casa y la mandó volando por la habitación, con lo cual se rompió todos los dientes inferiores. "Comencé a rezar. Pensé que podía ser un terremoto y que iba a morir", explica.
Cuando pasó el shock inicial, Georgette comenzó a preocuparse por su hijo, que trabajaba en una tienda de móviles muy cerca del puerto. Por suerte, tras la primera explosión, él tuvo la iniciativa de decirle a su única clienta en ese momento, una señora anciana, que se tirara al suelo. Como había muy poco espacio, él se refugió en el baño.
Sin embargo, la explosión tan solo fue la última de una serie de tragedias que han azotado al Líbano recientemente. Solo un par de años atrás, una crisis financiera había hecho desplomar la libra libanesa, perdiendo veinte veces su valor en relación con el dólar. Todo esto se vio agravado por la pandemia del COVID-19. "En esta situación sólo me dan ganas de llorar", dice Georgette. "Lo que tenemos no nos alcanza para nada, aun así damos gracias a Dios", añade Georgette.
La situación económica en los últimos años, empeorada por las restricciones y confinamientos por el COVID-19, ha tenido efectos negativos también en la estructura familiar. Georgette tiene 60 años y está divorciada. Una de sus dos hijas se divorció recientemente y se mudó a vivir con ella. Los trabajos son escasos, pero recientemente Georgette empezó a servir café en una oficina. "Ahí me tratan bien, pero no me pagan nada extra", explica.
Su salario no es suficiente para cubrir el alquiler ni mucho menos sus otras necesidades básicas. Sin embargo, ella reza y cuenta que las cosas al final siempre se solucionan. "Algunas veces el propietario me deja pagarle después del plazo, otras veces alguien me ayuda a pagar. No siempre sé de dónde viene la ayuda, pero siempre viene", dice Georgette.
Ayuda indispensable
Después de la explosión del puerto, voluntarios de la pastoral universitaria fueron de puerta en puerta para ver qué necesitaba la gente. Una de las asistentes espirituales de la capellanía, la hermana Raymunda, ayudó a Georgette a conseguir un odontólogo que le arreglara los dientes gratis y cada dos meses le ayudan con un paquete de alimentos. "Es un gran apoyo", dice ella. Cuando se le acaba la comida, se ve obligada a comer solo pan con un poco de aceite de oliva. Quedaron atrás los días en los que había carne en su plato.
A pesar de todo, no pierde la esperanza. "Soy fuerte -dice- incluso cuando me enfermo, no me detengo a descansar, me mantengo de pie. No quiero mostrar debilidad y siempre soy optimista. Sin esperanza, no hay vida. Algún día las cosas estarán mejor", reconoce. Georgette es solo una de los muchos cristianos que se han empobrecido en el Líbano. A través de proyectos como los de Ayuda a la Iglesia Necesitada, muchas personas actualmente reciben apoyo regular.
"Recuerdo al pueblo libanés"
Por su parte, el Papa Francisco tampoco ha querido pasar por alto este trágico aniversario y ha recordado lo ocurrido en el puerto de Beirut hace dos años. "Mis pensamientos están con las familias de las víctimas de ese desastroso suceso y con el querido pueblo libanés: rezo para que cada uno sea consolado por la fe y reconfortado por la justicia y la verdad, que nunca pueden ser ocultadas", comentó el Papa.
El Santo Padre exhortó a la comunidad internacional a continuar ofreciendo su ayuda al Líbano de modo que pueda seguir "por el camino del 'renacimiento', manteniéndose fiel a su vocación de ser una tierra de paz y pluralismo, donde las comunidades de diferentes religiones puedan vivir en fraternidad".