Kamloops, en British Columbia (Canadá), es una ciudad tranquila y apacible, ribereña del río Thompson y sede de la diócesis católica del mismo nombre, que acaba de cambiar de obispo.
Su pastor hasta el pasado 1 de junio, cuando dejó el cargo por edad tras catorce años de gobierno diocesano, era David Monroe, quien recibió una buena e inesperada noticia poco antes de retirarse.
Según recoge The B.C. Catholic, diario de la archidiócesis de Vancouver, el 22 de octubre de 2010 monseñor Monroe había sufrido un asalto "brutal" a manos de un perturbado, quien además le robó la cruz pectoral.
Hace pocas semanas, mientras hacía unas compras en un centro comercial cercano a las oficinas diocesanas, un hombre se le acercó y le dijo que tenía en su poder una cruz pectoral idéntica a la que llevaba el obispo.
"Me la dio mi cuñado, que sólo hizo dos", contestó monseñor, quien contó al hombre la historia del ataque sufrido: "Le pregunté dónde había encontrado la cruz. ¡Y me respondió que cerca del puente rojo sobre el río Thompson!".
El asombro del prelado vino al recordar que, según los periódicos, el hombre que le había atacado había huido cruzando a nado el río.
El hombre que la encontró allí muy poco después del incidente accedió a devolvérsela al obispo, y el cuñado del obispo, en agradecimiento, hizo para él una pulsera de cobre.
"¡No sé cómo llegó hasta el río, pero al final vino de vuelta!", bromeó el obispo Monroe respecto a su cruz pectoral, tan especial artística y afectivamente hablando.