Aunque los católicos son una minoría en Taiwán (unos 300.000, en una isla de 23,5 millones de habitantes) la Iglesia es dinámica en esta isla, ejemplo de la laboriosidad china cuando no está cercenada por un régimen comunista, como en la vecina China continental. Hoy el catolicismo taiwanés cuenta con más de 720 parroquias, presencia de 33 órdenes religiosas masculinas, 62 congregaciones femeninas, 6 centros universitarios, 30 institutos de secundaria, 155 guarderías, 2.000 clérigos...
 
Es el fruto de una evangelización que empezó en 1626 con los dominicos españoles Bartolomé Martínez, Domingo de la Borda, Francisco Váez de Santo Domingo, Francisco Mola, Ángelo Cocchi de San Antonio, Juan de Elgüeta y Francisco de Acebedo, que bautizaron en sus días a más de 5.000 personas. La isla, de hecho, contó con un gobernador hispano de 1626 a 1640, cuando la separación de España y Portugal impidió defender el lugar de los enemigos holandeses.
 
Y sin embargo, pese a esa iglesia dinámica, el santuario mariano de Wu Fung Chi se originó en la aparición de la Virgen en 1980 no a católicos, sino ¡a budistas!
 

Este caso insólito en el que los videntes no son cristianos pero enseguida entienden que están ante la Virgen María de los cristianos tuvo lugar el 6 de noviembre de 1980, y aunque la Iglesia aún considera la aparición "bajo investigación" concedió permiso para construir el santuario y peregrinar a él.
 
Emma Neri escribió sobre el santuario en la web de la Fraternidad Misionera San Carlos Borromeo, ligada al movimiento "Comunión y Liberación".
 
Wu Fung Chi (o Wufeng Qi) es una montaña con un paisaje que «parece robado a un cuadro chino», según describe el misionero italiano Paolo Costa, con 14 años  de experiencia en Taipei: «pendientes herbosas de relieves marcados por las cascadas, océano en el horizonte, leve llovizna».


 
El estilo del templo católico actual -de 1994- se inspira en el concepto chino de "altar del cielo", lugar propiciatorio para una buena cosecha. Allí acuden a menudo los misioneros italianos, Paolo, Emanuele Angiola y Donato Contuzzi. «Venimos aquí a pedir a la Virgen que proteja nuestra casa y nuestra misión», explican.

La primera parte de los hechos tuvo lugar el 6 de noviembre de 1980. Un grupo de 11 escaladores taiwaneses llegaron a lo alto de Wu Fung Chi ya muy avanzada la tarde. Seis decidieron pasar allí la noche, pero otros cinco, que tenían que volver a la capital por razones de trabajo, decidieron bajar de nuevo. En la bajada se les hacía de noche. Entonces vieron una cabaña y se refugiaron en ella un momento.

La cabaña era una capillita dedicada a la Virgen construida por un hermano camiliano (de la Orden de los Camilos) que trabajaba en el hospital católico de Santa Maria, no muy lejos.En la cabaña-capilla había una estatua de la Virgen, y los escaladores, aunque eran budistas, oraron ante ella pidiendo su protección. Después continuaron su ruta y llegaron sanos y salvos al pie de la montaña.


La imagen ante la que oraron los excursionistas budistas era similar a esta
 
Lo que dijeron es que cuando llegaron a la zona segura, se giraron y vieron la silueta de una mujer vestida de blanco a unos 15 metros de altura, con sus brazos extendidos, similar a la estatua ante la que habían rezado antes. La imagen se desvaneció rápidamente.

Uno de ellos volvió al lugar tres días después con su esposa, para examinar el lugar de la visión, donde solo se veía la punta de un árbol y no podía haberse colocado ningún objeto ni figura.
 
Mucha gente empezó a acudir al lugar al conocer la historia, y se colocó la piedra fundacional del nuevo santuario en 1988. El trabajo de construcción en serio tuvo lugar ya en 1994.


 
El padre Paolo hace su análisis. «Estos cinco hombres no eran cristianos: habrían podido muy fácilmente confundir la aparición con una de tantas diosas de su tradición, pero no habían tenido duda en identificar a aquella silenciosa mujer con la Señora de los católicos. ¿Quizás porque no les dijo nada o por su aspecto extranjero? ¿O bien porque se parecía a la estatua de la Virgen que estaba sobre la cima de la montaña? Tres de ellos se convirtieron y la Iglesia reconoce la aparición como un hecho sobrenatural».


Para Paolo este santuario es hermoso y fuente de descanso. Acude muchas veces con su rosario, con jóvenes de la parroquia, con amigos... «A veces estoy en la iglesia haciendo silencio, cansado y hambriento tras dos horas de coche. Pero entonces alzo la vista y veo que estoy de rodillas, rodeado de las personas a las que quiero, y sólo tengo un pensamiento: “Sería bello estar siempre aquí, junto a ellos”».


Hay en Taipei, la capital, otro santuario muy distinto que a Paolo le gusta enseñar a sus amigos. Un «santuario que quizás sólo a mí me gusta», confiesa riendo don Paolo.

«Es la cosa más fake que me puedo imaginar: dentro de la iglesia está el interior de la santa casa de Loreto reconstruida perfectamente, en metacrilato». La localidad se llama Touwu y la idea de la casa de María le ha surgido a las hermanas que se ocupan del santuario.

«Me atrae la idea de que entras, de algún modo, en un espacio que recuerda Loreto, por tanto, significativo por la presencia del Misterio». En esa Loreto de Taiwán nació el grupo de Comunión y Liberación de Taipei.

Hay un último santuario que visitar, en la agenda de los misioneros: «No he logrado todavía ir porque está lejos, al sur, pero me gustaría. Se encuentra en Wanjin, que significa “diez mil oros”, un pueblo donde prácticamente son todos católicos. Cosa extraña, en estos lugares. Es uno de los primeros lugares donde llegó el catolicismo, con los frailes dominicos españoles que desembarcaron en el puerto de Gao Xiong».
 
Efectivamente, en 1861 el misionero español Fernando Sainz llegó a Wanjin, ayudó a organizarse económicamente a los empobrecidos habitantes de la zona, medió en las tensiones entre etnias rivales y la mayoría de la población de los alrededores se hizo católica. Allí está una gran basílica dedicada a la Virgen, con una imagen traida de España. En 2008 esta Virgen española recorrió las distintas diócesis de la isla.
 
«Deberías haber visto a la Virgen que entraba bajo un palio enorme en nuestro mercado y después en la iglesia. No se podía pasar, un jaleo tremendo. Y yo que al principio estaba un poco escéptico, me sorprendí conmoviéndome por toda esta gente, por los parroquianos, por los cantos, por la devoción y la pasión con que la acogían. Fue un momento bellísimo», explica el misionero italiano.

(Publicado originariamente en el portal de noticias marianas www.carifilii.es)