El cese del fuego entre el gobierno filipino y los rebeldes comunistas “es una gran noticia", asegura el padre Peter Geremia, misionero del Pontificio Instituto para las misiones extranjeras (PIME) en Mindanao. "Damos gracias a Dios, porque Él ha respondido a todas las oraciones por la paz”.
El nuevo presidente filipino, Rodrigo Duterte, que es de Mindanao, la isla donde opera la guerrilla comunista del News People’s Army, ha anunciado el cese el fuego, una tregua para abrir negociaciones, después de 50 años de lucha contra el gobierno central y 150.000 víctimas mortales.
La declaración del presidente se produjo este lunes durante su primer discurso sobre el estado de la nación. Duterte confirmó su voluntad de lograr “una paz permanente” en el plazo de sus seis años de gobierno.
Los líderes comunistas han adherido a la propuesta: “El gran fundador del movimiento, José María Sison [exiliado voluntariamente en Europa, ndr], – explica el padre Geremia – ya ha dado su total adhesión al cese del fuego, y muchos jefes del movimiento han participado en diversos fórums y reuniones de consulta con miembros del gobierno. Pronto habrá un tratado de paz”.
El nuevo presidente, que prestó juramento el 30 de junio pasado, dijo dirigiéndose a los rebeldes: “Concluyamos estas décadas de emboscadas y escaramuzas. No vamos a ninguna parte de este modo, y cada día el conflicto se vuelve más sangriento”.
"Si no podemos amarnos los unos a los otros –prosiguió- , en nombre de Dios, por lo menos no nos odiemos demasiado”.
Desde 1968 que los guerrilleros comunistas filipinos emprenden una dura lucha contra el gobierno de Manila, y a lo largo de todo este tiempo se han convertido en uno de los más longevos y sanguinarios movimientos de rebelión armada de todo el continente asiático. En casi 50 años de conflicto, el saldo es de al menos 150.000 víctimas, contando militares y civiles.
Holanda ha sido sede de los coloquios de paz entre los dos frentes, que fueron interrumpidos en el año 2004. A pesar de los intentos del ex presidente Benigno Aquino, que hizo de las negociaciones uno de los primeros objetivos de su mandato, la tentativa de reabrir el proceso naufragó en abril del 2013, enardeciendo el enfrentamiento con nueva intensidad.
El P. Geremia cuenta que “la gente de Mindanao está feliz con este acuerdo. Quienes más sufren por este conflicto son los tribales y los musulmanes, los pequeños campesinos de las zonas montañosas, los civiles que son presa de los dos bandos. Era hora de terminar con ese conflicto, que no tiene sentido".
Los generales del ejército filipino han recibido favorablemente la decisión de Duterte, y anunciaron que de cualquier modo permanecerán “alertas, vigilantes y listos para defenderse y expulsar a los agresores, en caso de ser desafiados por los elementos armados del New People’s Army”.
Sin embargo, no todos están contentos por la tregua: “Hay sectores dentro del ejército y del gobierno que quieren un naufragio de las negociaciones. Ahora, algunos grupos paramilitares de las zonas montañosas, que son medio fanáticos, han sido armados con el apoyo de algún político. No queda claro si estos se volcarán al bandidaje o si serán usados para continuar la lucha contra los rebeldes comunistas”, afirma el misionero.
El presidente Duterte, concluye el misionero, “ha logrado, en un mes de gobierno, un resultado que Benigno Aquino no ha obtenido en seis años de presidencia. Este último, cuando se hacían propuestas de paz, siempre postergaba las negociaciones. En cambio, Duterte proviene de Mindanao, donde se vive esta situación de conflicto, y tiene muchos contactos con rebeldes”.