¿Tienes alguien con quien poder hablar con sinceridad, libertad y sin sentirte juzgado? ¿Alguien suficientemente maduro, que pueda entenderte y te ayude al menos a sentirte acompañado, que alivie tu soledad?
Se supone que en muchas sociedades para eso está la familia, los padres, los hermanos, y quizá también los sacerdotes y religiosos. Pero en el Japón materialista del hijo único, población envejecida y sin hermanos y estrictas reglas que limitan mucho la expresión de los sentimientos, esta función requiere un nuevo oficio: el de "ossan", acompañante que cobra.
La agencia AsiaNews explica el nacimiento y crecimiento de empresas como Ossan Rental que ofrecen servicios de acompañantes: hombres de 45 a 55 años que cobran 10 dólares la hora por acompañar, por estar allí escuchando, sin juzgar, paseando con ancianos o atendiendo el parloteo adolescente de jovencitas o estudiantes... que no pueden hablar con sus padres porque no se sienten libres para ello.
Muchas veces su función es la de un "amigo por horas": acompañar a la hora de ir a comprar ropa, ver una exposición de arte (alguien a quien comentar las obras) o un espectáculo...
Takanobu Nishimoto es uno de los primeros ossan en organizarse como un servicio de pago, hace ya 4 años. “La idea inicial fue mejorar la imagen de los hombres de mi edad, que ya no están en su etapa floreciente, y que no son tomados en serio”.
Los “ossan” se ponen a disposición de personas que sienten la necesidad de hablar con alguien que no los juzgue y a quien puedan confiar sus cuestiones más íntimas.
“La gente que me alquila –dice Nishimoto – me pide que le haga compañía por una o dos horas solamente, fundamentalmente escuchándola”.
Por ejemplo, cuenta el caso de una señora de 80 años de edad, que todas la semanas quiere que dé una caminata con ella por el parque”.
Las personas que optan por volcarse a este servicio lo hacen para evadirse de las expectativas que su familia o sus amigos tienen en relación a ellos. Hiroaki Enomoto, psicólogo, explica que en Japón existen muchas normas que regulan qué debe y no debe ser dicho en una conversación, incluso cuando se habla con personas cercanas.
“A veces es difícil encontrar a las personas justas para abordar ciertos temas en los círculos propios. Además, es difícil saber cómo expresarse sin llegar a fastidiar a la otra persona”.
Con el alquiler de los “ossan”, en cambio, el hecho de que haya un intercambio de dinero cambia los términos de la relación, que sigue otras reglas. En los últimos años se han multiplicado las agencias que ofrecen “amigos por horas”. Los clientes pueden solicitar personas para que los acompañen como familiares o compañeros en ocasiones de diverso tipo, como matrimonios, fiestas o funerales. Otros, en cambio, solicitan tan sólo poder mantener una conversación.
Nodoka Hyodo, una muchacha de 24 años, decidió alquilar un compañero por algunas horas: “Hay un ‘yo’ diferente, que aparece, dependiendo de si estoy con amigos, con mi familia o con un muchacho –cuenta-. Aquí, en cambio, todo eso desaparece, porque hablo con alguien a quien no conozco. Gracias a él, me parece que yo puedo comprenderme mejor a mí misma”.
La sociedad japonesa hace tiempo que sufre los problemas vinculados a la extrema dificultad que algunos de sus miembros atraviesan para socializar, muchos de los cuales deciden aislarse del resto del mundo, para mantener contactos exclusivamente a través de Internet (los llamados “hikikomori”). Además, hay una regla social que exige "no fastidiar a los demás", especialmente a los parientes y allegados, con los propios sentimientos y la expresión de dificultades.