El Hospice Saint Louis, en Jerusalén, es católico. También es un convento. Pero cuenta con un rabino residente, porque la mayoría de sus pacientes son judíos. 

Aquí llegó hace más de 20 años Monika Dullman, enfermera, religiosa y hoy directora del hospital. En una entrevista para UyPress, Monika da testimonio de su vivencia en el hospital y de cómo su fe en Dios le ha ayudado a entender el sufriento.
Monika es la Directora del Hospice Saint Louis. Tras llegar a la capital de Israel en 1985 para estudiar, dos años después volvió para ejercer como enfermera voluntaria del Hospice Saint Louis y después de eso, llegó el deseo de ser monja.

"Me sumé al convento José el Justo de la Revelación que es hoy un convento y un hospital", recuerda Monika.

Monika se siente privilegiada por trabajar en un lugar sagrado, en la tierra en la que estuvo Jesús. "Es un gran privilegio estar aquí, además de lo interesante de la gente que vive en Jerusalén. Nadie vive en Jerusalén porque sí. No es como otras ciudades. Para mucha gente estar en Jerusalén tiene un significado muy grande", expresa. 


Monika Dullman, enfermera y religiosa

En Jerusalén Monika se siente libre como monja y católica. "Me siento respetada. No voy con el hábito por la calle, por mi trabajo. Sé que ha habido algún problema, algún extremista que escribió grafittis insultantes en algún lado, en la pared de alguna iglesia", cuenta. "Cuando voy a ministerios a hacer algún trámite, siempre me respetan mucho".


Monika explica que el Hospice es un espacio donde las personas de distintas religiones pueden aprender a conocer y respetar más al otro. 

"Falta conocimiento de las cosas cristianas, pero puedo comprenderlo porque en Jerusalén somos solamente el 2% de la población. Cuando la gente sabe, respeta mucho. Un ejemplo claro es el del Ministerio de Salud Pública que me invitó a impartir clases sobre cristianismo a rabinos. Me explicaron que a veces los llaman de distintos hospitales en los que hay pacientes cristianos, porque necesitan una figura religiosa para dar apoyo al paciente, y entonces ellos quieren saber en qué cree un cristiano, qué significaría para él recibir apoyo", afirma.

"Cuando alguien fallece aquí en el hospital, a todos los cuerpos los tengo que llevar al sótano, el mismo lugar al que un día yo misma iré, hasta la sepultura. Y me da mucha fuerza saber que eso es igual para todos", continúa Monika.


Médicos del hospital, de distintas confesiones religiosas


El trabajo en el hospital ha hecho que Monika tenga muchas vivencias que contar, y algunas le han marcado especialmente. "Hay pacientes que no entendemos cómo es que aún no han muerto, casos de gente en muy mal estado, que por sus condiciones, ya deberían haber fallecido".  

"Tuvimos el caso de una mujer que sufría mucho, estaba muy mal, pero no moría. Su hija decía que le costaba verla con dificultades para respirar. Le dije a su hija: ´puede ser que tengas que darle permiso para irse´. Tras recapacitar mis palabras la chica acudió a la habitación de su madre , le dijo algo, y horas después, la mujer falleció".

Otro ejemplo fue el de un hombre que llevaba cinco años en coma, a punto de morir. "Pensamos que en cuestión de minutos fallecería. Su madre venía todos los días, menos en shabat, porque era religiosa. Después de hablar con su madre, me acerqué a él, le tomé la mano, le dije que su madre está llegando, que la esperase. Él no podía hablar pero oyó que yo le pedí que esperase a que llegara la madre, y tuvo la fuerza de hacerlo".


Monjas en el hospital Saint Louis

Como voluntaria, Monika piensa que lo más importante es que los médicos hagan conscientes a los pacientes graves de qué es a lo que se tienen que enfrentar porque sólo así disfrutarán de los últimos momentos, como ella misma lo hizo con su padre.

"A mi padre, la médica le dijo que va a morir y que le quedaba una semana. Fue una semana muy importante para él. Hizo muchas cosas que quería hacer, invitó a amigos a los que quería ver. Estuvo de pie hasta el día de su muerte. Si la médica le hubiera dicho que todo iba a estar bien, no le habría ayudado", recuerda.


"Me enfadé mucho con Dios cuando era voluntaria. No entendía por qué la gente tenía que sufrir tanto. Y entonces me ocurrieron dos cosas. Primero, tuvimos una mujer enferma de cáncer en los huesos que estaba sufriendo mucho . Yo no era enfermera todavía. Hoy, como enfermera, entiendo más".

"Cuando estaba llegando a la puerta de la habitación de la paciente me dije ´no, no salgas, ella no puede salir, así que mejor quédate con ella´. Di marcha atrás y me acerqué a ella. En ese momento entendí que la pregunta, el por qué, es importante , pero que no tenemos la respuesta. Y si no podemos tener respuesta, entonces mejor cambiar la pregunta", dice Monika.

La enfermera tiene claro el mensaje que debe sacar del sufrimiento: la cruz de Cristo. "Como cristiana, sé que el Señor mismo sufrió. Hoy, en lugar de enojarme tanto, logro ver las cosas maravillosas que suceden al final de los días. Veo que se puede ayudar a paliar varios de los síntomas, para que el paciente sufra mucho menos. Y si no lo logramos, dejamos a la persona que pueda ir a dormir. Y la podemos despertar, y si no sufre, queda despierta. Si sufre, la podemos volver a sedar".


Pinturas del interior del hospital


En el Hospice hay presencia de todos los credos. Monika cuenta que en el pórtico del hospital hay un mezuzot (el pequeño pergamino con versículos de la Biblia a la entrada de las casas judías). También hay cruces cristianas.

"La única cruz está sobre la entrada del piso de abajo. No ponemos cruces en los departamentos a menos que el paciente sea cristiano y la traiga consigo de su casa. Son las familias las que traen las cruces".

En las habitaciones "nosotros no ponemos ni cruces ni mezuzot", explica.

El respeto y cariño entre las diferentes religiones está presente en el hospital. "Recuerdo que una vez había en una habitación una mujer religiosa, casi ultraortodoxa, con la cabeza cubierta como se acostumbra, cuya hija venía todos los días a verla. Compartía la habitación con una monja. Venían todos los días monjas a visitarla, con sus hábitos, por cierto.


Fachada del hospital 

Un día falleció la madre de la monja. La hija de la judía religiosa se le acercó y le dio un fuerte abrazo. La religiosa judía y la monja, abrazadas. Y nadie pensó que allí había algo raro o que estaba mal", recuerda.

El Hospice Saint Louis nació como un hospital común y luego fue un hospital oncológico. Actualmente, 52 de sus 57 camas están ocupadas. En este momento el 70% de los pacientes son judíos, el 20% musulmanes y el 10% cristianos.