Un ejemplo especial del horror en el "califato" se dio el 6 de marzo cuando se organizó la ejecución pública de un niño de 7 años llamado Muaz Hassan, arrestado con la acusación de haber llevado a cabo gestos en contra de la “esencia divina”, mientras jugaba con sus amigos en la calle, cerca de su casa.
No se sabe qué pudo decir realmente el niño ni como pudo ser interpretado, pero fue declarado “kafir” (infiel o impío), se le retuvo un tiempo en un lugar desconocido (no se sabe en qué condiciones ni bajo qué tratos) y luego fue condenado a muerte.
La condena fue ejecutada en una plaza pública de Raqqa en Duwar el Naiim, el 6 de marzo pasado, viernes, horas antes de la oración común de los fieles, la Salat-el- Dohr, oración de mediodía.
El pequeño Muaz fue exhibido atado ante cientos de habitantes de la ciudad. Algunos acudieron de manera voluntaria pero a otros se les obligó a ir a contemplar el castigo del niño “blasfemo”.
Los verdugos de Daesh le quitaron la vida con disparos de arma de fuego frente a los padres del niño. La madre se desmayó y quedó aturdida después.
Las ejecuciones públicas son frecuentes en el "califato" organizado por los terroristas yihadistas, pero este caso ha causado división y desconcierto incluso entre algunos de los mismos yihadistas, según la fuente de AsiaNews.
"El asesinato de un niño inocente ha causado gran conmoción no sólo entre los habitantes, sino también entre algunos exponentes de relieve del ISIS, a tal punto que nuestra fuente habla del inicio de “grietas dentro de la plana de mando de DAESH”, a causa de esta condena", asegura la agencia misionera.
Otro tema que los yihadistas quieren aplicar a rajatabla en el territorio que controlan es el del vestido de las mujeres. El mes pasado, en Raqqa, el organismo de ISIS que se encarga de los castigos inventó un nuevo método contra una muchacha que fue hallada con la cabeza descubierta mientras limpiaba las escaleras del pequeño edificio habitado exclusivamente por su familia.
El castigo consistió en encerrar a la muchacha en una jaula de hierro con esqueletos y huesos de personas matadas por Daesh, y exponerla públicamente. La joven, desesperada, permaneció durante cuatro horas suplicando, antes de desmayarse.
Dejada en la jaula por una hora más, fue trasladada al hospital de Raqqa, y luego a otro hospital, y la joven aún no ha recobrado la razón.
Después de tres años, los habitantes de Raqqa, ciudad siria situada en la márgenes del río Éufrates, a 170 km al este de Alepo, aún no se han habituado a los sistemas de castigo puestos en práctica por Daesh, que son cada vez más inhumanos e irracionales. Caída en manos del frente Al Nusra el 6 de marzo de 2013, tres meses después pasó a estar bajo el total control del Califato Islámico de ISIS/Daesh.
Raqqa inmediatamente se convirtió en cuartel general de Daesh, y es pomposamente definida como la capital del auto-proclamado Califato islámico.
Gracias al martirio del niño inocente, por primera vez se ven signos de una grieta dentro de ISIS, que seguramente habrá de tener sus efectos políticos, además de la mera condena ética que pueda haber por parte de los exponentes que están en desacuerdo.
Bajo estas líneas, en el vídeo, la experiencia de Jaume Vives con los refugiados cristianos en Irak