“Hace pocos días hemos estado en Alepo y Damasco para ver las actividades que sostenemos de la Custodia de Tierra Santa –dice Tommaso Saltini, director de ATS – Pro Terra Sancta, la ONG de la Custodia-. Tanto monseñor Abu Jázem, vicario apostólico latino de Alepo, como monseñor Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria, nos han repetido que la mayor urgencia, si queremos de verdad mirar hacia el futuro, es el de la educación. Muchas instituciones cristianas han visto sus escuelas destruidas a causa de la guerra. Lo más importante, también para el futuro de los jóvenes, es ayudarles a volver a empezar”.
El relato de la visita a Siria de ATS Pro Terra Sancta, realizada a caballo de la Pascua católica y en un momento de relativa calma en los combates, nos permite conocer mejor la dramática situación en que vive la población. En Alepo, los frailes de la Custodia trabajan en tres puntos distintos de la ciudad: en la parroquia de San Francisco, en el colegio de Tierra Santa y en el barrio periférico de Ar Ram, en el convento de San Buenaventura.
En la parroquia funciona una asociación benéfica que entrega periódicamente las ayudas recogidas por los frailes –un paquete con alimentos, útiles para la higiene personal y medicinas- a cerca de dos mil familias. “Pero, considerando las necesidades –explica Saltini-, esperamos llegar pronto al menos a tres mil familias. Se trata de familias de todas las confesiones cristianas e incluso, también en este clima de recelo que se respira, de un cierto número de musulmanes necesitados...”.
La pobreza de Alepo es la de una ciudad duramente bombardeada: muchas casas son inhabitables y están destruidas, una gran parte de los fondos recaudados se emplea en la restauración de las viviendas. Muchos civiles están heridos físicamente, necesitan de operaciones quirúrgicas, prótesis y rehabilitaciones muy costosas. “En Alepo hay un hospital que financia la Custodia –explica Saltini- al que acabamos de proporcionar maquinaria elemental. Hay también otros dos hospitales de religiosas, a las que queremos ayudar”.
Luego está la crisis del agua, de la que depende en gran medida la supervivencia de la gente. Los bombardeos, de hecho, han destruido el sistema de canalización básico para la distribución del agua. El Estado Islámico, que asedia la ciudad, controla de forma estratégica el embalse, que abre y cierra a placer. En este contexto, la Custodia ha activado tres pozos: uno en la parroquia, otro en el colegio y otro en el convento de Ar Ram. Funcionan gracias a tres generadores alimentados con gasoil, un combustible que se encuentra solo a precios exorbitantes en el mercado negro.
El pozo de la parroquia, en especial, da atención en la calle a quien lo necesite, tanto cristianos como musulmanes. “La Custodia ha puesto en marcha también un servicio de transportes para llevar agua a los ancianos y a los más pobres –explica Saltini-. Los conductores, si no tienen otro trabajo, son pagados por este servicio, aunque hay quien lo hace voluntaria y desinteresadamente”.
La gente de Alepo desde hace tiempo vive atrapada entre los combates entre los leales al Gobierno y los rebeldes. “Los frailes sienten con fuerza la urgencia de dar una perspectiva de futuro a los jóvenes –sigue diciendo Saltini- a través de la escuela y los cursos de formación profesional. Pero es también fundamental dedicarse a la superación de los traumas de la guerra, y para ello se necesitan psicólogos y educadores dispuestos a pasar un tiempo en Alepo, para sacar adelante un programa de ayuda eficaz...”.
El gran jardín del colegio de la Custodia, en este contexto, ha asumido una importancia casi terapéutica. Nos lo explica nuestro interlocutor: “Es como un oasis para la gente de Alepo. Todas las tardes y fines de semana vienen centenares de personas que buscan un poco de tranquilidad y paz. Nadie en la ciudad puede salir, divertirse, viajar... sin embargo, en el jardín se puede estar en paz, hay agua, luz eléctrica... Los estudiantes, si quieren, tienen a su disposición aulas de lectura. Para sacar adelante esta actividad hemos decidido hacernos con dos furgonetas que servirán para ir a recoger a la gente y llevarla al jardín, visto que incluso los medios de transporte públicos apenas funcionan”.
“En Siria me he encontrado con mucha gente, en su mayoría cristianos –concluye Saltini-. Lo que más me ha llamado la atención es cómo se sienten parte de un gran pueblo de fieles. Un chico me dijo que durante estos años de guerra, lo que le ha sostenido ha sido la fe. Pero no un fe abstracta, sino una fe animada de gestos concretos de ayuda, porque si no, no tendría ningún sentido”.