Jamás debo “rendirme ante los problemas y las dificultades que encuentro, porque siempre hay un modo de resolverlos si tengo fe en Dios y deposito toda mi esperanza en Él, que es el único que puede ayudarme”. Es lo que ha aprendido en los últimos meses Maurelline Gonzales Semana, una de las 334 personas que en la noche de Pascua han recibido el bautismo en la diócesis de Sandakan, ciudad de Malasia (norte de Borneo). Unas 135 mujeres y hombres recibieron el bautismo en Pascua en la catedral de Santa María de esta ciudad. Algunos de ellos decidieron escribir unas líneas sobre su testimonio de conversión.
Maurelline tiene 16 años. Antes de comenzar el camino del catecumenado, escribe, “no sabía cómo afrontar mis problemas. Cuando era una niña solía ir a misa con mi familia, pero las cosas cambiaron cuando crecí, y mi familia iba raramente a la iglesia. Esto me entristecía porque me sentía lejos de Dios”.
“Mi padre rezaba ante el altar doméstico –cuenta la muchacha- pero me daba cuenta de que eso era distinto de ir a misa, donde se podía también escuchar la homilía del sacerdote. Mi hermano y yo queríamos ir a Catequesis pero no teníamos quien nos acompañara, porque nuestro padre trabajaba mucho. Así, tuvimos que esperar hasta el año pasado, cuando nos volvimos lo suficientemente grandes como para inscribirnos en el catecumenado” .
Hasta hace pocos años, escribe Maurelline “la vida me parecía carente de significado. Afrontaba muchos desafíos y muchos problemas en el estudio, en las amistades y en mi familia. Luego descubrimos que mi padre estaba enfermo de cáncer de colon. Con el corazón destrozado, pensé que Dios era verdaderamente injusto y que no tenía bendición alguna en mi vida”.
Participar en el curso para el bautismo, afirma la muchacha, “me cambió la vida. Los educadores me enseñaron a superar mis problemas, a aceptar la verdad y a apreciar los dones que Dios me da, en la certeza de que Él me guiará. Ahora rezo por mi padre, y estoy segura de que será curado. Ahora, soy una persona distinta, y sé que la razón de esto es Dios. Le ruego para que continúe guiándome luego de mi bautismo”.
Herman Khoo nació y creció “en una familia budista. Mi esposa, en cambio, es católica, y nos casamos en la Iglesia, donde también fueron bautizados nuestros tres hijos”.
A pesar de haber cursado la escuela en un instituto católico, por mucho tiempo Herman no se hizo muchas preguntas acerca de la fe de sus familiares: “Si me preguntaban qué era la Iglesia católica, sólo podía deciros lo que sabía: que existe Jesús, que se va a la iglesia todos los domingos y que se celebran la Pascua y la Navidad”.
Un día, escribe el hombre, “mi esposa me invitó a participar del catecumenado. Le pregunté: ‘¿Qué es el catecumenado?’.Ella sólo me dijo: ‘Ve y experiméntalo al menos una vez. Si no te agrada, puedes renunciar de inmediato’. Así, fui, porque quería prender las enseñanzas católicas y, sobre todo, porque quería descubrir lo que aprendían mis hijos acerca de la religión”.
Después de nueve meses de lecciones y encuentros, Herman decidió hacerse bautizar. “Durante el catecumenado descubrí mi propia fe, que nació y echó raíces. Ahora creo en Jesucristo, de quien he experimentado su presencia entre nosotros, y en el Espíritu Santo. Pienso que este es sólo el inicio de mi fe y necesito que el Señor continúe guiándome. Aún tengo mucho camino por hacer”.