Los católicos de Nigeria siguen conmocionados tras la matanza que se produjo durante la misa de Pentecostés en la iglesia de San Francisco Javier en el estado de Ondo. Los obispos nigerianos han exigido al Gobierno que identifique y persiga a los autores de este brutal atentado que ha dejado decenas de muertos.
De este modo, la Conferencia Episcopal de Nigeria advierte a través de su presidente, monseñor Lucius Ugorji: "ningún lugar parece ser de nuevo seguro en nuestro país; ni siquiera el recinto sagrado de una Iglesia".
"Condenamos enérgicamente el derramamiento de sangre inocente en la Casa de Dios. Los criminales responsables de un acto tan sacrílego y bárbaro demuestran su falta de sentido de lo sagrado y del temor de Dios. Si el gobierno no actúa con decisión acerca de una cuestión tan grave se corre el riesgo de acelerar la caída del país en la anarquía", afirma el texto episcopal.
Los obispos sostienen que los gobernantes deben asumir la responsabilidad principal de garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos: "¡El mundo nos está mirando! Y también Dios nos observa".
Por su parte, sor Agnes Adeluy, hermana de San Luis en Owo, es enfermera en el Hospital de San Luis y está atendiendo a los heridos del atentado. En una entrevista con el portal informativo del Vaticano muestra el miedo que hay entre los cristianos.
“La mayoría de los heridos están mejor, pero algunos están en estado grave, sangrando por las balas que recibieron, a pesar de las operaciones a las que ya fueron sometidos. Algunos necesitan otra operación. Muchos recibieron disparos en la cabeza o en lugares delicados. Hay una mujer, por ejemplo, que tiene la vejiga y el útero totalmente destruidos”, cuenta la religiosa.
"Todos tenemos miedo"
Además, la falta de medios es un elemento añadido. Sor Agnes explica: “sólo tenemos cuatro médicos. Estamos trabajando bajo demasiada presión. Pero el gobierno ha enviado tres médicos más para ayudarnos. Normalmente se trata de un hospital en el que se paga por el tratamiento, pero se decidió que por esta circunstancia todo estará a cargo del hospital. Esperamos que el gobierno nos ayude con la financiación. Aquí no tenemos electricidad, usamos generadores, gastamos mucho, también porque todo ha aumentado últimamente”.
En el momento del ataque, la monja se encontraba también en Owo. “Aquí hay muchas iglesias, ya habíamos ido a misa en un politécnico. Estábamos en la capilla para la adoración eucarística cuando escuchamos el sonido de dos explosiones. Las iglesias están cerca, alguien nos informó de lo que estaba ocurriendo y nos ordenó que abandonáramos el lugar donde estábamos y nos dirigiéramos a Akure, donde se encuentra nuestra casa general. En lugar de ir allí, fuimos directamente al hospital para ayudar a los heridos”, añade.
Pese al peligro para sus vidas tanto ella como el resto de religiosas afirman que seguirán trabajando y ayudando a la gente. Pero pese a todo su testimonio es dramático: “debemos ser siempre conscientes de que los fulanis nos rodean en el bosque y pueden atacarnos en cualquier momento. Estamos aterrorizados, pero debemos perseverar. Todos tenemos miedo porque en realidad no hay apoyo de protección por parte del gobierno. La gente tiene miedo ahora incluso de ir a la iglesia. Esta mañana sólo estaban las monjas en la misa, todo el mundo tiene miedo ahora. Pero no podemos quejarnos de esta ausencia, no hay seguridad.
Una situación dramática
Por su parte, Obras Misionales Pontificias se ha puesto en contacto con Mª Ángeles Amo, la que según esta organización es la única misionera española en Nigeria. Es itinerante del Camino Neocatecumenal y lleva cuatro años en el país.
Según relata, la situación en Nigeria es bastante caótica y en muchos casos es difícil saber realmente qué está pasando y qué hay detrás de cada ataque. Y esta situación –reconoce ella- es un grave impedimento para la evangelización pues en estos momentos no pueden viajar por carretera por el riesgo de ser secuestrados.
En su experiencia más directa, esta misionera española informa que los hermanos de las comunidades del norte viven una situación muy dramática, porque hay mucha violencia. Por ejemplo, en Kaduna, dentro de la ciudad, la situación está controlada, pero en las periferias no. Esto es especialmente acuciante en un barrio cristiano muy pobre, donde fueron secuestrados el año pasado cuatro seminaristas. En muchos casos, los hermanos no pueden salir de casa para reunirse en la parroquia a partir de ciertas horas de la tarde.
Mª Ángeles tiene claro que hay un intento de islamización en la sociedad, y en la mayoría de los casos, las víctimas de la violencia son cristianos. De hecho, como ejemplo, dice que hasta la fecha no se ha hecho una matanza así en una mezquita.
La misionera habla de los Fulani, ganaderos que hasta hace un tiempo habían vivido en Nigeria en paz. Pero en los últimos años están entrando grupos de Fulani de otros países, con sus ganados, y vienen armados con armas sofisticadas, por lo que están apoyados por alguien. Estos ganaderos se están apoderando de las zonas rurales, habitadas normalmente por cristianos.
“A río revuelto, ganancia de pescadores”, concluye Mª Ángeles, quien afirma que a muchos no les interesa solucionar la situación, porque mientras tanto se están enriqueciendo. Y se teme que todo esto se agrave en los próximos meses a causa de las futuras elecciones generales, que se celebrarán en febrero de 2023, que suelen conllevar periodos de mucha convulsión.