La enorme mayoría de ellos es de origen armenio, asirio o caldeo y se refugió en Turquía huyendo de la guerra o las persecuciones del ISIS.
Muchos residen en diferentes poblaciones de Anatolia como Amasya, Erzerum, Afyon – Karahisar, Yozgat, Aksaray y Çorum, pero simultáneamente han solicitado a las Naciones Unidas la posibilidad de recibir estatus de refugiados y emigrar a Canadá, Austria, Estados Unidos u otros países.
Pero por el momento sólo han obtenido permiso para residir en Turquía hasta 2023.
Los Patriarcados de las Iglesias Armenia y Asiria, la Iglesia Ortodoxa Siria de Estambul y una serie de organizaciones no gubernamentales apoyan a estos refugiados económicamente, pero sus problemas van más allá de su estado financiero.
Para las familias armenias la situación tiene un ángulo histórico, ya que muchos están regresando a las tierras históricas de sus antepasados de las que fueran expulsados hace ya un siglo.
Anonis Salciyan es una armenia que con su familia huyó de Irak hace un año y se instaló en la ciudad de Yozgat ubicada en la Anatolia Central. Dijo a la publicación Hürriyet que aparentaban ser musulmanes en público.
Una imagen de la Virgen María cuelga de la pared junto a un árbol de Navidad de plástico en la habitación que vive la familia Salciyan.
“Mi familia era originaria de la provincia de Van. Los antepasados de mi marido provenían de Aintab (hoy Gaziantep). Con mi esposo y nuestros dos hijos huimos de Irak hace alrededor de un año junto a otras veinte familias. Vivíamos bajo enorme tensión allí”, dice Anonis, agregando que su cónyuge tenía una joyería pero en la actualidad está sin trabajo.
“Tenemos algunos parientes en Europa. Estamos sobreviviendo gracias a ellos”, dijo la mujer. Salciyan se refirió además a la nueva vida que debe afrontar su familia.
“Nuestros hijos no pueden concurrir a la escuela porque no hablan en idioma turco. Sólo pueden comunicarse con otros chicos de familias armenias que están en nuestra misma situación”, concluyó.
Vahán y Linda Markaryan decidieron escapar a Turquía con sus dos hijos luego de que su casa de Bagdad fuera atacada por terroristas del ISIS.
“Cuando asaltaron nuestra casa el año pasado mi hija Nurik tenía apenas siete años de edad. Ella dejó de hablar ese día y desde entonces no hemos podido escuchar su voz. Ahora estamos viviendo en Yozgat. Trabajamos duro para solventar su tratamiento, pero todavía no puede hablar”, dice apenada Linda.
“No tenemos un futuro aquí. Todo en nuestra vida es incierto. Nuestro único deseo es poder proporcionar a nuestros hijos un futuro mejor en un lugar que en el que estén sanos y salvos”, añade.
La mujer cuenta que es muy difícil practicar su religión cristiana debido a la intimidación pública.
“Somos creyentes, pero tenemos que orar en nuestra casa. Es muy difícil vivir así”, expresa. Su esposo era técnico eléctrico en Bagdad, pero lucha por conseguir un empleo en Yozgat. “Sólo consigue empleos temporales en la construcción, pero le pagan 25 liras al día, cuando los obreros turcos ganan cuatro veces más. No podemos reclamar ningún derecho”, se acongoja.
La diputada opositora de origen armenio Selina Dogan que representa al Partido Republicano del Pueblo (CHP), visita frecuentemente a las familias armenias refugiadas en Turquía. La parlamentaria está elaborando un informe para la Comisión de Investigación sobre Migrantes y Refugiados.
En el vídeo, Nelly Gasparian canta en armenio el Señor Ten Piedad en las ruinas de la antigua catedral armenia del lago de Van en Turquía, abandonada desde el genocidio turco contra los armenios en 1915