Francis Ahleong estaba muy angustiado cuando se acercó peligrosamente al balcón del tercer piso de su casa en Petaling Jaya, un suburbio de Kuala Lumpur (Malasia).
De eso hace tres años, ahora se acaba de bautizar y las ideas suicidas han quedado atrás.
"Estaba deprimido, quería suicidarme", dice a UCA News Ahleong, de 27 años. En 2020 trabajaba en una tienda de equipos de buceo, en un centro comercial cerca de Kuala Lumpur. El confinamiento había obligado a cerrar temporalmente, como a muchos otros negocios.
"Una voz me dijo que entrar en casa y leyera mi Biblia"
La falta de ingresos, la falta de socialización y la ansiedad lo llevaron a querer saltar desde su balcón. Pero, cuando estaba a punto de hacerlo, "escuché una voz que me decía que saliera del balcón, entrara en casa y leyera mi Biblia. No sé si fue Dios o un ángel", comenta.
Francis Ahleong no era cristiano, no estaba bautizado. Pero conocía la Biblia porque había crecido en una aldea de mayoría cristiana en la provincia de Sabah. La mayoría de las 30 familias eran católicas, incluso sus padres nacieron católicos pero no practicaban la fe ni le bautizaron a él.
El pueblo está en las montañas de Sabah, a unos 40 minutos en coche del monte Kinabalu, el pico más alto de Borneo. La mayoría de los aldeanos se ganan la vida alquilando lo esencial para los turistas que vienen a la zona. Aunque también hay pequeños agricultores de caucho y hortalizas.
Ahleong vivía en el pueblo con su tía materna y su esposo, quien es el jefe de la aldea y catequista en la parroquia de San Pío X, que depende de la archidiócesis de Kota Kinabalu. Fue, precisamente, su tío el que lo llevaba a misa cuando era un adolescente.
"Para mí, mis tíos son como mis padres. Ellos me preguntaron si quería bautizarme, pero dije que no", relata. "Aunque iba con ellos a la iglesia, no aprendí mucho sobre la fe".
Compró una Biblia en 2017; la leyó en la pandemia
Sin embargo, Ahleong había estado leyendo la Biblia por Internet y quería conocer su contexto, así que compró una después de ir a trabajar. Eso sucedió hacia 2017.
Cuando aquel fatídico día regresó a la habitación desde el balcón, cogió la Biblia y la leyó.
Desde entonces, "la necesidad de suicidarme ya no la tenía", dice, aunque todavía tenía experimenta alguna sensación inquietante, incluso después de que se levantara el confinamiento y regresara al trabajo y mejorara su economía.
Su novia le animó a ir a catequesis a la parroquia cerca de su casa. "Me dijo que fuera, que conocería gente nueva y que era mejor que estar solo", cuenta Ahleong, quien asegura que se sintió en paz cuando comenzó a asistir a catequesis para prepararse para el bautismo.
Su novia es católica y está confirmada. "Ella quiere que tanto nosotros como nuestros hijos, cuando los tengamos, seamos todos católicos", explica.
Mary Thien, que dirige las catequesis en lengua malaya en la parroquia de San Ignacio, donde acude Francis, explica que unas 30 personas han sido bautizadas y confirmadas allí desde 2017. La mayoría eran protestantes o hijos de católicos que abandonaron la fe.
Las diócesis de Malasia organiza sus catequesis por grupos lingüísticos: el chino, el tamil y el malayo. Ahleong fue sólo uno de los 1.700 catecúmenos que se prepararon para recibir el bautismo en la Vigilia Pascual de 2024 en seis diócesis y tres archidiócesis de Malasia , según la agencia vaticana Fides.
Cuando su contrato de trabajo finalice en diciembre, Ahleong planea regresar a su aldea y comenzar un negocio de alimentos. "Tengo el deseo de ser catequista como mi tío en mi parroquia de allí", dice,