Con motivo de la reciente “expulsión” de los episcopalianos de la plena Comunión Anglicana (han quedado reducidos a la condición de "oyentes"), el padre Longenecker defiende que hoy la verdadera división se da entre cristianos “históricos o tradicionales” y cristianos “progresistas o liberales”, y vaticina que antes de un siglo la opción "progre" habrá desaparecido (o habrá dejado de tener nada que ver con el cristianismo). Para ello da 12 razones que resumimos a continuación.
La religión, explica Longenecker, “es una transacción con lo sobrenatural; sea gente primitiva danzando junto al fuego o una Misa Solemne en una catedral católica, la religión trata de un intercambio con el Otro Mundo”. La religión trata de almas, pecados, cielo, infierno, condenación, la otra vida, ángeles y demonios, “y todo eso”.
Una religión "para ser buenos", luchar por la igualdad de derechos y trabajar causas sociales desaparecerá, porque esas tareas se pueden trabajar sin religión, sin nada sobrenatural. Así, la primera generación de cristianos modernistas aún va a la iglesia, la segunda sólo va a veces, la tercera no va casi nunca y las siguientes ni van ni se lo plantean. Si no crees en lo sobrenatural, el ritual no vale la pena. Y dejas la iglesia.
Si cada persona puede decidir en qué creer, no necesita juntarse con otras personas, de hecho no lo valorará. Tenderá a mezclarse con los pocos que crean exactamente igual que él en todo, grupos cada vez más pequeños, débiles e irrelevantes, que tenderán a desaparecer.
Si lo que importa no es la moral ni la doctrina, sino el “sé tú mismo” y “siéntete bien”, si lo que se valora es básicamente el sentimiento, que es una experiencia individual, tenderá a desatenderse el compromiso formal, el comprometerse con una asociación o comunidad. Se puede “creer sin pertenecer”, y como es más fácil, es lo que se hará.
Al cortar con la tradición y despreciar la historia, sólo le queda “lo que ahora está de moda” (que dejará de estarlo muy pronto) y el esfuerzo agotador por someterse a las exigencias siempre variables e insaciables de la cultura contemporánea. A quien no tiene raíces se lo lleva el viento.
Muchos cristianos “progres” dicen seguir “la crítica moderna”… y repiten lo que dijeron biblistas alemanes del siglo XIX o de antes de la II Guerra Mundial, porque les sonaba “desmitificador”. Todo eso ha caducado ante los avances de los biblistas modernos de verdad, los que publican en el siglo XXI y aplican métodos de historia y arqueología, no de ideología, y que refuerzan la fiabilidad de la Biblia.
Los clérigos “progres” llevan 4 décadas diciendo que no es obligatorio ir a la Iglesia, que sólo hay que acudir si se tienen ganas… y ahora descubren con asombro que tienen las iglesias vacías. No piden a los fieles nada exigente… y estos se van porque lo menos exigente es quedarse en casa tranquilamente.
En cualquier religión que cree en lo sobrenatural se predican las virtudes, que implican esfuerzo. Se pide pureza moral, autocontrol, disciplina… Pero la religión progre ofrece, en realidad, hedonismo, aunque un poco aguado. Las personas quieren religión en serio o hedonismo sin aguar, así que dejarán la religiosidad “progre” y elegirán entre esas dos opciones.
Una religión que no tiene hijos desaparece con rapidez. Una religión que admite la anticoncepción e incluso la alaba, o que permite el aborto, será demográficamente irrelevante muy rápido, especialmente si compite con otras que fomentan la fecundidad y la familia.
Pastoras de una iglesia muy liberal a favor del aborto ("pro-choice")
Los episcopalianos de EEUU han sido castigados en la Comunión Anglicana por los anglicanos de África, que son inmensa mayoría y en crecimiento. El cristianismo en África, Asia y Sudamérica es creativo, vigoroso, crece y enlaza con la Biblia y la tradición histórica y moral. Será el que marque la línea en este siglo XXI.
Hoy ser “progre” es lo estándar, es lo que todos hacen, es burgués y mediocre… Los antiguos radicales hoy son parte del “establishment”. Son el sistema. Y la verdadera religión siempre tiene algo de antisistema, de rebelión ante la lógica de la mediocridad establecida. Por eso la religión progre aburguesada no atraerá a las personas que buscan verdadera religión.
Obispesas episcopalianas en EEUU: la Comunión Anglicana ha reducido a esta iglesia, hace un siglo la más prestigiosa del país, a mera "oyente"
Si todo el mundo es progre, el conservador es el nuevo radical. En un mundo promiscuo, el casto es radical. En un mundo glotón, el que ayuna es radical. En un mundo relativista, quien tiene convicciones firmes es radical. En un mundo materialista, quien cree en lo sobrenatural es radical. Y esa radicalidad atrae a la gente.
El gran dogma “progre” es “las puertas están abiertas para todos”. Pero nadie quiere apuntarse a un club que no tiene reglas de admisión. Un club para todos en realidad es un club para nadie. Una iglesia sin dogmas ni moral no rechazará a nadie, pero nadie va a sentir que deba acudir o pertenecer a ella. Por esas puertas tan abiertas nadie va a entrar para quedarse, y muchos de los que estaban, se marcharán.
La paradoja que los sociólogos y el padre Longenecker detectan es que, al final, las religiones exigentes en lo moral, con doctrinas claras, llamado comunitario (no individualista) y visión sobrenatural son las que sobrevivirán a la prueba del siglo XXI y crecerán.
En el vídeo, Nochebuena en las iglesias coptas etíopes de Lalibela; el cristianismo africano, que cree en lo sobrenatural, en la tradición y las enseñanzas bíblicas, puede marcar el ritmo del cristianismo en este siglo