Descubrir hasta qué punto llegaba el descontento de sus empleados “fue muy triste, y un gran reto que afrontó con humildad”, explica a Alfa y Omega su amigo Homero Garza, director general de la Universidad San Pablo, de la misma ciudad. Comenzó entonces un proyecto de tres años para enderezar la situación. Durante un año, la empresa dedicó varias horas a la semana a la capacitación de trabajadores y a pensar entre todos cómo aplicar el protocolo, que pretende que la relación de la empresa con todo su entorno se rija por los principios de dignidad de la persona, destino universal de los bienes, subsidiariedad, solidaridad y participación. Tres gerentes se formaron en doctrina social de la Iglesia. Ahora, se ofrece a los trabajadores que lo deseen estudios de Bachillerato y formación profesional, se les remunera cuando se cumplen los objetivos, y se financian proyectos sociales en la zona.
La reforma ya tiene resultados visibles: “El ambiente de trabajo ha mejorado mucho”, se han generado nuevas ideas, y el índice de rotación –personas que abandonan la empresa– ha pasado del 38 % al 5 %”.
Garza presentó el caso de Autos de la Huasteca durante el congreso internacional Educación para la gestión cristiana en el siglo XXI, celebrado el 26 de noviembre en el colegio mayor San Pablo y organizado por la Federación Internacional de Asociaciones de Empresarios y Directivos Cristianos (UNIAPAC), Acción Social Empresarial (ASE) y la Asociación Católica de Propagandistas. Lo inauguró monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid.
Empresarios de diversos países compartieron durante el encuentro experiencias tan diversas como la del concesionario de coches mexicano, que cuenta con 75 empleados o la de la Corporación Mondragón, décimo grupo empresarial de España, con 74.000 trabajadores. Unos 40.000 son además propietarios en las 103 cooperativas que, junto con otro centenar de empresas, integran el grupo. En Mondragón, no hay grandes diferencias en los salarios, y los beneficios se reinvierten en un fondo de pensiones, centros de investigación y un fondo de solidaridad que permite ayudar a las cooperativas en apuros.
Su fundador, el sacerdote y siervo de Dios José María Arizmendiarrieta, quiso aplicar la propuesta de la encíclica Quadragesimo anno de que los trabajadores participaran en los resultados, gestión y propiedad de la empresa. “Ahora, estamos trabajando para que se puedan constituir sociedades civiles particulares que apliquen estos principios de las cooperativas a las empresas normales. También estamos reflexionando sobre cómo podríamos fomentar la cooperación entre empresas”, incluso si no forman parte del mismo grupo, explica a Alfa y Omega Juan Manuel Sinde, ex director financiero del grupo.
El papel de los empresarios para fomentar el bien común fue una línea central del Atrio de los Gentiles 2015 que organizaron, del 25 al 27 de noviembre, el Consejo Pontificio para la Cultura, el Foro Ecuménico Social y las universidades Rey Juan Carlos, Pontificia Comillas –a través de su Cátedra de Ética Económica y Empresarial–, y Pontificia de Salamanca. Empresarios y directivos compartieron reflexiones con el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio, y académicos como Stefano Zamagni, de la Universidad de Bolonia.
Participó Inés Gomis, que pertenece a la séptima generación de una empresa familiar textil y agrícola. “Mi madre siempre ha contado que mi abuelo ponía guarderías para los hijos de las trabajadoras. Y he encontrado una carta de mi bisabuelo a su sobrino con consejos sobre el cultivo de la remolacha. Le decía: “Yo gano dinero por otro lado, pero así también los payeses ganarán más”“.
Gomis ha desarrollado su vida laboral primero por cuenta ajena y después como autónoma en una consultoría. Como directiva de empresas, “apliqué prácticas de conciliación cuando nadie lo hacía. Me tuve que enfrentar con algunos directivos por ello”. El tiempo le dio la razón al demostrar que, con estas medidas, las personas a su cargo trabajaban mejor. En su labor como consultora, “siempre pregunto a las empresas con las que trabajo por su código ético, y les sugiero cómo implementar bien la responsabilidad social”.