Primi Vela Goicoechea es una misionera española de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana que vive en la India, un país con más de 1.370 millones de habitantes y grandes problemas de pobreza, a lo que hay que sumar ahora los efectos de la pandemia de coronavirus.
Esta religiosa comparte con OMP desde la India cómo se está viviendo esta situación desde allí. “Es alentador que muchas personas y organizaciones en la India se hayan unido al gobierno para enfrentar el desafío del coronavirus. Con cada día que pasaba, los lazos de cooperación se fortalecían. La sociedad india se dio cuenta de sus responsabilidades y adoptó el distanciamiento social para un bien común mayor. También el carácter compasivo del pueblo indio se está viendo continuamente en las ayudas de unos a otros”.
El mayor problema –explica- es el de los 139 millones de indios, casi todos procedentes de los estados de Bihar y Uttar Pradesh, que se desplazan a las grandes ciudades del país buscando trabajo.
Durante estas semanas de confinamiento, “estos trabajadores migrantes no pueden alimentar a sus familias, pagar sus alquileres o sobrevivir en las ciudades debido al bloqueo que afecta a los trabajos de construcción, manufactura, restaurantes, viajes y ayuda doméstica”.
La hermana Vela asegura que “millones de indios sin trabajo ahora, lucharon por volver a sus pueblos. El bloqueo los tomó por sorpresa a millones de migrantes, dejándolos sin tiempo para regresar a casa. Cientos de miles de ellos se vieron varados en las estaciones de autobuses, caminando a sus pueblos a cientos de kilómetros de distancia”.
En cuanto al distanciamiento social “solo puede darse si tienes una casa bastante grande, pero en la India, es un privilegio poder mantenerlo cuando la mayoría de la población está acurrucada de cinco a seis personas en una habitación. Unos 100 millones de hogares tienen solo una habitación”.
Ante esta situación, la Iglesia Católica en India aunque es numéricamente pequeña –según la misionera- “está a la vanguardia en medio de la situación manifestando la amplitud de su corazón, cooperando voluntariamente con todos y cada uno, para asegurarse de que nadie, ya sea viejo o joven, niño o de mediana edad, se acueste con hambre, está ocupada refugiando a los migrantes y alimentando a los pobres cuyas vidas se han convertido en una pesadilla por lo que está sucediendo desde el brote del virus”.
La comunidad de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana de Bombay “ha tenido la suerte de tener a nuestro lado al Departamento de Policía del barrio. No solo dándonos la licencia en este confinamiento tan riguroso y que tanto protegen, de libre movimiento para ayudar a los demás sino que nos proporcionan material y ayuda para poder distribuir”.
Incluso les dieron un camión “cargado a tope de verduras frescas”. Las hermanas seleccionaron varias zonas de extrema necesidad, “sobre todo las situadas en áreas muy interiores donde es difícil ir y visitamos esas familias dándoles la alegría de que la vida sigue sin temor, que tienen asegurada su alimentación. En algunas de estas zonas la misma policía nos ayuda en la distribución. Se les da lo básico para vivir, arroz, trigo, aceite, azúcar, verduras…. Y seguiremos haciéndolo mientras dure la necesidad”.