La visita del Papa Francisco a República Centroafricana renueva la atención mediática sobre una de las crisis actuales más olvidadas. «Estamos viviendo un martirio desde hace tres años», señala en conversación con ABC el obispo español Juan José Aguirre, residente en la República Centroafricana desde hace más de 35 años, y quien denuncia la guerra abierta entre Seleka (musulmanes) y los «anti-balaka» (no musulmanes).
En marzo de 2013, un golpe de Estado del grupo insurgente Seleka, quien se había alzado en armas tres meses antes, provocaba la salida del país del presidente François Bozizé y abría una crisis política en el país africano. Entonces, el movimiento Seleka -un paraguas rebelde formado por facciones disidentes de la Unión de Fuerzas Democráticas para la Integración (UFDR), la Convención de Patriotas para la Justicia y la Paz (CPJP) y el Frente Democrático de los Pueblos de África Central (FDPC)- contaba con una base operativa cercana a los 3.000 miembros.
Sin embargo, huidos los soldados de fortuna que componían sus fuerzas (mercenarios originarios de Chad y Sudán, quienes aterrizaron en el conflicto bajo la promesa de ser recompensados con las ingentes reservas que dispone el país), son las milicias «anti-balaka» (patrullas urbanas), quienes claman venganza contra todo lo que es musulmán.
Para el obispo Aguirre, enmarcado en la diócesis de Bangassou (sureste del país), «la visita del Papa Francisco puede ayudarnos a salir de este laberinto donde estamos. Por eso tenemos tanta esperanza en que el Papa nos ilumine». Como destaca este cordobés, «toda la sociedad centroafricana está esperando con mucho entusiasmo esta visita».
[Desde España es eficaz apoyar al obispo Aguirre y sus proyectos sanitarios, educativos y pastorales a través de la veterana Fundación Bangassou; nota de ReL]
Se estima que desde el inicio del conflicto actual, hace casi tres años, cerca de un millón de personas han sido desplazadas por la violencia. Es decir uno de cada cinco habitantes de la República Centroafricana. Pero hay otros números también a tener en cuenta:
Por ejemplo, cerca de 10.000 menores edad han sido reclutados por las fuerzas en conflicto. De igual modo, a día de hoy, 620.000 personas no tienen acceso a medicamentos básicos. Todo ello, en una de las crisis más olvidadas.
«La situación en el país es caótica», asegura a ABC Agustín Cuevas, misionero salesiano residente en la región. «En esta situación de inseguridad, se ve la visita del Papa como una posible esperanza de que esto cambie. La gente tiene mucha ilusión por la venida del Santo Padre», añade.
Ya a comienzos de 2014, Amnistía Internacional (AI) denunciaba cómo las tropas internacionales apenas podían frenar la «limpieza étnica» que se llevaba a cabo contra esta población por parte de los «anti-balaka», a las que acusó de «violentos ataques».
Entonces, entre las principales matanzas, Amnistía Internacional documentaba un acción armada cometida el 18 de enero 2014 en Bossemptele (oeste del país), donde al menos 100 musulmanes fueron asesinados, principalmente mujeres y ancianos, entre ellos, un imán de 70 años.
El drama no fue solo humano. De forma paralela, un estudio llevado a cabo por Oxfam y Acción Contra el Hambre denunciaba que la crisis amenazaba con colapsar el sistema económico del país, tras el éxodo llevado a cabo por la población musulmana.
Por aquellos días, ya se advertía que el aspecto económico del conflicto no debía ser subestimado: Casi todos los comerciantes eran musulmanes y, ahora, con su partida, hay dificultades para encontrar géneros importados (aceite, sal, azúcar...), cuyos precios aumentan rápidamente.
Y a cambio, los productos vendidos por la población local (yuca, maní...) pierden valor y el precio cae.
«Esperan casi un milagro (…) La gente de todas las religiones, incluido los musulmanes, tienen mucho interés en la llegada del Papa como una esperanza para la paz», destaca Cuevas. «Una solución que encuentre un camino, un resquicio, de entendimiento y de convivencia», añade.