"Tengo la certeza de que hay una razón divina para que [los filipinos] vivamos en esta parte del mundo. No es casual, sino que es una misión. Dios desea que nuestro país se convierta en el centro de la fe en Asia”: así lo afirma Darwin Beceril, catequista de la diócesis de Novaliches, en una entrevista a CBCP News, página informativa de la conferencia episcopal filipina.
Según Darwin, esta misión puede ser llevada adelante incluso por personas que no son misioneros en sentido estricto. Y cita un caso: "Tengo un amigo que era catequista como yo antes de convertirse en emigrante. Como sucede a menudo, tuvo que dejar a su familia para buscar mejores oportunidades de trabajo en el exterior. Pero lo más impresionante es que no renuncia a evangelizar. Aún sale para ir a ejercer como catequista, a pesar de sus ocupaciones laborales".
Según Beceril, “todos nosotros podemos ser misioneros en Asia, incluso desde nuestros hogares, no actuando como individuos en forma singular, sino en una comunidad de fe. Si nuestra nación se tomara en serio el mensaje de Jesús, que nos fue transmitido por medio de muchos testigos valientes, sería un gran don para el mundo entero”.
Otro catequista, Jovi Atanacio, telefonista de profesión y promotor de la devoción mariana en Antipolo City, concuerda con la opinión de Darwin en que los católicos filipinos tienen un papel especial en la misión en Asia, aunque lamentó que muchos ignoran la fe: "Debemos utilizar todos los medios de comunicación para evangelizar a los demás, no sólo con las palabras, sino con nuestras obras".
Según Nestor Limqueco, profesor de Religion en la Arellano University, “cada cristiano bautizado es un misionero. Todos estamos llamados a la misión ad gentes, tanto si somos filipinos como si no lo somos”. La misión, continúa el profesor, no es solamente llevar el mensaje de Cristo a los demás, sino, sobre todo, hacer presente, actual, a la persona de Cristo, “que debe ser escuchada, vista, experimentada”.
Una de las intenciones del Papa Francisco para el mes de octubre es la oración para que “las comunidades cristianas del continente anuncien el Evangelio a quienes todavía lo esperan”.
Según el Pew Research Center, en 2010 los cristianos de la región Asia-Pacifica eran 287 millones (la mayor parte de ellos, católicos filipinos), un 7,1% de la población total, y se prevé que para 2050 alcancen los 381 millones, con un crecimiento del 33%.