, el 8 de agosto de 2014, dos días antes comenzó el éxodo de cristianos desde la Llanura de Nínive. El viaje de monseñor Galantino será del 6 al 9 de agosto, y en esos días participará en varias iniciativas y encuentros, entre los que se incluyen visitas a centros de acogida a refugiados.
Aprovechando la ocasión, el papa Francisco ha querido enviar un mensaje de cercanía a los refugiados, de gratitud a los que se hacen cargo de sus problemas y un llamamiento a la comunidad internacional para que no permanezca pasiva ante esta dramática situación.
De este modo, en la misiva que el Santo Padre envía a monseñor Lahham quiere llegar “con una palabra de esperanza a cuántos, oprimidos por la violencia, se han visto obligados a abandonar sus casas y su tierra”.
Tal y como recuerda el Pontífice, en más ocasiones ha querido “dar voz a las atroces, deshumanas e inexplicables persecuciones de quien en tantas partes del mundo -y sobre todo entre cristianos- son víctimas del fanatismo y discriminados por su fidelidad al Evangelio”.
El recuerdo del Papa, que se hace llamamiento solidario, quiere ser “el signo de una Iglesia que no olvida y no abandona a sus hijos exiliados a causa de su fe: sabemos que una oración cotidiana se alza por ellos, junto al reconocimiento por el testimonio que nos ofrecen”.
Del mismo modo, dedica unas palabras a las comunidades que han sabido hacerse cargo de estas personas, “evitando mirar a otro lado”. A ellos el Santo Padre les dice: “Vosotros anunciáis la resurrección de Cristo al compartir el dolor y con la ayuda solidaria que prestáis a cientos de miles de refugiados; con vuestro agacharse por sus sufrimientos, que corren el riesgo de sofocar la esperanza; con vuestro servicio de fraternidad, que correrá también el riesgo en momentos oscuros de la existencia”. Por esto, el Papa ha deseado que el Señor les recompense, “como solo Él puede hacer, con la abundancia de sus dones”.
A su vez, el Pontífice ha deseado que la opinión pública mundial esté cada vez más atenta, sensible y participativa frente “a las persecuciones que sufren los cristianos y, en general, de las minorías religiosas”.
Finalmente, renueva su exhortación para que la comunidad internacional no permanezca muda e inerte frente a tal crimen inaceptable, “que constituye una preocupante pérdida de los derechos humanos más esenciales e impide la riqueza de la convivencia entre los pueblos, las culturas y las religiones”.