La explosión que arrasó Beirut el 4 de agosto y las protestas callejeras de los días sucesivos han convertido en foco de atención mundial la situación de un país que, tras la avalancha de palestinos, la guerra civil de 1975-1990 y la esperanza posterior de su reverdecer en la paz, se ve ahora en graves dificultades económicas y gangrenado por la corrupción, la influencia política del terrorismo de Hezbolá, los intereses de Siria e Israel y la afluencia de refugiados sirios.
Para comprender mejor la historia del Líbano y sus profundas raíces cristianas, singulares en Oriente Medio, es interesante la lectura del artículo recientemente publicado por Joseph Yacoub en Le Figaro (los ladillos son de ReL):
Joseph Yacoub, cristiano sirio, es profesor honorario de Ciencias Políticas y primer titular de la Cátedra Unesco "Memoria, culturas e interculturalidad" en la Universidad Católica de Lyon (Francia) y autor de obras sobre el genocidio asirio-caldeo-siriaco de 1915, paralelo al genocidio armenio, o sobre la "diversidad amenazada" de los cristianos de Oriente ante el nacionalismo árabe y el islamismo.
Muy amada por los cristianos libaneses, cada año, el 15 de agosto, se celebra la Festividad de la Asunción, es decir, de la elevación al cielo de la Virgen María, en todas las regiones del país en un ambiente de piedad y alegría, a menudo con procesiones. Este año, que coincide con los días de duelo y prueba que está atravesando el país, es oportuno recordar cuán arraigado está el cristianismo en el país de los cedros.
Cuando los musulmanes conquistaron esta tierra en 637 y cuando comenzó la época de las Cruzadas (1099-1291), el cristianismo ya tenía, respectivamente, 600 y 1000 años de existencia en el Líbano.
Un enclave bíblico y evangélico
Este país de hermosos paisajes, situado entre la montaña y el mar, con un pasado fenicio muy rico, dominaba las costas del Mediterráneo antes de los griegos y los romanos. Sus antiguas ciudades del litoral, como Biblos (Jbeil), Tiro (Sour), Sidón (Saïda) y Beirut, resplandecían.
Mapa: CIA.
El país de los cedros está en el corazón de la Biblia y presente en los Evangelios. Los profetas de Israel cantaban su belleza, evocaban sus perfumes, sus frutos y su vino. Dos salmos merecen ser citados: "El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano" (Sal 92, 13) y "Y habrá trigo abundante en los campos, y ondeará en lo alto de los montes; darán fruto como el Líbano" (Sal 72, 16). Oseas, por su parte, dice: "Será su renombre como el del vino del Líbano" (Os 14, 8).
Las bodas de Caná, fresco de Giotto pintado entre 1304 y 1313 en la Capilla de los Scrovegni, en Padua. Algunos arqueólogos creen que la localidad del milagro de las bodas se encontraba en lo que hoy es el sur del Líbano, hasta donde penetraría entonces la región de Galilea, en la cual sitúan los Evangelios (Jn 2, 1) el evento.
En la aldea de Caná, en el sur del país, cerca de Sidón, Jesús, invitado a una boda, hizo un milagro y transformó el agua en vino. Gentes de los alrededores de Sidón y Tiro lo escucharon (Mc 3, 8), y Él mismo visitó su país: "Desde allí fue a la región de Tiro. [...] Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón" (Mc 7, 24; 31). Los apóstoles atravesaron Fenicia para llegar a Antioquía y a Chipre a fin de llevar la buena nueva.
Los maronitas
¿Quiénes son los maronitas? Estos cristianos deben su nombre a Mar (san) Marón, muerto en el año 423, un anacoreta que vivió en Apamea, Siria. Nacida en el siglo V, esta Iglesia autónoma patriarcal se fue constituyendo progresivamente.
Icono ruso de San Marón del siglo XIX. Imagen: The Temple Gallery.
A finales del siglo VII, una comunidad rural que hablaba siríaco estaba a la cabeza de un monasterio, situado a orillas del río Orontes, fiel a las normas canónicas del Concilio de Calcedonia (451) y hostil a los monofisitas anticalcedonios; estos, en el contexto de las controversias cristológicas que enfrentaron a los cristianos, persiguieron a los fieles de dicha comunidad.
Cientos de monjes sufrieron el martirio en 517. Los bizantinos, de lengua griega y tradición helenista, no los trataron mejor. Sin embargo, esta Iglesia permaneció fiel a la sede de Antioquía, de ahí el título de su primado: "Patriarca de Antioquía y de todo el Oriente".
Musulmanes y cruzados latinos
La conquista árabe-musulmana obligó a los maronitas a emigrar hacia las montañas del Líbano, que se convirtieron en su país y su centro. Se instalaron en el valle de Qadisha (término siríaco que significa "santa"), en el norte del país, en una zona llena de cuevas. Rápidamente se expandieron por otras regiones. En el siglo IX, muchos se refugiaron en Chipre, donde aún son muy activos.
La percepción que los maronitas y, en general, los cristianos siríacos tenían de las cruzadas difiere de la que tenían los latinos y los musulmanes. En sus análisis, la comunidad cristiana tuvo en cuenta el contexto local y regional árabe-turco-musulmán, muy agitado. Y los cristianos de Oriente tenían muy claro cuáles eran las intenciones y las prácticas de los cruzados, a saber: una política de latinización y hegemonía.
Fidelidad a Roma
Sin embargo, a diferencia de otras comunidades cristianas orientales, los maronitas consiguieron evitar la separación entre Iglesia autocéfala e Iglesia unida a Roma. A pesar de ser una Iglesia muy autónoma, desde el siglo XIII siempre ha permanecido en comunión con la Santa Sede.
Católicos libaneses rezan a San Charbel (1828-1898), asceta y monje maronita.
En la liturgia hoy se utiliza el árabe, a diferencia del pasado, cuando la lengua utilizada era el siríaco occidental. Pero las palabras de la consagración se siguen diciendo en siríaco. Y algunos de sus artistas han perpetuado esa herencia a través de las vidrieras y los frescos. La Iglesia maronita ha dado nombre a santos ilustres, como San Charbel y Santa Rafqa (Rebeca).
Sabios y maestros maronitas
Veamos otras aportaciones importantes de esta cristiandad en materia de orientalismo y de apertura a Occidente. Por iniciativa del Papa Gregorio XIII, en 1584 se fundó en Roma un colegio maronita, que representa un movimiento intelectual fundamental. De este colegio han salido importantes sabios y maestros.
El patriarca Stéphane Dwayhi (1630-1704), que estudió en el colegio maronita, fue el primero en emprender un trabajo de recopilación, publicando un libro importante, Les Annales [Los Anales], un tratado histórico que abarcaba casi dos milenios, del año 622 al 1699.
Bibliotheca Orientalis. Imagen: IberLibro.
El principio del siglo XVIII estuvo caracterizado por el descubrimiento de los manuscritos y las publicaciones de tres sabios maronitas de la familia Assemani, que también fueron estudiantes del colegio maronita y que era conocidos por su célebre Bibliotheca orientalis (publicada en Roma en cuatro volúmenes entre 1719 y 1728). Le hicieron descubrir a Occidente los tesoros históricos, literarios y doctrinales del patrimonio siríaco oriental, dando así inicio al orientalismo.
Cultura árabe
Por otra parte, no es exagerado afirmar que los cristianos libaneses de todas las confesiones jugaron un papel fundamental en el renacimiento de la cultura árabe. Promotores de la modernidad, hicieron surgir una literatura rica y variada en árabe, en todos los campos del saber. Abrieron al exterior un mundo que, en el siglo XVIII, estaba estancado y encerrado en sí mismo.
De la miríada de nombres, citaremos solo unos cuantos: Boutros al-Boustani (1819-1883), autor de la primera Enciclopedia en lengua árabe; Nassif al-Yazig (1800-1871) y, más tarde, su hijo Ibrahim al-Yazigi (1847-1906) llevaron a cabo las primeras traducciones de la Biblia en árabe por iniciativa, respectivamente, de los misioneros protestantes estadounidenses e ingleses y de los jesuitas; Louis Cheikho (1859-1927), sacerdote jesuita de rito caldeo, publicó la primera antología de literatura árabe adaptada a la enseñanza y otra serie de libros de gran valor sobre el cristianismo en Arabia. Entre estos renovadores había, también, numerosos musulmanes. En ámbito político, es necesario señalar al patriarca maronita Hoyek, en el cargo de 1899 a 1931, que tuvo un gran papel en la creación, por parte de Francia en 1920, del Estado del Gran Líbano.
El misterio del Líbano
A pesar de las pruebas -el drama de la guerra civil (1975-1990), la disminución de su importancia demográfica en el país y la emigración-, los cristianos del Líbano han sabido permanecer fieles a sus tradiciones cristianas orientales mientras, al mismo tiempo, se abrían al mundo exterior, compartiendo su vida con las comunidades drusa, suní y chií. El Líbano tiene una vertiente que mira a Oriente y otra a Occidente: en esto reside su misterio.
Traducción de Elena Faccia Serrano.