"Este hombre no es un hombre común. Fue enviado como mensajero a este mundo para hacer algo importante. Él ya cumplió con su misión. Dios lo ha tomado y nos ha dejado a los demás el resto del trabajo", comentó el día de su muerte el patriarca de la familia Bol.
El Papa Francisco se encuentra de viaje en RD Congo y Sudán del Sur. En este último país los católicos son aproximadamente la mitad de la población (7,2 millones), y tienen una fe bastante dinámica. Algo que se puede comprobar en su héroe nacional, precisamente, un devoto católico, que dedicó su vida al baloncesto y a ayudar siempre a los demás.
Un niño distinto
Manute Bol es uno de los jugadores más importantes de la historia de la NBA, el único en cazar un león con su propia lanza, como él confesaba con orgullo. De fe católica, aunque con elementos tribales como la poligamia, Bol nació un 16 de octubre de 1962 (fecha oficial, algunos dudan de ella) en Gogrial (Sudán del Sur) y pertenecía a la etnia de los Dinka. Durante su vida destacó no solo por su desmesurada altura sino también por su inmensa generosidad.
Con un abuelo de 2,39 m, un padre de 2,03 m, una madre de 2.08 m, Manute Bol llegó a alcanzar los 2,31 m, en un cuerpo de 92 kilos. Sin duda, una proeza de Dios, sostener tantos centímetros con una envergadura tan liviana. Se cuenta que cuando hizo su primer mate en una canasta, se comió literalmente el aro y perdió algún diente. Años después le serían repuestos en Estados Unidos.
Bol creció en un poblado Dinka de Sudán del Sur. Allí vivían semidesnudos, sin agua corriente, electricidad y sin escuelas. Su abuelo, Malouk Chol Bol, era el jefe de la aldea y tenía 40 esposas. Su nieto, Manute Bol, estaba destinado a sucederlo, pero un día de 1975 conoció el baloncesto y su vida cambió para siempre.
El fallecido NBA fue siempre un niño distinto. Cuando tenía nueve años quiso estudiar, algo nada común en su aldea, los dos días a pie que lo separaban de la escuela, fueron demasiado, y abandonó a la semana. El gigantón se dedicó entonces a trabajar como pastor de ganado, hasta que unos familiares empezaron a hablarle de un deporte donde los muy altos marcaban la diferencia.
Uno de sus primos, Noul Makwag, que jugaba de base en la selección sudanesa, lo recomendó para su propio equipo, el Catholic Club de Jartum, en la capital del país. El entrenador quedó fascinado, y permitió que le pagaran más dinero que al resto. Manute Bol correspondió aquel gesto: aprendió rápido a jugar y a los seis meses, tras lograr el campeonato local, era convocado por la selección de su país.
Estrella del baloncesto
En el equipo nacional, el entrenador lo invitó a viajar a Estados Unidos para probar suerte. El 23 de mayo de 1983, aterrizaba en Estados Unidos para vivir la gran experiencia de su vida. Bol no sabía inglés y dejaba atrás una vida y una cultura muy diferentes. De hecho, el oficial de migraciones se sorprendió cuando leyó en el pasaporte que sólo medía 1,59 m. En Sudán lo habían medido sentado.
Por una serie de problemas administrativos, Bol estuvo sin equipo los primeros meses en Estados Unidos. Mientras tanto se dedicaba a aprender inglés y a mejorar su juego. Fue una universidad pequeña de Connecticut la que logró que la NCAA aceptara una beca especial para el sudanés. Jugó una sola temporada (84/85) en la liga universitaria, pero consiguió sorprender al mundo. Los pabellones se llenaban para verlo.
Manute Bol fue el primer africano en jugar en la NBA y uno de los más altos de la historia. En la foto aparece con su compañero de equipo, Muggsy Bogue, el más pequeño por aquel entonces.
Pasado un tiempo, Bol fue elegido en el draft de la NBA por los Washington Bullets, en la posición número 31. El sudanés se convirtió en el primer africano en jugar en la mítica liga. Nike, Coca Cola y Kodak lo contrataron como imagen comercial. Manute estaba empezando a hacerse de oro y a convertirse en uno de los mejores taponadores de la historia de la NBA. Fue el jugador de mayor altura que ha anotado un triple en la historia de la liga.
En la liga americana terminó jugando diez temporadas, aunque en las últimas dos sólo participó en 33 partidos, a causa de la artritis que padecía en las rodillas y muñecas. Cambió de equipo seis veces, hasta que se retiró en 1995. Una vez fuera de las canchas, Bol tenía claro que utilizaría los más de 10 millones de dólares que había ganado para devolvérselos a su pueblo, que estaba arruinado por una cruenta guerra civil.
"Creo que era 1991 cuando vi las noticias sobre Sudán en televisión. El Gobierno estaba matando a mi gente y me dije que algo tenía que hacer. Así que decidí convertirme en guerrero. Un guerrero pacífico. Sentía que había hecho dinero, fama, y que era el momento de entregarle algo a mi gente", recordaría años después en una entrevista con la cadena NBC.
Padre de la reconciliación
La guerra civil sudanesa, entre el Norte y el Sur, tuvo sus orígenes en los años 50, incluso antes de que el país se independizara en 1956. El territorio de Sudán había pertenecido al Imperio Británico y a Egipto (de ahí la influencia musulmana), aunque las dos partes nunca se habían unido. El Sur, cristiano y tribal. El Norte, musulmán y más desarrollado.
En realidad hubo dos conflictos, el segundo (1983-2005) fue mucho más brutal y uno de los más mortíferos del siglo XX: casi dos millones de civiles fueron asesinados en el Sur. Se cree que Bol llegó a perder a 250 familiares en la guerra.
Lejos de buscar revancha, Bol siempre puso la otra mejilla e intentó unir a ambos bandos. Como NBA, logró que el mundo escuchara noticias sobre la guerra que sufría su país, y viajó a la zona de conflicto arriesgando su vida, para ver la situación en primera persona y organizar la ayuda humanitaria. Gran parte de los millones que había ganado los destinó a construir escuelas mixtas (sin distinción de religión o etnias). Un total de 41 en todo el país.
En Sudán del Sur la Iglesia tiene 200 escuelas primarias, 33 secundarias y 7 centros superiores o universitarios. A sus escuelas e institutos acuden unos 94.000 alumnos.
Siendo el embajador africano más importante de la época, Bol hizo que el Gobierno del norte lo invitara para empezar las negociaciones de paz. Le aconsejaron no asistir, pero él prefirió arriesgar. Como condición para la paz le pidieron que se convirtiera al Islam, Bol lo rechazó y Omar Bashir, el presidente de facto del Norte, aprovechó para acusarlo de ser espía estadounidense.
En arresto y arruinado
Cuando Sudán fue puesto en la lista de "estados patrocinadores del terrorismo", Al Bashir culpó a Manute Bol y lo condenó a arresto domiciliario. La pena la cumplió en una casa en los suburbios de Jartum, con sus dos esposas, un hijo y 14 parientes. Allí pasó un par de años encerrado, sin trabajo ni dinero, pero manteniendo la sólida voluntad de mediar en el conflicto.
La presión de organismos internacionales hizo que los extremistas musulmanes lo liberaran y, cuando salió, escapó primero hacia Egipto y luego hacia EE.UU., en 2002. La reacción popular le hizo darse cuenta de que su poder e impacto habían crecido aún más. Algo similar a lo que había pasado con Nelson Mandela en Sudáfrica.
Enfermo y en contra de la opinión de su familia, Bol volvió a Sudán cuando supo que la paz podía consolidarse. Con su sola presencia, fortificó el movimiento. Ambos bandos detuvieron los ataques y el tratado acabó firmándose, incluyendo el referéndum de autodeterminación. El Sur decidió su futuro y Manute Bol pudo sentir que había cumplido con un deber histórico.
Su enfermedad renal empeoró y el 19 de junio de 2010, a la edad oficial de 47 años, Manute Bol falleció en Virginia (EE.UU). La huella que había dejado en su pueblo, quedó clara en su funeral, en el que participaron más de un millón de personas.
A comienzos de 2011, el referéndum por la independencia en Sudán del Sur se realizó con un resultados apabullante (99% de los votos a favor). El 9 de julio, el país se convirtió oficialmente en el estado soberano más joven del mundo. Manute Bol había sido el personaje clave de esta independencia y, sobre todo, de la reconciliación entre dos pueblos.
"Hizo cosas que no necesitaba hacer, pero hoy sabemos que no hubiese sido feliz si no ayudaba a su pueblo. Su amor por todos fue enorme y es la razón por la cual yo estoy aquí", expresó Luol Deng, compatriota y jugador de la NBA (2004-2019).
"Mucha gente sintió pena por él, porque lo veían muy alto y raro. Pero yo les voy a decir algo: si todos en este planeta fueran como Manute Bol, este sería un mundo hermoso para vivir", relató en su día Charles Barkley, mítica estrella de los 76ers de la NBA.