"A pesar de que nuestros sufrimientos, los de los refugiados y los de todo Irak se extienden, nuestra esperanza está fundada en que el Señor ha resucitado. Él es el Señor de la Vida y la vida vence siempre sobre la muerte; ahora domina la resurrección", dice a Asia News el padre Janan Shamil Aziz, un sacerdote de la diócesis caldea de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, unos días antes de la Pascua.

Desde el pasado mes de junio, la Iglesia de Erbil carga sobre sí el peso y la vida de más de ciento treinta mil refugiados cristianos que huyeron de Mosul después de la conquista de la ciudad por Estado Islámico. Las heridas de la huida, el empobrecimiento y la búsqueda de alojamiento son el drama diario al que los cristianos se enfrentan.

Los refugiados han perdido la esperanza de volver pronto a sus hogares. Las victorias del ejército iraquí en Tikrit están aún lejos de Mosul. Así que se está buscando una transición a algo más estable. Ahora los campos ya no consisten en tiendas de campaña, sino en contenedores donde las familias pueden vivir con mayor espacio y una menor dependencia del clima, caluroso en verano y frío en invierno.

La Iglesia caldea también ha encontrado más de seiscientos edificios donde alojar a miles de familias. Tener una casa, aunque sea habitada por dos o tres familias, significa un paso más hacia la normalidad.

Estos días, a elevar la esperanza también contribuye la visita del cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y antiguo nuncio en Irak, enviado por el Papa Francisco para hacer sentir su cercanía con el pueblo iraquí y en especial de los refugiados. Una de las misas que celebre será incluso transmitida por la televisión kurda.

El padre Janan, quien también es secretario de monseñor Bashar Warda, obispo caldeo de Erbil, explica: "El cardenal Filoni fue recibido muy calurosamente, ya que es un enviado del Papa. Todos perciben que no están solos en su sufrimiento y encuentran la fuerza para seguir soportando. Desde el comienzo de este drama, los refugiados y los obispos siempre han pedido lo mismo: ´No nos dejéis solos´".

"La resurrección -concluye el padre Janan- es el punto fundamental de nuestra fe, no sólo en este tiempo de prueba y dolor. En nuestra tradición oriental, nunca nos detenemos ante la cruz: la cruz no es una maldición, sino una herramienta de la gloria, porque remite a la resurrección".