Desde su exilio en Polonia, el arzobispo de Minsk, capital de Bielorrusia, monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, ha roto su silencio sobre la prohibición de regresar a su patria impuesta por el presidente Aleksandr Lukasenko.
A pocos días de cumplir 75 años, edad “canónica” para presentar la jubilación al Papa, el prelado ha explicado a los medios polacos que “en nuestra Iglesia, ni yo, ni nadie ha incitado jamás a la violencia; siempre nos hemos adherido a la doctrina social de la Iglesia, y apelamos a todos para llegar a una solución pacífica de los conflictos. Estamos en contra de la mentira, la violencia y la injusticia, como enseña la Iglesia".
Tal y como recoge Asia News, Kondrusiewicz reside actualmente en Sokolka, un pueblo de Polonia ubicado en la frontera con Bielorrusia. Al relatar su condición de "obispo en el exilio", dice que mantiene contactos diarios por teléfono e Internet, y que los asuntos eclesiásticos son atendidos por sus obispos auxiliares, uno en Minsk y otro en Mogilev.
"Todo está en manos de Dios"
"Sigo la evolución de la situación social y política en Bielorrusia, en particular la crisis del coronavirus: en estos días el número de enfermos ha aumentado considerablemente", explica.
El arzobispo metropolitano no ha perdido su optimismo natural: "Todo está en manos de Dios, en esto radica mi optimismo... lo que estamos viviendo hoy es la experiencia de llevar la cruz, que siempre ha acompañado la vida cristiana, y por lo tanto debemos llevarla con convicción".
Kondrusiewicz repite que insistió desde el principio en la necesidad de iniciar las negociaciones entre los protagonistas del conflicto, sentados en torno a una mesa, "aunque ésta tenga muchas aristas", pero no fue escuchado. "Debemos creer que es posible encontrar una solución, aunque cada uno conserve su opinión; el hecho de ser muy diferentes y de tener ideas diferentes, no significa que debamos ser enemigos".
El domingo pasado, 20 de diciembre, el Arzobispo celebró una misa en la Basílica de la Santa Cruz de Varsovia, con la intención de expresar su gratitud por la ayuda material prestada a la Iglesia en Europa del Este, en particular a los países de la antigua Unión Soviética.
"Siempre he predicado el Evangelio"
La Iglesia polaca fue una de las primeras en tender una mano a los hermanos después del colapso del comunismo, y Kondrusiewicz gozó de este apoyo tanto en Bielorrusia como en Rusia, "donde la vida religiosa se redujo a un desierto". Uno de los primeros obispos en visitar Bielorrusia fue el primado de Polonia de ese momento, el cardenal Josef Glemp, que llegó a Minsk en 1988 (cuando todavía existía la URSS) por invitación del metropolitano ortodoxo Filaret (Vakhromeev), un gran protagonista de la historia reciente del patriarcado de Moscú.
En la entrevista el Arzobispo toca muchos otros temas relacionados con la vida actual de la Iglesia en Bielorrusia. Al referirse al regreso a su patria, dice: "espero que todo termine bien; nunca me he metido en política, siempre he predicado el Evangelio y he tratado de practicar la doctrina social de la Iglesia... Me gusta mucho un pensamiento del Santo Padre Francisco, cuando recuerda que en la historia de la humanidad ha habido muchos revolucionarios, que han cambiado los sistemas políticos y económicos, pero ninguno de ellos pudo cambiar el corazón del hombre. Solo la revolución de Cristo lo logró, y yo quiero adherirme a ella".