El novelista español José Luis Olaizola, el misionero Alfonso de Juan (fotos aquí) y la budista Rasami Krisanamis forman un inusual equipo contra la prostitución infantil en Tailandia, nacido de la casualidad, la literatura y la amistad.
La compraventa de sexo ocurre en plena calle y a la luz del día en los concurridos barrios rojos de Bangkok, Pattaya u otras destinos turísticos tailandeses, a pesar de que en teoría el amancebamiento es oficialmente ilegal.
En muchos casos son mujeres que ejercen voluntariamente ante las posibilidades de ganar más que trabajando en una fábrica o limpiando escaleras, aunque la realidad es que también hay muchas víctimas del tráfico de personas, incluidas niñas menores.
Olaizola, a través de su ONG Somos Uno (www.ongsomosuno.com), ha conseguido escolarizar a 2.000 chicas en peligro de exclusión en Tailandia, de las que 200 han accedido a la universidad.
Su relación con este país conocido por sus playas y templos budistas en el Sudeste Asiático se remonta a 2001, cuando Ramasi, entonces una profesora de español en la Universidad de Chulalongkorn, le pidió al autor de "Cucho" los derechos para traducir al tailandés esta novela infantil, premio de literatura Barco de Vapor.
Olaizola, que este año cumplirá 88 años, accedió con la condición de que el dinero se dedicase a fines solidarios.
La budista Rasami lo empleó en ayudar a chicas víctimas de la prostitución o en riesgo de caer en las redes de proxenetas, un proyecto en el que llevaba años colaborando con el misionero español Alfonso de Juan.
El escritor hispano empezó a asistir en lo que podía para financiar la educación de las niñas rescatadas y, en 2006, creó la ONG Somos Uno.
"Cuando conocí la labor que hacían tanto el padre Alfonso, como Rasami, me sentí llamado a colaborar", explica Olaizola, quien se dedicó a la literatura tras 15 años como abogado y fue galardonado con el Premio Planeta en 1983.
"Como padre de familia numerosa, con varias hijas, y como abuelo con varias nietas, me sensibilicé mucho con el problema de la prostitución infantil. Me pareció una de las mayores infamias", relata el novelista en un correo electrónico.
Olaizola describe a Rasami como "una fuerza desatada de la naturaleza; budista, perteneciente a un movimiento muy estricto, el Santi Asoke" y "empeñada en hacer el bien a todo trance".
El padre Alfonso es un misionero jesuita que lleva varias décadas en Tailandia y ha trabajado en los campos de refugiados de camboyanos o ayudando a los conocidos como "boat people" (hombres patera) que huían del régimen comunista de Vietnam.
"En un vídeo que hizo el padre Alfonso, ´El clamor de mi súplica´, se cuenta el caso real de una niña que quemó el prostíbulo en el que estaba encerrada, y el episodio me impresionó mucho", explica el escritor español.
Con un coste cero, asegura el escritor donostiarra, Somos Uno es una "ONG artesanal y familiar" que ayuda a cientos de niñas en situación de exclusión social y, por tanto, de caer en las redes de prostitución.
"Cada uno tiene una misión. Unos se ocupan de la página web, otros de la propaganda navideña, y todos de captar dinero. Hasta mis nietos de 12, 14 años participan en mercadillos de su colegio para sacar dinero", indica.
El escritor se refiere, por ejemplo, al caso de Namthip, una joven tailandesa que quiere ser médico o enfermera, pero vive en un hogar con padres enfermos de sida, el progenitor además con tuberculosis, y la casa empeñada.
"Si esta niña no recibe una beca nuestra está condenada a lo peor", asegura el autor de La guerra del general Escobar.
Los casos que iba conociendo le sirvieron de material para escribir una novela, La niña del arrozal, publicada en el año 2011 y con una protagonista, Wichit, inspirada en las experiencias de varias niñas.
"Mi novela La niña del arrozal está basada en hechos reales, pero Wichi es una recreación literaria de un personaje de difícil localización. Ciertamente el padre Antonio es un trasunto del padre Alfonso", explica Olaizola.
"Wichi es el paradigma de una de esas niñas que no cae (en la prostitución), gracias a la ayuda de un misionero y una budista", agrega el autor.
Aunque organizaciones como Ecpat hablan de que en Tailandia hay unos 60.000 menores de 18 años en la prostitución, hay quienes creen que el problema es mucho menor que hace años o incluso prácticamente inexistente.
"A los que digan semejante tontería que se den una vuelta por algunos de los barrios de Bangkok o Pattaya y verán cientos de adolescentes haciendo lo que no deben. Gracias a actividades como la nuestra se va mejorando la situación, pero todavía está muy lejos de ser erradicado el problema y la lucha contra la prostitución infantil en Tailandia", apostilla Olaizola.
(Olaizola es también autor de Diario de un Cura Urbano, y recientemente de A la conquista de los apaches).