El tifón Ruby, que atravesó Filipinas a principios de diciembre, dejó una estela de destrucción e inundaciones, aunque no fue tan intenso como el Haiyan, que el año pasado produjo más de seis mil muertos.
Una de las zonas afectadas del país fue la diócesis de Borongan, en el Samar Oriental, donde tuvo lugar un hecho llamativo. La Casa Sacerdotal resultó anegada por las aguas, pero sólo hasta el límite justo del sagrario de la capilla, que de esta forma resultó preservado del desastre, con el resto del edificio cubierto por el lodo.
De hecho, el velo del tabernáculo quedó impolutamente blanco, sin que lo salpicasen las oscuras aguas de la inundación. Y la vela que señala en el sagrario la presencia del Señor bajo las especies eucarísticas permaneció intacta y encendida tras seis horas de lluvia, viento y aguas desbocadas.
Varios sacerdotes y seminaristas fueron testigos de estos hechos en cuanto pudieron entrar de nuevo en la casa. Y, según informa Gaudium Press, el obispo de Borongan, Crispin Barrete Varquez, lo interpretó en una reciente homilía como una lección divina: "A veces ignoramos y no apreciamos realmente la presencia del Santísimo Sacramento, que es el Señor en medio de nosotros. El incidente de la Casa Sacerdotal indica que Él está vivo, que Él está aquí, que Él es el Rey". Y que no abandona a su pueblo en las tragedias: "Está con nosotros especialmente en tiempos de tribulación, recordándonos que él es el Maestro de toda criatura y el Señor de toda la Tierra".