Durante dos años, desde el 3 de noviembre de 2020, la guerra ha golpeado el norte de Etiopía, enfrentando al Gobierno etíope, con sede en el sur, y la región de Tigray, en el norte, tradicionalmente con gran capacidad y experiencia militar.
Las iglesias, el Papa y la comunidad internacional han pedido que acabara una guerra en este país pobre, que además amenazaba con extenderse por la vecina Eritrea, una dictadura militarizada siempre dispuesta a pescar en río revuelto. Las comunidades cristianas del país y del mundo han orado por la paz y han tratado de atender a refugiados empobrecidos y emergencias de alimentación.
Ahora, parece que la paz está al alcance y todos miran con esperanza el acuerdo que acaban de firmar las dos partes implicadas tras 10 días de negociaciones.
Es un pacto con 12 artículos que marcan el camino de desescalada, con un comunicado conjunto que circula por las redes sociales en lengua amárica (la dominante en el sur), inglés, tigriña (la de Tigray, en el norte) y en muchos otros idiomas del país.
“Acordamos silenciar permanentemente las armas y poner fin a los dos años de conflicto en el norte de Etiopía”, dice el segundo párrafo del texto, que todos repiten y difunden con alegría.
Se reconoce la pérdida de vidas y destrucción
La declaración reconoce que el enfrentamiento “ha provocado un grado trágico de pérdida de vidas y medios de subsistencia y es de interés para el pueblo etíope dejar atrás este capítulo del conflicto y vivir en paz y armonía”.
La declaración no da cifras de víctimas y es difícil hacer números. Un estudio de la Universidad de Gante en 2022 calculaba entre 385.000 y 600.000 muertos. En combate habrían muerto al menos unos 8.000 combatientes y habrían resultado heridos unos 7.000. Las agencias como Reuters han hablado de 875.000 refugiados, 2,7 millones de desplazados internos (Unicef, septiembre de 2022) y 13 millones de personas necesitando ayuda alimentaria (la mitad de los habitantes de Tigray).
El acuerdo establece que se salvaguarda la soberanía y la integridad territorial de la nación y la defensa de la Constitución y que el país “tiene solo una fuerza de defensa nacional”.
Además, se ha acordado un programa detallado de desarme, desmovilización y reintegración para combatientes del Frente.
Rubricado en Pretoria, el documento asegura que el gobierno mejorará su colaboración con las agencias internacionales para agilizar la ayuda humanitaria e implementará medidas con el propósito de “garantizar la rendición de cuentas, la verdad, la reconciliación y la sanación”.
"Instamos a los etíopes en el país y el extranjero a apoyar este acuerdo, detener las voces de división y odio, y movilizar recursos para la recuperación económica y rehabilitación de los lazos sociales", añade. El acuerdo implica expresamente "detener todas forma de conflictos y propaganda hostil".
Parada de soldados etíopes con sus uniformes de gala... lejos del polvo y la sangre del frente.
Tigray iba perdiendo la guerra
Militarmente, la victoria por las armas parecía estar del lado del Gobierno, pero para ello dependía de la participación de tropas del incómodo vecino del norte (tropas eritreas entraron en la histórica ciudad de Adua, en el norte) y de milicias de etnia amhara, del sur, que luego resultan complicadas de mantener y desmantelar. Los tigriños también prefirieron llegar a un acuerdo antes que seguir manteniendo el derramamiento de sangre.
Las potencias internacionales tenían otras guerras que atender. China se ofrece para reconstruir, afianzando su presencia en uno de los países más importantes de África. Y la Unión Africana, que ha patrocinado las conversaciones de paz, dice estar satisfecha de haber logrado una solución "africana y entre africanos", manteniendo apartadas a otras potencias.
La oración del Papa
El Papa Francisco, en el rezo del Ángelus del domingo 23 de octubre de 2022, Jornada Mundial de las Misiones, se dirigió así al pueblo etíope: “Sigo con inquietud la situación de conflicto que continúa en Etiopía. Una vez más, repito con sincera preocupación que la violencia no resuelve la discordia, sino que sólo aumenta sus trágicas consecuencias. Hago un llamamiento a los responsables políticos para que pongan fin al sufrimiento de la población indefensa y encuentren soluciones equitativas para una paz duradera en todo el país. Que los esfuerzos de las partes por el diálogo y la búsqueda del bien común conduzcan a un camino concreto de reconciliación. Que no falte nuestra oración, nuestra solidaridad y la necesaria ayuda humanitaria para nuestros hermanos etíopes, tan probados”.
Parece que estas palabras ayudaron a fortalecer la oración de los trabajadores por la paz y la voluntad de llegar a un acuerdo.