El cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay y presidente de la Confederación de Obispos de Asia, ha sido el encargado de darle la bienvenida al Papa. Durante su breve intervención, ha recordado que Asia "es un continente que está experimentando las esperanzas y las alegrías de un renacimiento constante en el Espíritu. El 60 por ciento de la población mundial vive en Asia".
Asimismo ha explicado que es un "continente joven, en el que la mayoría de la población es joven". Y como consecuencia, "de muchas formas Asia es realmente fundamental para el futuro del mundo y el futuro de la Iglesia." Por otro lado, ha indicado que "la globalización ha tenido un fuerte impacto y ha llevado nuevos desafíos a la Iglesia". La población asiática es religiosa por naturaleza - ha observado- y sin embargo se está insinuando un espíritu secular y materialista. El tejido familia, un tiempo considerado tan importante y profundamente arraigado en la sociedad asiática, se está desintegrando poco a poco.
El Papa en su discurso ha indicado que en este vasto continente, en el que conviven una gran variedad de culturas, "la Iglesia está llamada a ser versátil y creativa en su testimonio del Evangelio, mediante el diálogo y la apertura a todos".
De hecho, el diálogo es una parte esencial de la misión de la Iglesia en Asia. Pero al emprender el camino del diálogo con personas y culturas, Francisco se ha preguntado "¿cuál debe ser nuestro punto de partida y el punto de referencia fundamental para llegar a nuestra meta?" A lo que ha respondido que ciertamente, "ha de ser el de nuestra propia identidad, nuestra identidad de cristianos". Por otra parte, también ha asegurado que "no puede haber diálogo auténtico si no somos capaces de tener la mente y el corazón abiertos a aquellos con quienes hablamos, con empatía y sincera acogida". Si nuestra comunicación no quiere ser un monólogo, -ha aclarado- hemos de tener apertura de mente y de corazón para aceptar a las personas y a las culturas.
Asumir la propia identidad y expresarla no es fácil, puesto que "siempre estamos tentados por el espíritu del mundo, que se manifiesta de diversos modos". Y así, Francisco ha querido señalar tres.
El primero es "el deslumbramiento engañoso del relativismo, que oculta el esplendor de la verdad y, removiendo la tierra bajo nuestros pies, nos lleva a las arenas movedizas de la confusión y la desesperación". Una tentanción que también afecta a las comunidades cristianas. Y aquí habla -ha indicado el Santo Padre- de ese relativismo práctico de cada día que, de manera casi imperceptible, debilita nuestro sentido de identidad.
Un segundo modo mediante el cual el mundo amenaza la solidez de nuestra identidad cristiana es "la superficialidad". Francisco ha advertido sobre la tendencia a "entretenernos con las últimas modas, artilugios y distracciones, en lugar de dedicarnos a las cosas que realmente son importantes". Para los ministros de la Iglesia -ha añadido- esta superficialidad puede manifestarse en quedar fascinados por los programas pastorales y las teorías, en detrimento del encuentro directo y fructífero con nuestros fieles, especialmente con los jóvenes, que tienen necesidad de una sólida catequesis y de una buena dirección espiritual.
Y finalmente, la tercera tentación de la que ha hablado es "la aparente seguridad que se esconde tras las respuestas fáciles, frases hechas, normas y reglamentos". La fe, por su naturaleza, no está centrada en sí misma, la fe tiende a “salir fuera”, ha recordado el Papa. Y en este sentido, "la fe nos hace al mismo tiempo audaces y humildes en nuestro testimonio de esperanza y de amor".
A continuación, el Santo Padre ha añadido un aspecto más de la identidad como cristianos: su fecundidad. Por eso, Francisco ha preguntado a los obispos presentes "¿La identidad cristiana de sus Iglesias particulares queda claramente reflejada en sus programas de catequesis y de pastoral juvenil, en su solicitud por los pobres y los que se consumen al margen de nuestras ricas sociedades y en sus desvelos por fomentar las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa?"
Finalmente, el Pontífice ha dedicado unas palabras a la capacidad de empatía: "Se trata de escuchar no sólo las palabras que pronuncia el otro, sino también la comunicación no verbal de sus experiencias, esperanzas y aspiraciones, de sus dificultades y de lo que realmente le importa". Y esta empatía -ha explicado- debe ser fruto de nuestro discernimiento espiritual y de nuestra experiencia personal, que nos hacen ver a los otros como hermanos y hermanas, y ´escuchar´, en sus palabras y sus obras, y más allá de ellas, lo que sus corazones quieren decir.
El verdadero diálogo humano, en el que las palabras, "nos hace capaces de un auténtico encuentro, en que se habla de corazón a corazón, "nos enriquece con la sabiduría del otro y nos dispone a recorrer juntos el camino de un mayor conocimiento, amistad y solidaridad". Y en este espíritu de apertura a los otros, Francisco ha manifestado que tiene "la total confianza de que los países de este continente con los que la Santa Sede no tiene aún una relación plena avancen sin vacilaciones en un diálogo que beneficiara a todos"́.