El santo padre Francisco ha compartido la tarde de este viernes, en su segundo día en Corea, con los jóvenes de Asia reunidos en el Santuario de Solmoe, en ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiática. Este Santuario es lugar nativo del mártir san Andrew Kim Taegon, primer sacerdote coreano. En un ambiente festivo, los jóvenes han recibido a Francisco con aplausos y gran estusiamo y han compartido con él algo más de dos horas de celebración. En este entorno relajado, el Santo Padre ha dejado los papeles de lado en un momento del discurso, para poder hablar espontáneamente y desde el corazón a los jóvenes venidos de 23 países asiáticos.
El encuentro se ha abierto con cantos y una exhibición artística de Indonesia. Monseñor Lazzaro You Heung-sik, obispo de Daejeon, ha dado la bienvenida a todos los jóvenes venidos desde distintas partes de Asia así como al papa Francisco. Haciendo referencia del lugar donde estaban, donde muchos han sido martirizados, el prelado ha señalado que el martirio que se nos pide a los fieles hoy es el de "elegir la verdad, siguiéndola y poniéndola en práctica venciendo así las tentaciones que me rodean".
A continuación, ha sido el turno de los testimonios y las preguntas de tres jóvenes procedentes de Camboya, Hong Kong y Corea. La joven camboyana le ha preguntado al Pontífice cómo responder a la llamada de Dios a la vocación. Por su parte, el joven de Hong Kong ha preguntado qué deben hacer junto con sus hermanos y hermanas que están en la China continental para hacer ver continua y pacíficamente el amor de Dios a todos los chinos. Finalmente, la joven coreana ha mostrado su preocupación sobre cómo deben vivir los jóvenes que experimentan la oposición entre su fe y el ideal causado por el materialismo difundido en la sociedad del capitalismo. También le ha preguntado sobre la actitud con la que deben vivir los jóvenes de la única nación divida en el mundo. Al finalizar las intervenciones de los jóvenes, se ha realizado un moderno musical coreano sobre la parábola del hijo pródigo.
Después, el Pontífice se ha dirigido a los jóvenes y ha reflexionado sobre el lema de este encuentro de la juventud asiática: "La gloria de los mártires brilla sobre ti". El Papa ha recordado a los jóvenes que Cristo llama a la puerta de sus corazones. "Él os llama a despertar, a estar bien despejados y atentos, a ver las cosas que realmente importan en la vida", ha afirmado. Añadiendo que también Dios les pide "que vayan por los caminos y senderos de este mundo, llamando a las puertas de los corazones de los otros, invitándolos a acogerlo en sus vidas".
Asimismo, el Papa ha indicado que este encuentro permite ver algo de lo que la Iglesia misma está destinada a ser en el eterno designio de Dios. La Iglesia pretende ser semilla de unidad para toda la familia humana. En Cristo, ha subrayado el Santo Padre "todos los pueblos y naciones están llamados a una unidad que no destruye la diversidad, sino que la reconoce, la reconcilia y la enriquece".
Por otro lado, el Papa ha reconocido que nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Cerca de nosotros, -ha proseguido- "muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual, soledad y callada desesperación". Francisco ha observado que parece que un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes. Y este desierto, "afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma".
Pero, en este mundo estamos llamados a dar testimonio del Evangelio y por eso el Papa ha recordado a los jóvenes que deben hacerlo con sus coetáneos "en la escuela, en el mundo del trabajo, en su familia, en la universidad y en sus comunidades".
Francisco le ha dicho a los jóvenes que el Señor cuenta con ellos y les ha preguntado "¿Estáis dispuestos a decirle ´sí´? ¿Estáis listos?" E improvisando en inglés, Francisco les ha contado que un amigo suyo ayer le dijo que no podía hablar a los jóvenes leyendo un papel pero ha reconocido que tiene "un inglés muy pobre" y que no podía hacerlo. En este momento, el Papa ha dejado de lado los folios y ha comenzado a improvisar en italiano, pidiendo traducción a un sacerdote coreano.
Haciendo referencia a la intervención de la joven camboyana, el Santo Padre ha hablado sobre el reto de los jóvenes de afrontar la vocación a la que Dios les llama. Así, Francisco ha invitado a todos los presentes a rezar en voz alta, "Señor, ¿qué quieres de mí?" El Papa ha recordado que con la oración, y con los consejos de los amigos -laicos, sacerdotes, religiosas, obispos, el Papa "que también puede dar un buen consejo"- se puede encontrar el camino que el Señor quiere para cada uno.
Por otro lado, el papa Francisco también ha retomado la observación de la joven sobre los mártires y que Camboya aún no tiene santos. El Papa ha asegurado que se ocupará de hablar de esto con el encargado, "que es un bueno hombre", el cardenal Angelo Amato.
A continuación, el Obispo de Roma ha recordado a los jóvenes que "la felicidad no se compra, y cuando compras una felicidad después te das cuenta que esa felicidad se ha ido, no dura la felicidad que se compra, solamente la felicidad del amor, esa es la que dura".
Otro temas abordado por el Santo Padre ha sido la división de los hermanos de Corea. "¿Hay dos Coreas? No, hay una", ha observado. Pero, está dividida, la familia está dividida. Al respecto Francisco les ha dado un consejo y una esperanza. El consejo: rezar, rezar por los hermanos de Corea del Norte. "Para que no haya vencedores ni vencidos, solamente una familia, que solamente haya hermanos", ha pedido. Y así, durante unos instantes, todos en silencio han orado por la unidad de Corea. La esperanza que les ha dado el Papa ha sido recordarles que todos hablan una misma lengua, la lengua de familia: "sois hermanos que habláis la misma lengua".
Finalmente, el Papa ha hecho referencia a la representación del hijo pródigo para animar a los jóvenes a volver siempre al Padre, aunque hayan pecado, aunque se hayan alejado: "Él no se cansa nunca de perdonar, no se cansa nunca de esperar". Y por eso, Francisco ha pedido a los sacerdotes, "abrazad a los pecadores y sed misericordiosos".