Lleva tres años en España trabajando como miembro del equipo pastoral en 9 pueblos de Cantabria ( Villafufre, Escobedo, Las Barcenas, Rasillo, San Martin de Villafufre, Santiurde de Toranzo, San Vicente de Toranzo, Sandonana y Villasevil) en la diócesis de Santander. Finalizada la etapa de 3 años en España, a final de junio vuelve a su país.
"Vine aquí para ver y aprender de vosotros que nos habéis enseñado a Jesucristo", explica el padre Blas al repasar su experiencia en España.
"En efecto, el 80 % de la población congoleña es cristiano con casi 50 % de católicos. En el Congo, todavía hay mucha fe, la gente va a misa, canta y baila. Las Iglesias están llenas. El domingo tenemos en las parroquias tres o cuatro misas llenas de creyentes. Pero nos preocupa mucho la situación de la crisis de la fe en Europa. Siempre nos estamos diciendo que lo que ocurre aquí llegará un día en nuestras tierras. Así que yo he venido para ver y proponer algo para el futuro de la fe cristiana en mi país"
El sacerdote congoleño escribe unas líneas para animar a los españoles a seguir colaborando con las misiones y con Obras Misionales Pontificias.
"Soy uno de los frutos de lo que hacéis para las misiones. Sin la ayuda de Obras Misionales Pontificias sería imposible que las Iglesias y sobre todo los seminarios de los países menos desarrollados pudieran funcionar. Es cierto que la Iglesia congoleña se está responsabilizando cada vez más pero nuestros seminarios funcionan casi al 100% con la ayuda de Obras Misionales Pontificias. Os pido que sigáis apoyando a Obras Misionales Pontificias pues sin esta ayuda no sé lo que seria las Iglesias de las misiones".
"Viviendo aquí con vosotros durante estos tres años algo me ha llamado la atención: pensaba que aquí atan los perros con longanizas... y es totalmente falso. Europa tiene también su Cuarto Mundo. Los que nos ayudan no son tan ricos. Se sacrifican por nosotros. España estando en crisis sigue apoyando a las OPM. Ahora valoro más vuestra generosidad".
El padre Blas no se despide sin dejar una enseñanza en forma de cuento africano.
“Un anciano muy pobre se dedicada a sembrar árboles de mango. Alguien le dijo: ¿Como a su edad se dedica a plantar mangos? ¡Por seguro no vivirá lo suficiente para consumir sus frutos! El anciano respondió apaciblemente: Toda mi vida he comido mangos de árboles sembrados por otros. ¡ Que los míos den frutos para quienes me sobrevivan”.
"Para mí este anciano os representa a todos vosotros para que sigáis ayudando con vuestras oraciones y con vuestro dinero a las misiones. No tenéis la mentalidad del asalariado. Sabéis el valor universal y eterno del bien. Sabéis que “la alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger”. Para vosotros, lo que importa del árbol es la semilla y no el fruto. Así que seguís sembrando árboles, dando sin calcular, a ciegas, sin conocer a los beneficiaros de vuestra generosidad, convencidos que no faltará gente para disfrutar de los frutos de vuestra oración, de vuestro labor, de vuestro amor, de vuestro sudor. Cada año pidáis y dais vuestro dinero por las misiones, por las vocaciones. Pero os aseguro ahora que estáis leyendo el testimonio de uno de los frutos que vuestra oración y vuestra generosidad han dado en la lejana África, donde vengo. Tenéis que seguir adelante. El mundo y la Iglesia os necesitan. “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol” (Martin Luther King)
"Para mí este anciano os representa a todos vosotros para que sigáis ayudando con vuestras oraciones y con vuestro dinero a las misiones. No tenéis la mentalidad del asalariado. Sabéis el valor universal y eterno del bien. Sabéis que “la alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger”. Para vosotros, lo que importa del árbol es la semilla y no el fruto. Así que seguís sembrando árboles, dando sin calcular, a ciegas, sin conocer a los beneficiaros de vuestra generosidad, convencidos que no faltará gente para disfrutar de los frutos de vuestra oración, de vuestro labor, de vuestro amor, de vuestro sudor. Cada año pidáis y dais vuestro dinero por las misiones, por las vocaciones. Pero os aseguro ahora que estáis leyendo el testimonio de uno de los frutos que vuestra oración y vuestra generosidad han dado en la lejana África, donde vengo. Tenéis que seguir adelante. El mundo y la Iglesia os necesitan. “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol” (Martin Luther King)