Uno de los grandes retos que afronta la sociedad siria, duramente golpeada por una guerra que ha dejado ya unos 500.000 muertos y cerca de 12 millones de personas refugiadas y desplazadas dentro y fuera del país, es el futuro de las nuevas generaciones. Los jóvenes han sufrido especialmente en esta guerra, forzados a combatir en uno y otro bando, muchos han huido y el país se está vaciando de esperanza.

“Soy de Homs. Vine a Marmarita huyendo de los combates. Aún así, he seguido yendo a la universidad siempre que he podido, pese a que el transporte es muy complicado y muy caro”, comenta Issam Ahwesh, estudiante de Ingeniería Informática en la Universidad de Homs. Excepto los meses que ha estado cerrada la universidad por los duros combates, él ha podido continuar sus estudios gracias a una beca de transporte y material escolar del Centro San Pedro de Marmarita, de la Iglesia greco-católica. 

"Yo no me quiero marchar"

Cerca de 100 estudiantes universitarios reciben esta ayuda, que es fruto del trabajo conjunto de la Iglesia local, en la región conocida como Valle de los Cristianos, y la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). Mensualmente una parte de la ayuda de emergencia y la asistencia a familias desplazadas, es para sostener estas becas de estudiantes, una apuesta por el futuro y la reconstrucción del país, a la espera de que el ruido de las bombas se apague por completo.

El joven Issam quiere ser informático porque su madre, fallecida hace dos años, tenía el deseo de que tuviese una carrera y se ganase la vida honradamente. Así que todos los días coge un autobús que le lleva hasta Homs, una hora de trayecto entre controles del ejército y a través de barrios en ruinas, entre ellos el de su antigua casa. “Ahora vivo solo. Mi padre está en Estados Unidos y viene todos los años a verme. Yo no me quiero marchar porque este es mi país, además de que ahora es imposible poder reunirme con mi padre por problemas de visado”.

Un ahorro para familias ya muy necesitadas

Hanna Mallouhi es otro de los estudiantes beneficiarios. Estudia medicina y está a punto de graduarse: “Esta ayuda es muy valiosa porque permite a las familias emplear sus pocos recursos en otros gastos fundamentales como alimentos o el pago del alquiler de las casas donde vivimos desplazados. Si no recibiéramos esta ayuda, tendríamos muchas dificultades para seguir estudiando, muchos incluso tendrían que abandonar sus carreras”.

Hanna posa para la foto con un tablón de fondo en el que se puede ver al jesuita Frans van der Lugt, asesinado por los yihadistas en Homs, y padre espiritual de este grupo de jóvenes / ACN

El futuro médico está esperando destino para hacer su periodo de prácticas. “Me gustaría ir a Damasco, es peligroso porque ahora vuelve a haber bombardeos en la capital, pero allí están los mejores hospitales y sé que aprenderé mucho”. Ambos chicos comentan que su prioridad son los estudios y no piensan mucho en el futuro. Los jóvenes no lo tienen fácil, especialmente los varones, porque tienen que ir al ejército forzosamente para combatir en la guerra. “Somos pacíficos, no queremos matar ni que nos maten. Ahora nuestra prioridad es seguir estudiando”, comenta Issam.

"Echo de menos estar todos juntos en familia"

Junto a Hanna, está su hermano Raja Mallouhi, también universitario que estudia Economía en Homs. “No he dejado la universidad, pese a la guerra, porque quiero hacer de Siria un país mejor, donde haya paz”, asegura Raja. En 7 años de guerra, parece que la vida anterior fue un sueño pasado: “No sé qué echo de menos, creo que sencillamente estar todos juntos en familia, mis amigos, jugar con ellos en mi barrio”. Asegura que ahora solo le queda su hermano y sus padres, de los amigos sabe poco de alguno a través de redes sociales, “unos se fueron a Alemania, otros están en Australia y Estados Unidos”.

Los hermanos Mallouhi quieren seguir en Siria para poder hacer de su país un lugar mejor

Issam, Hanna y Raja dedican su tiempo libre como voluntarios del Centro de San Pedro, colaboran activamente en el reparto de otras ayudas para familias, como alimentos y medicamentos. Van a visitar a otras personas desplazadas para conocer su situación y ayudarles a través del proyecto de emergencia que sostiene ACN. “Cuando el padre Walid me ofreció ayuda para el transporte hasta la universidad – comenta Issam-  comencé a venir al centro. Me preguntaron si quería yo también ayudar a otros que necesitaban apoyo, y empecé junto con otros jóvenes a visitar familias y llevarles ayuda”.

Poco a poco se ha tejido entre estos jóvenes una amistad a través de los lazos fuertes de la caridad. Ellos poco a poco han ido curando las heridas de la guerra, y la ayuda recibida les ha hecho ponerse en pie y tender la mano a otros, sin rendirse al miedo o la desesperación. “Ayudamos a todo el mundo, no preguntamos si eres católico, ortodoxo o musulmán. Yo mismo soy católico, Issam es “rum” (nombre en árabe para los cristianos de rito greco-ortodoxo) y trabajamos juntos, jugamos al fútbol por las tardes y somos buenos amigos”, comenta Hanna.

Issam se siente muy agradecido por la ayuda que ofrece ACN: “Quiero decir a los benefactores que nos sentimos muy felices de saber que fuera de Siria hay personas que conocen nuestra situación. Cuando todo el mundo parece olvidarnos, vosotros compartís nuestro sufrimiento y tratáis de aliviarlo, eso es lo que más valoro”. En sus oraciones, comenta, están siempre presentes estas personas y “pido por la paz en mi país, la oración es lo que me da esperanza y fuerza para seguir aquí”.

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